Emily


Debido a mi trabajo, mis horarios siempre han sido diferentes al del resto de la gente. A veces duermo de día, a veces de noche. A veces descanso toda la semana o no, pero siempre tengo que trabajar los fines de semana, justo cuando los demás pueden divertirse y hacer fiestas.

Sucede que los tíos me invitaron a una fiesta en algún lugar del estado de Hidalgo en México, y allá me dirigí después de terminar un evento muy grande y cansado. Mientras viajaba, como yo no iba al volante, dormí un par de horas en la parte trasera del camper, Al mismo tiempo, la familia se adelantaba con la diversión, las copas y el baile. Llegué al rancho a eso de las tres de la mañana cuando ya la mayoría o estaba borracho o estaba a punto de caer de sueño, así que solo tomé una copa y me fui a la sala donde seguido dormía algunas veces que estaba de visita.
Poco tiempo después, cuando ya todo el mundo estaba dormido y el sol aún no asomaba, escuché unos murmullos detrás del respaldo del sofá donde yo descansaba. Eran mis sobrinas Emily y Montserrat.
-Cuando se acerquen más, me levantaré de golpe y las asustaré- Pensé.
Estaba planeando levantarme cuando pude entender lo que decían:
-Ahorita todos están bien dormidos. Ni se va a dar cuenta- Dijo Montse.
-¿Y en serio la tiene dura?- Preguntó Emily.

Escuchar esas palabras de labios de Emily me hizo quedarme quieto y seguir escuchando de qué hablaban. La curiosidad pudo más que mis ganas de pegarles un susto.
-A todos los hombres se les pone dura y caliente en la mañana. A mi tío Javier se la toqué el otro día, cuando estaba borracho. Después se la chupé y sabe rico. –Dijo Montse.
-¡Wow! –Pensé. --No puedo creer que tan chiquitas, estas dos niñas estén pensando en sexo, y menos que quieran explorar de manera tan furtiva.
Seguí tranquilo sobre el sofá fingiendo que dormía cuando una pequeña mano se metió bajo la delgada sábana con que me tapaba. El pantalón deportivo que usaba ése día para dormir al tener el elástico un tanto vencido, no le impidió el meter su mano hasta encontrar mi pene que, ante el morbo que me produjo su plática, se encontraba en plena erección.
-Tócalo con ganas. –Dijo Montse. –Seguro que no despierta porque siempre todos se ponen borrachos.

Montse ignoraba que yo había llegado cuando ya todo había terminado, y al contrario de los demás, yo me encontraba prácticamente fresco, así que me dediqué a disfrutar de las suaves y tímidas caricias que la pequeña Emily me daba. Emily es una niña que siempre ha mostrado una estatura menor a la de los niños de su edad. A sus ocho años parece de cinco o seis, pero tiene unas muy pequeñas nalguitas paraditas y redondas con una cintura que casi podría abarcar con mis dos manos unidas y tocando mis propios dedos a uno y otro lado de su cintura. Emily siempre me ha saludado con mucho gusto al verme llegar y nunca se despega de mi lado durante las reuniones. Dice que soy su tío-novio.
Después de un breve momento de tocar suavemente mi pene, decidió quitar por completo la sábana y bajar un poco mi pants, cosa que yo le facilité levantando ligera y disimuladamente la cadera, para que no tuviera que lidiar con mi peso.

-¡La tiene más grande que mi tío Javier y que Luis! –Dijo Montse sorprendida –Mejor déjamela a mí. Yo la quiero
-No. –Contestó Emily. –Tú tienes dos y yo no tengo ninguna. Mi tío Teo es mi novio y su cosa es para mí.
Para ese momento, me mataba la curiosidad por ver la cara que ponían en su caliente travesura. Me imaginaba que eran expresiones de lujuria, sorpresa e incertidumbre, pero no podía abrir los ojos, pues seguramente me estaban vigilando a que no despertara y el sol comenzaba a iluminar la sala.
Con la verga de fuera y sin estorbo alguno, ya la sangre circulaba bien y la tenía parada y dura al máximo ante las deliciosas caricias de Emily y una que otra lamida de Montse que no se quería quedar atrás. En ese momento, claramente sentí brotar una buena cantidad de líquido pre seminal, a lo que Montse urgió a Emily a probar.
-Mételo en tu boca, el juguito sabe muy rico.

Sin esperar un segundo, Emily posó suavemente su lengua en la punta del glande y saboreó el líquido, y sin pensarlo, engulló lo más que pudo de mi trozo de carne. En segundos comenzó un entrar y salir entre mi pene y su boca. Usaba torpemente la lengua y en dos o tres ocasiones sus dientes rozaron provocándome un ligero pero rico dolorcillo.
Pasados unos cinco minutos, y tras escuchar un ruido en el patio, Emily decidió dejar su faena.
-Ya vámonos. Nos pueden regañar. –Dijo.

-No nos regañan si nadie sabe lo que hicimos. Yo no le voy a decir a nadie, así que tú tampoco lo digas.
-Yo tampoco le diré a nadie lo que hicieron. –Susurré para que no se asustaran. –Será un secreto entre los tres.
La cara de espanto que pusieron las dos niñas me gustó mucho. No podían negar nada, pues yo con la verga de fuera y Emily con su mano en ella era una fuerte evidencia de que se portaban mal, pero mi promesa de no decir nada las medio tranquilizó.

-Si me prometen que seguiremos jugando al rato los tres, yo me voy a portar bien con ustedes y la vamos a pasar muy bien. ¿Qué les parece?
-Yo si quiero jugar contigo, mi amor. –Dijo Emily (Siempre me dice “Mi amor”)
-Yo quiero jugar así con mi primo Luis, pero a él nunca se le para cuando lo agarro borracho. –Contestó Montse.
-Es que tu primo Luis apenas tiene tres o cuatro años más que tu, y como joven y rebelde que es, nunca se mide cuando toma, aunque sabe que no debe hacerlo. Se pone más borracho que cualquier persona grande y por eso su cuerpo no responde. Al rato en el bosque jugamos los tres y verán qué maravillas se pueden hacer con nuestras cositas.

En la familia, siempre ha habido incesto, aunque nadie lo ha aceptado abiertamente. Yo he cogido con mi hermana Vero, mamá de Montse y con mi prima Isabel, mamá de Emily. Durante todas las reuniones, he notado ciertas miradas entre unos y otros en la familia y siempre hay alguien que de pronto se desaparece y regresa como si nada hubiera pasado. Ya hasta he adivinado quienes son los que forman parejas entre sí. Nadie es exclusivo de nadie, Pues todos se han ido a tener sexo con más de uno… o una. Sin embargo, nunca supe de incesto con infantes, excepto mi sobrino Luis, que anda con las tías más maduras a pesar de tener apenas catorce o quince años. 

Y así, con la promesa de un buen día, las niñas salieron al patio como todas las mañanas de vacaciones. Una hora después, ya todo el mundo estaba de pie con una fuerte resaca pero con ganas de seguir con la fiesta, costumbre muy arraigada en el pueblo, que alarga los festejos a veces hasta por una o dos semanas.
Cerca de las tres de la tarde, les hice una ligera señal a las niñas para que se dirigieran al bosque. Entre los árboles, hace unos años fabriqué una pequeña cabaña para mis largas horas de ensayo, que la tranquilidad del rancho me brindaba. Todo el mundo sabía que nunca debían interrumpir, pues ahí mismo tenía un rudimentario estudio de grabación que con cualquier ruido se podía estropear mi trabajo. Las niñas supieron exactamente hacia dónde dirigirse.

La fiesta se quedó atrás y algunos ya estaban más que ebrios. La cabaña, estando algo lejos de la casa, no era de ningún interés para nadie, y a las niñas nadie las echaría de menos, pues siempre vagaban por los alrededores cuando las fiestas se ponían así. Les fastidiaba la rutina de los mayores.
Cuando llegué a la cabaña y las hice entrar, Emily se sacó la blusa por sobre la cabeza sin esperar orden o sugerencia.
-Bésame mi pechito, mi amor. –Dijo

Obedecí al instante y animé a Montse a hacer lo mismo que Emily. Sus senos comenzaban a crecer y tenían el pezón bastante inflamado, señal de que en cualquier momento se desprendería de ese pecho un hermoso par de tetas. Emily por su parte, apenas mostraba dos montecillos similares al pectoral de un fisicoculturista. Sus pequeños pezones apenas tenían el grosor de un maní.
Así las tuve sentadas sobre mi escritorio una al lado de la otra entregándome sus pechitos que yo lamía y succionaba con lujuria. Poco a poco las fui despojando de sus demás prendas hasta tenerlas casi completamente desnudas portando sólo sus braguitas.

Montse se mostró muy firme de pronto y me impidió tocar su panochita.
-No, tío. Esta es de Luis o de mi tío Javier. 
-¿No me dejarás jugar con tu cosita?
-Hoy no. Tú juega con Emiliana y yo me acaricio sola. Ya sé cómo hacerlo y siento muy rico. Pero quiero acariciarme viendo cómo juegan ustedes.
-¡Vaya con la niña! –Pensé. –Hasta vouyer me salió.
Aproveché la situación para disfrutar por completo de Emily pensando que ya habría una oportunidad para hacerlo con Montse, después de todo, también es excitante verla masturbándose junto a nosotros.

Mientras Montse jugueteaba con su rajita empapando sus dedos, Emily se retorcía y gemía entre mis brazos mientras mis labios y manos recorrían todo su cuerpo, pero sin detenerme por mucho en su coñito, que también estaba lubricado como el de su prima.
Por fin me decidí a darle lengua y comerme su concha por largo rato hasta sentir que comenzaba a temblar y su cuerpo brincaba entre espasmos. Había alcanzado el primer orgasmo de su vida. Sin dejarla reponerse, la levanté en vilo y estando yo de pie, la pegué a mi pecho y coloqué mi pene en su rica entradita. Poco a poco, la iba dejando resbalar hacia abajo para que por gravedad se fuera ensartando en mi tranca, pero cuidando siempre que no fuera a lastimarla.
-Quiero hacer lo que haces con mi mamá. –Dijo de pronto
--¿Has visto lo que hago con tu mamá? –Pregunté. – ¿Qué es lo que quieres hacer? Porque tu mami y yo hacemos muchas cosas ricas
-Te la quiere chupar. –Interrumpió Montse entre suspiros de placer en medio de su masturbación.

Entonces giré la silla de Montse para seguirnos viendo de frente y llevé a Emily hasta el camastro del fondo. Me recosté y Emily comenzó con una nueva sesión de sexo oral. Esta vez ya no me lastimó con los dientes y se entregó como poseída a mamar. Casi cuando me venía se detuvo de golpe y se montó sobre mí. Con mi verga recostada sobre mi vientre, Emily comenzó a frotar su infantil sexo. Yo veía cómo sus labios vaginales se separaban y abrazaban mi pene y su diminuto clítoris recorrían todo el tronco en un suave y rico frotar. De éste modo, ella misma alcanzó su segundo orgasmo y sin haberlo concluido llegó el tercero.

Quiso retirarse de encima de mí cuando Montse la detuvo con una orden.
-Así no se hace, tienes que meterla en tu hoyito.
-¿Aquí?- Preguntó tocando la entrada de su vagina
Montse asintió con su cabeza y Emily tomó con sus manos mi verga y la colocó en la posición adecuada para introducírsela ella misma.
Caliente y mojada como estaba, mi verga fue entrando con menos dificultad de lo que yo esperaba. Emily se quejaba del dolor, pero en ningún momento dio señales de arrepentirse de lo que hacía. Y así, la pequeña Emily estaba sobre mí, clavándose solita la tranca que ya antes había mamado con gula.

Despacio pero sin detenerse, mi pequeña noviecita estaba desvirgándose sola hasta que la tenía clavada hasta el fondo. En ése momento levantó el rostro por primera vez desde que comenzó a clavarse y estaba lleno de lágrimas. Después de aguantar valiente el dolor del desvirgue, no pudo más y soltó en llanto como si la hubieran regañado. La tranquilicé tomando sus manos recargadas en mi pecho y las besé. Al sentir que mis manos ya no estaban sobre su cadera y nalguitas, dejó de llorar y ella misma las llevó de vuelta a donde estaban antes. Comenzó a moverse como cuando se frotaba en mi verga y sus quejidos de llanto se convirtieron en gritos de placer. Montse comenzó a gritar también y ambas alcanzaron el orgasmo casi al mismo tiempo. El primero de montse y el cuarto o quinto de Emily.

Montse se avalanzó sobre nosotros y quería mamar mi verga que estaba dentro de Emily, así que después de un rato al punto de venirme, se la saqué a Emily y disparé un gran chorro de semen que Montse se apuró a beber en lo que Emily descansaba. No acababa de sacar toda la leche cuando Montse ya engullía mi pene haciéndome gozar como una experta.
Nuestro juego terminó y por la noche algo me cayó de sorpresa. Mi hermana Vero me pidió que desvirgara a mi sobrina Montse… Pero eso será otra historia, si es que soy yo quien la desvirgue… O se me adelante Javier o Luis.

Unknown

Escritor, recopilador, sexólogo, psicólogo y filósofo. Amante de las mujeres.

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