Eran las tres de la tarde de un caluroso día de mediados de
Junio. Me encontraba comiendo en aquel bar de carretera cuando entraron por la
puerta. Él, de unos 30 años y ella menor, quizás no llegase a los 25 años,
luciendo una escandalosa barriga de embarazo ocultada por su vestido premamá de
tela vaquera.
Mientras comía no dejaba de mirar con disimulo las formas de
la chica. Su pelo castaño cortado a media melena ocultaba su cara de ángel. Bajo
el peto del pantalón vaquero se insinuaban sus tetas casi listas para ser
mamadas y más abajo unas piernas morenas bien torneadas.
Terminé de comer. Salí del establecimiento y esperé con la
furgoneta aparcada a la sombra. No transcurrió más de una hora cuando la pareja
abandonó el local. Los seguí con la vista. Andaron algunos metros y se montaron
en su turismo. Arranqué el vehículo y los seguí a distancia.
Recorrimos unos 40 kilómetros por la autovía cuando decidí
que ya era el momento de actuar. Me coloqué la chaqueta azul de policía, encendí
el lanzadestellos azul y tras situarlo con el imán en el techo de la furgoneta
blanca me dispuse a seguirlos más de cerca. Tan pronto vieron el brillo de la
luz azulada aparcaron en el arcén. Detuve mi vehículo, me coloqué bien la
chaqueta y me acerqué a la ventanilla del conductor.
-Buenas tardes. ¿Es usted el propietario del turismo..?
-pregunté al jóven que conducía.
-Si...¿Ocurre algo...? -me respondió.
-Verá usted, al pasar su matrícula por el ordenador,
responden que su vehículo tiene una orden de precinto por carecer de seguro...
-mentí.
-Debe de ser un error, aquí tengo el resguardo del seguro....
-respondió nervioso el varón.
Cogí los documentos que me ofreció y me retiré hasta mi
furgoneta. Tras permanecer algunos minutos haciendo como que consultaba por el
equipo de transmisiones volví junto al conductor.
-Lo siento, pero tendrá que dejar aquí inmovilizado el
vehículo mientras se aclara el tema. Déme las llaves del turismo. Ahora vendrá
una grúa que acercará su coche hasta la comandancia. La señora deberá
acompañarme con su documentación. Será poco tiempo, la central está muy cerca de
aquí... -ordené.
El conductor, muy nervioso me entregó las llaves del turismo.
-Tardará mucho la grúa... -me preguntó.
-Quizás una media hora. Una vez recoja su coche le acompañará
junto a su esposa. Nos veremos allí en poco más de treinta minutos... -mentí de
nuevo.
-De acuerdo...- se limitó a decir.
Ayudó a su compañera a bajar y se despidió con un beso.
Acompañé a la jóven hasta que subió en la furgoneta, sentándose junto a mí.
Arranqué el vehículo y comencé a circular por la autovía.
Durante muchos minutos conduje sin cruzar ninguna palabra con mi acompañante.
-¿De cuanto tiempo estás...? -pregunté a la chica.
-De 20 semanas... -se limitó a contestarme.
Me desvié de la vía principal, circulé por un estrecho camino
y me detuve bajo unos árboles.
-Se acabó el viaje... -le dije a la chica mientras me quitaba
la chaqueta y le enseñaba un estilete que guardaba en la guantera.
-Como verás, ni yo soy policía, ni os va a recoger una grúa,
ni te vas a marchar de aquí sin darme placer...-
-¿Quién es usted... y que quiere de mí...-me preguntó
asustada.
-Contestaré a tus preguntas. Siempre, deSpués de comer, me
gusta tumbarme a siesta y echar un buen polvo. No soy policía. Esta chaqueta la
compré en el rastro, y para que te deje marchar de aquí sin hacerte daño antes
debes hacer que me corra con tu cuerpo...-
La chica se asustó. La cogí del brazo y la forcé a meterse
detrás de la furgoneta. Una vez entramos los dos cerré con llave la puerta.
Dentro del vehículo había instalado una tumbona con una colchoneta. Me senté en
la colchoneta.
-Enséñame las tetas...- ordené con la navaja en la mano.
La chica no reaccionó, pero al escuchar por segunda vez mi
orden se bajó los tirantes quedándose sólo con el sujetador.
-Quítate el vestido...-ordené de nuevo agitando el estilete
en el aire.
La chica se tapaba asustada los pechos con los brazos.
-No seas estrecha zorra...esa panza está así por que te la ha
llenado alguien de leche. Así que no me hagas cabrear y colabora.
Despacio se desabrochó el vestido que cayó al suelo mostrando
a la chica solo cubierta con el sujetador y unas braguitas blancas.
-Enséñame las tetas...-ordené por segunda vez.
La chica se quitó lentamente la pieza hasta quedarse con las
lolas al aire.
-Acércaté...-
Se acercó hacia dónde yo estaba. Con cuidado le cogí una de
las tetas. Las tenía bastante gordas, coronadas por una aureola grande y oscura
y un pezón grueso que estrujé entre mis dedos. La acerqué más hacia la
colchoneta y le obligué a inclinarse hacia mí. Ahora las tetas le colgaban
haciendo que aquella visión me excitase. Cogí su teta derecha y la acerqué hasta
mis labios. Con la lengua rodeé todo la aureola hasta finalizar en el pezón, que
lamí y chupé con glotonería. Cuando quise cambié a la otra repitiendo la misma
operación.
-Bueno, ya ha llegado la hora de que me saques la leche...-le
ordené.
Me quité la ropa hasta quedar totalmente desnudo. De nuevo me
senté en el camastro.
-Venga zorra.........empieza ya...-
Allí estaba la chica, mostrándome sus gruesas tetas, con su
pancita rellena y aquellas braguitas blancas que apenas le tapaban sus
vergüenzas, algunos de cuyos rizos castaños se salían debajo del elástico.
Se agachó hasta meter mi dura polla entre sus tetas,
comenzando a pajearme. Al sentir el calor de sus lolas se incrementó mi
calentura hasta extremos insoportables. Me deje hacer. Extendí el brazo y con la
mano derecha le acaricié la entrepierna. Al principio rechazó mis caricias, pero
tras unos instantes de duda se dejo hacer.
Le corrí un poco al tela de la prenda y metí los dedos bajo
el elástico. Al notar sus rizos mi picha dió un respingo clavándose más entre
sus gruesos pezones. Jugué con sus pelos hasta que noté una ligera humedad en su
coño, momento que aproveché para deslizar mi dedo corazón en su gruta hasta el
nudillo. La muy zorra no dijo ni pío, limitándose a acelerar el movimiento de
sus tetas en mi polla. Cuando noté que me subía la leche y que aquello no iba a
durar más, me incorporé.
-Se acabaron los juegos. Sácame ya la leche o lo vas a pasar
mal...- amenazé.
-Te la estoy sacando. Tú dijistes que querías que te sacase
la leche y eso estoy haciendo...-respondió casi entre sollozos.
-Perdona nena. Yo dije que quería correrme con tu cuerpo,
pero no dije con que parte. Te lo digo ahora: quiero que me saques la leche con
la almeja...así que ya puedes empezar si no quieres tener problemas...-
La chica se incorporó. Se bajó las bragas hasta sacárselas
por los pies. Observé su almeja castaña y peluda pensando que pronto la tendría
para mí.
La cogí de los brazos y la acerqué hasta mí. Me mojé los
dedos en saliva y se los pasé por el chocho. Acerqué su cuerpo hasta mi aparato,
coloqué la punta de mi capullo entre los pliegues de su coño y empujé hasta que
sus rizos chocaron con los míos. Noté el calor de su cuerpo enseguida, así que
permanecí sin moverme varios minutos, dejando que mi polla creciese dentro de
ella.
Cuando creí oportuno comencé el bamboleo, mientras besaba sus
labios y con mis manos agarraba sus tetas como si se me fuesen a escapar. La
seguí jodiendo con suavidad, notando sus pezones oscuros rozar con mi pecho y
como su barriguita se frotaba con la mía. El gusto que me estaba proporcionando
aquello fue demasiado, así que cuando noté como mi cuerpo se tensaba y la leche
subía por mi rabo, apreté su cuerpo contra el mío saboreando aquellos segundos
que jamás volvería a tener con esa chica.
No sé cuantos cañonazos de leche le dí, ni cuanto tiempo
permanecí pegado a ella. Cuando noté que mi polla se arrugaba y se salía de su
almeja dejé que se levantase y se sentase en la colchoneta. Ví como la leche se
escapaba de su chocho empapando su pelambrera y chorreando por sus muslos. Tomé
una cámara de fotos y le hice varias tomas a su coño expulsando mi leche, a sus
pezones y a toda ella. La dejé que se vistiese, quedándome con el sujetador y
las bragas como trofeo y tras arrancar el vehículo hice que se bajase cerca de
una gasolinera. Hace ya varios meses desde que la jodí, y supongo que ya habrá
tenido a su hijo. Aún me excito pensando en aquella corrida, sobre todo cuando
desempolvo las prendas que le robé y aspiro el olor a hembra preñada.
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