En el invierno de
2002, cuando yo tenía unos 20 añitos, tuve una experiencia inolvidable, que me
hizo gozar como loco, me mostró el infinito y me dio vuelta la cabeza. Ahora
paso a relatarles lo que sucedió aquella noche increíble. Yo había sido
invitado por unos amigos míos a un asado, en un country en las afueras de
Buenos Aires.
Los comensales eran
alrededor de 30, pero lamentablemente, y como en general sucede en estas
ocasiones, éramos más hombres que mujeres, así que yo traté de ponerle buena
onda al asunto, y así pasarla lo mejor posible, aunque no tenía ninguna
esperanza de irme con una hembra del lugar. La mayoría de las chicas eran
conocidas mías, todas entre 19 y 21 años, algunas muy lindas pero con un grado
de estupidez en sus mentes que llamaba la atención.
Pero había dos
mujeres, mejor dicho dos "fierros" que partían la tierra al medio, y
a las cuales yo nunca había visto en mi vida. Jaime, un amigo mío, me las
presentó ya que eran sus amiguitas: una se llamaba Damasia (17 años) y la otra
Lucía (18 años), dos chicas venezolanas que estaban de paso en Buenos Aires,
para conocer y divertirse.
La menor de las
hembras tenía unas tetas IMPRESIONANTES, que le quitaban el aliento a
cualquiera (debería medir 120 de tetas), un culo redondo, bien formado aunque
no muy grande y una cara angelical, que te inspiraba paz, paciencia y
tranquilidad. Cuan equivocado estaba yo!! Medía 1.70 mts y llevaba la ropa bien
calzada, como una yegua en celo. No voy a gastar tiempo describiendo a Lucía,
ya que la que le dio rienda suelta a mi locura sexual fue Damasia. En seguida
nomás de habernos conocido, nos pusimos a charlar amistosamente, de temas
variados, tales como familia, costumbres, viajes, gustos, deseos y objetivos… y
nos contamos qué hacíamos de nuestras vidas. A todo esto, ya habíamos terminado
de comer hacía más de una hora y en el lugar volaba el alcohol.
Nos estábamos
poniendo a punto para una noche completa, a toda máquina! Seguimos conversando
un rato, mojando nuestras bocas con vino espumante y de pronto, la charla tocó
un punto crítico: la Masturbación. Damasia me admitió que se hacía la paja casi
a diario, y que en general, le venían unos calentones terribles por las noches.
Ella estaba de novia (obviamente su chico estaba en Caracas por esos días)
hacía un tiempo, y al cabo de un rato, me admitió que era virgen, pero me dijo:
"Es un tema que me tiene sin cuidado, no me preocupa; sé que llegará el
momento, y no tendré ningún problema en hacer el amor cuando corresponda. Mi
novio también es virgen, y por el momento, no quiere tener relaciones sexuales
conmigo".
¡Pobre infeliz!,
pensé yo para mis adentros. ¡Tiene una flor de yegua a su lado, y no es capaz
de cogérsela como corresponde! Yo le confesé que también estaba de novio y que
mantenía una buena vida sexual con mi chica. En ése momento intuí que algo
bueno iba a pasar y supe que yo mismo tenía el poder de la situación. Sólo
había que actuar sigilosamente, sin hacer ni decir ninguna boludez. De ahí en
más, el desarrollo de la noche dependía de mí. Seguimos charlando durante un
rato más, y yo me iba calentando poco a poco, y cada vez más… y más… Damasia me
miraba con una cara de deseo increíble, y en un momento me dijo: "me
gustaría que vos vivieras en Venezuela, así nos vemos más seguido, sos muy
simpático". Esta última frase terminó de encenderme, y mis sentidos
interpretaron que ésta niña estaba necesitada de una buena pija, o una guerra
total.
Cuando llegó el
momento de irse a bailar, uno a uno, todos los autos se fueron retirando, y
Damasia me dijo que quería ir conmigo al boliche, en mi auto. No necesitó hacer
ni decir nada más. Yo todavía tenía mis dudas sobre si sucedería algo o no,
pero el hecho de quedar los dos solos en auto, enseguida me dio una gran
esperanza. Se sentó en el asiento del acompañante y no dijo ni una palabra. No
habíamos andado más de 200 metros (por las calles internas del country) cuando
yo detuve el vehículo. Le pregunté si le podía dar un beso…(yo trataba de ser
lo más formal posible, a causa de los noviazgos de ambos; si hacíamos una
trampa, por lo menos que fuera con el consentimiento de ambos, y no forzada).
Ella accedió
moviendo la cabeza, y ahí nomás le partí la boca; apretamos muy fuerte, con
dientes, labios y lenguas mezclándose y haciéndose una sola cosa, que causaba
mucho placer y nos calentaba demasiado. Damasia agarró mi mano derecha y la
puso sobre su concha, como pidiéndome que la frote un rato; yo no lo podía
creer, pero empecé a trabajar sobre su chucha instantáneamente (por encima del
pantalón) y ella comenzó a gemir. Seguíamos besándonos, y al ratito le estaba
agarrando sus enormes tetas duras, que parecían dos músculos ejercitados. Ahí
nomás le saqué la remera y le chupé bien los pechos, al mismo tiempo que los
saboreaba (masajeaba) con mis manos. Yo pasaba mi lengua por encima de ambos
pezones, que deberían tener para ése momento 5 cm de diámetro, y estaban tan
duros, que hubieran podido cortar vidrio. Obviamente, Damasia quería mi pija, a
toda costa, así que se abalanzó a mi entrepierna, y empezó a tocar mi paquete,
que ya estaba duro como un sable corvo. Lo acariciaba, lo apretaba, y yo gozaba
como un condenado…
Después de un
minuto, me bajó el cierre del pantalón y sacó mi "pinga" (como le
decía ella a mi pene) al exterior. La venezolana fogosa me empezó a hacer la
paja con una suavidad que parecía ser experta en la materia (o mejor dicho
parecía haber nacido con una pija dura entre sus manos). A mí me encantaba, me
estaba llevando a un nivel de excitación supremo; pero lo que más me gustaba
era la cara de puta que ponía Damasia mientras me masturbaba. En un momento
dado, ella solita llevó mi pene a su boca, y se lo comió todo, haciéndome una
mamada perfecta, con el ritmo ideal, las caricias en los huevos, y los gemidos
de una profesional del sexo. Fue algo que nunca olvidaré. Yo no podía creer como
esta flor de puta seguía siendo virgen… evidentemente, había una contradicción.
Como yo no quería disminuir la calentura de la jovencita, le bajé sus
pantalones, y le metí un dedo adentro de su vagina, que ya estaba lubricada
como para permitir el ingreso de un camión… muchos jugos chorreaban por la
vulva y sus carnosos labios. Su clítoris asomaba, como pidiendo que se
encarguen de él rápidamente.
Le hice la paja con
uno, dos y luego tres dedos; Damasia casi lloraba de placer, gemía como una
degenerada. Ella cada tanto volvía a agarrar mi pija, como que no se quería
desprender de aquél duro instrumento en ningún momento. Nos desnudamos por
completo, y fuimos a un lugar más tranquilo, ya que la calle en donde estábamos
estacionados era bastante transitada, así que para evitar problemas, nos
trasladamos a una calle casi abandonada, siempre dentro del country. Llegamos y
pasamos inmediatamente para los asientos traseros del auto; así estábamos mucho
más cómodos. Les juro que la vagina de la venezolana emanaba un olor delicioso,
que había llenado por completo el interior del vehículo. Yo moría por saborear
ese manjar de los dioses, así que comencé a chuparle la concha; le metía la
lengua hasta donde podía, le succionaba el clítoris y mordía con amor sus
carnosos labios vaginales. Cada tanto le metía un dedo hasta el fondo, y le
rozaba el ano con otro dedo. De golpe, ella me avisó que se venía, así que concentré
mi lengua en su clítoris (o "bicho", como Damasia le llamaba), y a
los 10 segundos tuvo un orgasmo que la mandó a la luna. Ahhhhhhhhhhh, gritó
durante casi un minuto, y aplastaba mi cabeza contra su concha, pidiéndome más,
casi sin dejarme respirar !! Yo no podía creerlo.
Le dije que no podía
más de la calentura, que quería coger ahí mismo con ella, que era una flor de
yegua, y que yo tenía cantidades industriales de leche en mi interior, para
ella solita. No dudó un instante pero me dijo que sólo con un preservativo lo
haría. Me puse el forro a una gran velocidad y me tiré encima de Damasia.
Coloqué sus piernas
sobre mis hombros, y dejé el camino a su chucha despejado. Le metí la pija muy
suavemente, acordándome de su virginidad, y tratando de evitar cualquier tipo
de dolor producido por la penetración de mi miembro (18 de carne) Le dolió un
poco cuando entraba hasta el fondo, y se le escaparon un par de lagrimas, pero
enseguida la chica estaba gozando como ninguna. Me pedía más velocidad, que la
coja hasta el fondo, que le reviente las entrañas, que la llene de leche. Yo le
di más ritmo, y me puse al límite, casi llegando al orgasmo. "Métemela más
adentroooooo, y sácamela por la bocaaa", me dijo. Eso me terminó de volver
loco. Le dije que estaba por acabar, y la venezolana me comentó que ella
también estaba cerca, así que se la metí 4 o 5 veces más, y los dos explotamos
en un delicioso orgasmo, que casi nos fulmina. Gritamos como enfermos mentales
durante varios segundos, y quedamos exhaustos, uno encima del otro. Damasia me
dijo que había gozado como nunca antes en su vida, que había sentido un placer
indescriptible, y que recordaría este polvo por el resto de sus días, por haber
sido el primero. Miré el reloj, y eran las 5 de la mañana. Estábamos en problemas,
porque ella debía encontrarse con su amiga Lucía, que para ése entonces, ya
estaría de regreso en la capital.
Me correspondía
llevarla de vuelta. Lamentablemente, no pudimos coger una segunda vez, por
cuestiones de tiempo, pero en el viaje de vuelta hacia la ciudad, la venezolana
se encargó de darme una mamada prodigiosa, mientras yo conducía por la
Panamericana. Le acabé en la boca, y mi querida Damasia se tragó toda la leche,
a modo de despedida y de aprecio a esta pija que tanto la había hecho gozar.
A los dos días, se
volvió a Venezuela, y nunca más la he vuelto a ver, pero desde aquel episodio,
sueño todas las noches con encontrarme con una venezolana fogosa.
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