CAPITULO PRIMERO
Cher estaba muy enojada con Sidney porque se habĂa puesto el mismo vestido rojo que ella, y aquella era la peor de las ofensas para Cher. Cher se vanagloriaba de estar siempre en la onda; ya se tratase de moda, mĂşsica, cine, chicos o comidas. TambiĂ©n sus amigas intimas estaban siempre a la moda; esa era su tarea.
Ella habĂa visitado la semana anterior a un parapsicĂłlogo con algunas amigas para una sesiĂłn de espiritismo. El mĂ©dium parapsicĂłlogo quedĂł sobrecogido con el aura de Cher. Le dijo que ella era la persona con mayor poder hipnĂłtico que Ă©l habĂa visto en su vida -y he visto muchos- dijo.
Ella hablĂł sobre esa entrevista con Dion, su mejor amiga, pero ninguna de las dos se creyĂł ni media palabra.
-SĂłlo quiere jugar contigo, no le creas- le dijo Dion, una bellĂsima adolescente de color.
-¿Por quĂ©?
-Tal vez quiera introducirte en el espiritismo.
-¿Y si yo tuviera ese grandioso poder?
-¿QuĂ© harĂas con Ă©l?
-¡Sidney pagarĂa por lo que ha hecho!
Estaban en su instituto en Beverly Hills y allà estaba Sidney sonriéndolas.
-Es una perra-dijo Tai, otra de las mejores amigas de Cher. Cher deseĂł que Sidney le pidiera disculpas y que ella las rechazarĂa.
Repentinamente, y de forma absolutamente inesperada, Sidney se les acercĂł:
-DiscĂşlpame Cher, no sabĂa que fueses a vestir aquel vestido; no sabes cuanto lo siento.
-Y cómo te arrepentirás-pensó Cher para sà misma. Tal vez el charlatán estuviese en lo cierto después de todo.
Posteriormente ella quiso que la profesora terminase rápidamente con la clase. Dicho y hecho, ella empezĂł a ser consciente de que tenĂa ese poder en su interior.
Ella y sus amigas salieron al patio y se echaron sobre la hierba. Cher no querĂa que sus amigas conociesen su nuevo secreto con lo que no les contĂł una palabra. Pero ella continuĂł molestando a Sidney. Estaba caminando con su nauseabunda amiga hija de papa y Cher hizo que Sidney cayese a un charco. Cuando su amiga intentaba ayudarla ella tambiĂ©n resbalĂł, se enganchĂł a la falda de Sidney y la rasgo de arriba abajo. Cuando Sidney y Mary Joe, asĂ es como se llamaba su amiga, se incorporaron con sus ropas empapadas, todo el mundo pudo contemplar la ropa interior violeta de Sidney. Entra corriendo en el baño y Mary Joe entra pocos segundos más tarde. Dion y Tai se reĂan estruendosamente de Sidney mientras Cher reflexionaba sobre sus nuevos poderes. Cher querĂa saber si actuarĂan sin ver a su objetivo; para comprobarlo ordenĂł a Sidney que vistiese la blusa de Mary Joe, solo que los pechos de Sidney eran mucho más grandes (Mary Joe era plana como una tabla). Cuando ellas salieron del baño Mary Joe vestĂa la blusa verde de Sidney y Sidney llevaba puesta la blusa de Mary Joe mostrando su ombligo desnudo. Cher quedĂł satisfecha del test y fue a consolar a Sidney.
Una vez terminada la prueba Cher se marchĂł; cuando llegĂł a casa su hermanastro Patrick estaba besando y metiendo mano a Anne, su novia pelirroja. Cher se puso cachonda y decidiĂł que iba a hacer con Sidney; la convertirĂa en una esclava sexual; se arrepentirĂa de su estupidez.
Pero en esos momentos querĂa que la pelirroja le comiese el coño con lo que hizo que Patrick se marchase quedándose Anne con ella. Patrick se acordĂł de que tenĂa que ir al campus y le sugiriĂł a Anne que le esperase.
Anne continuĂł mirando la tele y Cher se sentĂł a su lado. Anne puso su mano bajo la falda de Cher y le acariciĂł los muslos. Cher fingiĂł estar disgustada y detuvo la mano de Anne.
-¡Lo siento, no sĂ© quĂ© me ha pasado!-dijo Anne.
-No importa-dijo Cher colocando su cabeza al lado de la de Anne dándole un beso con lengua. Cher nunca le habĂa hecho un francĂ©s a otra mujer; tal vez a un par de chicos (ella era todavĂa virgen). No querĂa que ningĂşn advenedizo la desvirgase, ella preferĂa a una estrella del cine o a un deportista famoso.
Para Anne esta no era su primera experiencia lésbica y estaba feliz acariciando el cuerpo de Cher mientras sus lenguas jugueteaban dentro de sus bocas.
Entonces Anne le quito la blusa a Cher, también el sujetador, y jugó con sus pezones adolescentes.
Los pe
chos de Cher no eran tan grandes como los de Sidney pero estaban muy bien para su edad. Anne retirĂł su lengua de la boca de Cher y empezĂł a lamerle los pezones. Su mano izquierda se dirigiĂł bajo la falda de Cher y acariciĂł sus bragas de seda rosa.
-Cómeme el coño Anne-dijo Cher entre risas.
Anne estaba dominada por un extraño poder y sin siquiera cuestionarse la orden obedeció. Le bajó las bragas a Cher y observó su dorado mechón de vello púbico. Su lengua lamió los labios vaginales de Cher mientras sus manos jugueteaban haciendo rizos con su vello púbico. Entonces le abrió del todo el coñito, Cher estaba disfrutando de sus mejores momentos.
La lengua de Anne lamiĂł el clĂtoris adolescente; era la primera vez que alguien distinto de ella misma tocaba le tocaba el clĂtoris a Cher.
Su entrepierna estaba hĂşmeda y alcanzĂł su primer orgasmo no inducido mediante masturbaciĂłn. Gritaba como una loca pero no habĂa nadie en casa.
La lengua de Anne estaba empapada con los jugos de Cher. Cher se dio la vuelta y cuando se volvieron a besar pudo sentir y probar sus propios jugos. Cher se vistiĂł y las dos chicas estaban viendo la tele cuando retornĂł su hermanastro.
Anne le estaba haciendo una mamada, lamiéndole la cabeza y con toda la polla en su garganta. Su palpitante polla descargó chorros de semen dentro de la garganta de Anne; ella se traga cada gota.
-Patrick, cĂłmeme el coño-dijo Anne y Patrick no podĂa creer lo que oĂa. Anne nunca le habĂa pedido que le hiciera eso. El no era muy habilidoso en aquellas lides; le abriĂł el coño pero no podĂa encontrar el clĂtoris, a pesar de eso Anne continuaba gimiendo y goteando extasiada. Finalmente Ă©l encontrĂł su botĂłn del amor y lo lamiĂł agresivamente y ella se corriĂł instantáneamente chorreando jugos en la boca de su novio.
Patrick se la follĂł salvajemente y estaba sorprendido con el comportamiento de puta recientemente adquirido por su Anne. Él siempre habĂa creĂdo que Anne no era una amante apasionada pero su comportamiento habĂa cambiado de forma increĂble. Él no sabĂa que Cher estaba enviando una orden tras otra a la mente de Anne con su nuevo poder.
Patrick estalló otra vez más en el coño de Anne y cuando lo retiró ella le chupó la polla mojada hasta que recuperó su previa dureza. En esos momentos Anne le pidió que le diera por culo.
Patrick no le habĂa sodomizado nunca, ni tan siquiera se habĂa atrevido a proponĂ©rselo. HabĂa practicado algo de sexo anal en algunas fiestas universitarias pero nunca con Anne. Ella se puso a cuatro patas delante de Ă©l, con su culo mojado con los jugos de su coño, Patrick deslizĂł su polla fácilmente dentro de su culo.
Al principio le dolió un poco a Anne pero cuando él empezó con sus acometidas, y con Cher jugando en su mente, se sintió mucho más excitada. Sus gritos y gemidos retumbaban por toda la casa. Cher, cansada de los juegos mentales, empezó a masturbarse. La mente de Cher estaba tan cachonda conectada con el cuerpo de Anne a través de su poder hipnótico que empezó a chorrear como una fuente.
Patrick se corriĂł dentro del culo de Anne y cuando todo hubo terminado Cher pensĂł en sus planes para el dĂa siguiente. Ah, si, iba a convertir a Sidney en una puta.
Se pasĂł toda la noche pensando en como hacerlo y se sorprendiĂł de su maldad. Por la mañana cuando se levantĂł la cama estaba completamente empapada. Era sábado y no tenĂan clases con lo que no tenĂa que levantarse temprano.
Ella, Dion y Tai fueron al centro comercial y allĂ pasaron toda la tarde. AllĂ se encontraron con Sidney y Mary Joe. Cher hizo que Sidney derramase su refresco en sus ropas y su blusa blanca se volviĂł tan transparente que sus pechos y pezones se hicieron perfectamente visibles para todo el mundo.
-Sidney, ¿siempre estas mojada?-se mofĂł Cher.
-No le veo la gracia-respondiĂł Sidney malhumorada.
-Mary Joe, &ique
st;por qué no le prestas tu camiseta?-preguntó Dion-Me encanta tu ombligo Sid-se mofó también Dion.
-Eres una puta negra-le escupiĂł Mary Joe que se agarrĂł al pelo rizado de Dion. Lucharon un rato y Dion resultĂł vencedora. Ella estaba sobre Mary Joe a quien se le habĂa roto la camiseta quedando sus pequeños pechos totalmente expuestos.
-¿QuĂ© has dicho, puta pálida? Quiero que me digas que eres la peor perra en el mundo.
-No lo haré, tú eres una sucia cucaracha-Mary Joe volvió a escupirle mientras Dion le abofeteaba y le rasgaba la falda.
-Lo dirás o regresaras a casa en pelota picada.
-Soy la peor perra en el mundo-dijo en voz alta.
Dion se levantĂł y Mary Joe intentĂł ocultar su desnudez.
-Estás en buena forma, Dion-dijo Tai-¿Por quĂ© no le has dado una buena paliza?
-Se ganará una si continua portándose asĂ.
Cher pensĂł que tal vez Mary Joe mereciese una buena lecciĂłn. Regresaron a casa y Cher y sus amigas se metieron en su habitaciĂłn mientras Patrick disfrutaba a Anne una vez más. Empezaron a hablar de sexo pero la conversaciĂłn fue mucho más picante de lo habitual. Cher querĂa sus ideas sobre que hacer con Sidney y Mary Joe pero sin preguntarles directamente.
-QuĂ© mente más pecaminosa tienes, Dion-dijo Cher-Has hecho que me sonroje-. Pero su mente estaba trabajando a toda velocidad. Sidney y Mary Joe nunca olvidarĂan su venganza.
Ya era tarde por la noche cuando Cher intentĂł meterse en la mente de Sidney con su poder. Tuvo Ă©xito con apenas esfuerzo, tal vez porque Sidney estaba cansada. Fue entonces cuando Cher descubriĂł a William, el hermano de Sidney. Cher le habĂa conocido en una fiesta y el no era para nada tan estirado como su hermana. La mente de William se habĂa convertido en un nuevo objetivo para Cher.
-Vamos a ver querido amigo; vas a levantarte y a violar a la muy puta de tu hermana-proyectó Cher en la mente de William-No quiero que le ofrezcas ni una pizca de placer; sólo que la violes. Esta noche tiene que convertirse en la peor pesadilla de Sidney. Cuando hayas terminado no recordarás absolutamente nada pero verás a Sidney como la zorra que es.
Cher sabĂa que podĂa guiar su mente con sus pensamientos pero disfrutaba más diciĂ©ndolos en voz alta. William se levantĂł sudando, la polla empinada y una extraña sensaciĂłn en su cuerpo.
Entró en la cocina y bebió un poco de agua. Regresando a su habitación paso al lado de la puerta cerrada de su hermana. No pudo controlarse, abrió la puerta y con un salto se puso a horcajadas sobre Sidney. Ella se despertó espantada, sorprendida pero antes de poder gritar su hermano le tapó la boca. Él se bajó el pijama y restregó su polla en el camisón de ella. Sidney se sintió completamente indefensa cuando su querido Willy le quitó el camisón.
-No vas a gritar mi orgullosa hermanita, o te arrepentirás el resto de tu vida. Voy a destaparte la boca asà que calladita.
Sidney querĂa gritar pero no pudo. William frotaba su pene en los muslos de su hermana y sus manos rasgaron sus bragas. Con una acometida salvaje metiĂł la polla dentro del seco coño de su hermana. Ella sintiĂł una tremenda desazĂłn dentro de su coño virgen y le doliĂł una enormidad cuando se le rompiĂł el himen. Ella lloraba silenciosamente y no podĂa creer lo que estaba pasando. Su hermano tuvo un orgasmo tremendo dentro de ella y cuando retirĂł su pene estaba bañado en sangre.
-Buenas noches, hermanita. Ni una palabra, sabes-dijo.
Sidney era virgen antes de aquella noche. Nunca se habĂa masturbado. ¿CĂłmo podĂa su hermano haberle robado su virginidad? ¿CĂłmo habĂa podido quedarse callada? Se metiĂł en el baño y llorĂł desconsoladamente. Cuando se limpiĂł, quitándose las manchitas de sangre y semen de sus muslos y pubis, su coño le dolĂa una enormidad. Cher, por otro lado, se lo estaba pasando de fábula y le sugiriĂł a Sidney que se masturbase un poquito. Sidney se metiĂł el Ăndice en el doliente coño y se provocĂł su primer orgasmo pensando en su hermano William.
Muy bien mi putita Sidney, pensĂł Cher, no vas a olvidar esta noche, pero no le podrás decir nada a nadie y mañana tu vida será como siempre. Por cierto, ¿por quĂ© no te pasas por el partido de fĂştbol?
Cuando quiso darse cuenta Cher tenĂa tres dedos en su propio coño pero ella tenĂa todo el cuidado del mundo para no rasgarse el himen. Bien, y ahora a por Mary Joe.
En esta ocasiĂłn fue más difĂcil para Cher introducirse en la mente de su presa. Mary Joe no estaba dormida; estaba en una fiesta estĂşpida en la casa de su prima. Aquello era un muermo y los chicos parecĂan mariconas y las chicas, monjas. Cher no pudo entender cĂłmo Mary Joe se lo podĂa pasar bien. Cher se enterĂł de que el tĂo de Mary Joe era un pastor protestante.
Y en aquellos instantes Cher decidiĂł quĂ© hacer con Mary Joe. Bajo los designios de Cher Mary Joe y su tĂo, que se llamaba Sam (y no es coña marinera) se metieron en la cocina y cerraron la puerta. Cher creĂa estar haciendo un gran trabajo al controlar dos mentes despiertas a la vez. Mary Joe cogiĂł un plátano de Canarias (con motitas) del frutero. Lo pelĂł mientras su tĂo se bajaba la cremallera. Mary Joe se puso a cuatro patas y se metiĂł el plátano en su vagina mientras el tĂo Sam le colocaba su pene en su boca y empezĂł a follarle la boca.
El pastor se detuvo, cogiĂł el plátano e hizo que Mary Joe empezase a lamerlo; en ocasiones se lo metĂa todo entero en la boca, en otras solo una parte. Mary deseaba parar pero no podĂa. ProbĂł el sabor de su flujo, completamente avergonzada de lo que le ocurrĂa y terminĂł comiĂ©ndose la banana.
Entonces su tĂo la volviĂł a poner a cuatro patas y le introdujo toda su polla en su culo; el se corriĂł por segunda vez. Cuando se retirĂł de su culo le dio la vuelta a Mary Joe y dejĂł caer el resto de su semen sobre su rostro y su cabello.
Cuando el tĂo Sam y su sobrina regresaron al salĂłn el pelo de Mary Joe estaba recubierto del semen de su tĂo formando costras; los allĂ presentes se percataron al instante de lo que habĂa ocurrido. Se sonrieron y empezaron a murmurar entre ellos pero nadie le dijo una palabra.
Cher era consciente de que aquella serĂa una noche inolvidable para sus amigas. Pero lo mejor de todo es que aquello justamente acababa de empezar.
SEGUNDO CAPITULO
A las cuatro en punto de la mañana Cher se despertĂł con una Ăşnica idea en su mente; no estaba segura de si debĂa revelar su juego a sus victimas o si serĂa más placentero mantenerlas en la más completa oscuridad.
DecidiĂł que por una temporada ella continuarĂa moviendo las marionetas desde las sombras. Aquel domingo Cher, Dion y Tai fueron al partido de fĂştbol. El fĂştbol se habĂa convertido en el deporte de moda; molaba eso de ver a veinte tios jovenes en calzoncillos corriendo detrás de una pelota. Cher se sintiĂł satisfecha cuando vio a Sindey, vestida con un horrendo vestido negro de un par de temporadas atrás y ojeras. Cher se sorprendiĂł cuando vio a William junto a Sidney.
Cher estaba sentada cerca de ellos y les saludĂł. El partido estuvo muy bien. Cuando solo quedaban veinte minutos para el final del partido William se marchĂł del estadio y Sidney bajĂł a los vestuarios. Un gorila de seguridad no le permitiĂł entrar hasta que Cher le hizo cambiar de opiniĂłn con su poder. El segurata no solo la dejo entrar sino que tambiĂ©n entrĂł Ă©l. Una vez dentro se abalanzĂł sobre Sidney y la desnudo. Ella no mostrĂł oposiciĂłn, de hecho, parecĂa disfrutar mientras el la ataba de pies y manos sobre la camilla con la piernas completamente abiertas.
Le acarició el coño con total impunidad, ella únicamente llevaba puesto su liguero negro; el agente se masturbó y se corrió en las braguitas de Sidney, braguitas que utilizó como improvisada mordaza. También le vendó los ojos con su horrendo vestido negro.
Tan pronto como el arbitro dio el pitido final los jugadores entraron en el vestuario y vieron a Sidney espatarrada para su placer; se pusieron como motos Ăşnicamente con verla.
Cher, segura de si misma, jugĂł con la mente de los chicos.
"Vaya un regalo" dijo el capitán comiéndose con los ojos a Sidney. Todos los jugadores se desnudaron y uno a uno se la fueron follando.
Algunos le follaron el coño mientras otros la mantenĂan elevada y le daban por el culo. HabĂa dieciseis jugadores y los dieciseis disfrutaron, de una u otra manera, a su atado y amordazado regalo.
Sidney intentĂł oponerse en un principio pero mientras los chicos la iban violando ella sin saber muy bien como empez&oac
ute; a disfrutar con su violación. Su coño estaba chorreante con sus jugos y el semen de ellos; bueno, una gran cantidad de dicho semen estaba corriendole muslos abajo ya que su vagina era incapaz de absorber una gota más. Estaba llena de semillas de vida.
Cuando los jugadores se cansaron del folleteo se masturbaron al unisono y consiguieron correrse sobre sus pechos y cuerpo. Continuaron jugando con su presente, ahora desatado pero privado de su voluntad desde que Cher estaba al mando.
Los chicos la arrojaron a la ducha y allĂ el portero deslizĂł una pastilla de jabĂłn en su coño; sus gruñidos fueron tan sonoros que los otros jugadores se sumaron a la fiesta. Algunos de los futbolistas conocĂan a Sidney pero aquello no les importaba lo más mĂnimo. Cher estaba contenta.
Cuando Sidney abandonĂł el vestuario estaba tan dolorida y humillada que no se dio cuenta de que no llevaba bragas, un perfecto recuerdo para los jugadores.
Sidney se dio cuenta cuando se sentĂł en el taxi y su maltratado conejito sintiĂł el tacto de cuero del asiento. TambiĂ©n habĂa olvidado que no llevaba dinero (ni en metálico ni en tarjetas) con lo que pagĂł la carrerita con una mamada ya que su coño era incapaz de aceptar más visitante.
Una vez en casa Sidney se sintiĂł proxima al suicidio pero Cher le insuflĂł moral con su poder. Se encerrĂł en la habitaciĂłn y se pasĂł toda la tarde llorando y mojandose su dolorida entrepierna con agua helada.
Cher la dejĂł en paz un par de dĂas, el tiempo suficiente para que los rumores empezaron a circular. La reputaciĂłn de Sidney cayĂł por los suelos y la gente empezaba a susurrar acerca de su actuaciĂłn en el vestuario, y como suele ocurrir en estos casos, exageraban lo acaecido. A Sidney eso no le importaba, tenĂa suficientes problemas por ella misma. Su forma de vstir habĂa cambiado dramaticamente; su minifalda se convirtiĂł en la más corta del instituto, su maquillaje el más depravado y siempre vestĂa en cuero negro. Afortunadamente, pensĂł, no le habĂa pasado nada raro durante los Ăşltimos dos dĂas aunque era incapaz de olvidar el terrible partido.
Aquel miércoles concluyo el castigo de Mary Joe y Cher decidió nuevos planes para ella.
Mary Joe era una racista recalcitrante. La Ăşnica persona de color a la que dirigĂa la palabra era Dion, y no precisamente con simpatĂa.
Cher querĂa que eso cambiase pero no sabĂa exactamente cĂłmo.
TenĂa que conseguir que Mary Joe cambiase de opiniĂłn sobre las gente de color pero creyendo que aquel cambio era enteramente suyo. SucediĂł durante un recreo. Mary Joe entrĂł en el baño y Emmanuel y Charlote, una pareja amiga de Dion (negros) pasaron al lado de la puerta.
Se dieron un beso húmedo antes de entrar en el baño. Mary Joe estaba poniéndose pintalabios cuando vio a la parejita acaramelada. Emmanuel se dio cuenta de que no estaban solos (y era el aseo de las mujeres) y le dijo a Mary Joe:
-Por favor, no le digas nada de esto a nadie.
La respuesta de Mary Joe fue arrodillarse, desabrochar la cremallera de Emmanuel y agarrar su polla negra y dura con sus manos. EmpezĂł a lamer el capullo y lentamente se metiĂł la polla en la boca, hasta la garganta.
Charlotte, en un primer momento demasiado sorprendida para reaccionar, ordenó a Mary Joe que parara. Cuando Emmanuel se la sacó estaba más larga que nunca. Inesperadamente Charlotte se subió la falda, se bajó las bragas y acercó su afeitada entrepierna negra a la cara de Mary Joe.
Mary Joe empezó a lamer el coño de Charlotte y en escasos segundos su lengua estaba hundida dentro de aquel coño mojado mientras continuaba jugando con aquel pollón negro. Emmanuel le ordenó que se echase en el suelo, para lo que Mary Joe tuvo que parar su comida de coño de color.
Una vez en el suelo Charlotte se sentĂł a horcajadas sobre la cara de Mary Joe que reiniciĂł su faena.
Ella sintiĂł aquel pedazo de carne de color en su coño cuando Emmanuel hundiĂł "hasta la bola" su polla en aquel agujero. Ella intentĂł gruñir pero el coño que tenĂa en la boca frenĂł el gemido.
Sus jugos empezaron a fluir, lo mismo que los de Charlotte.
Emmanuel parecĂa un semental con un motor en su interior entrando y saliendo a toda pastilla de aquel hinchado coño.
Charlote se corrió, unos segundos más tarde también lo hizo Mary Joe y Em
manuel continuaba follandose a aquella blanca.
Mary Joe volviĂł a correrse y Charlotte empezĂł a lamerle los durĂsimos pezones. Cuando Emmanuel se dio cuenta de que iba a correrse retirĂł la polla y se corriĂł en la boca de su novia (bueno, algunas gotas acabaron sobre los pechos de Mary Joe). Chorro tras chorro de su semen inundaron la boca de Charlotte quien hizo un esfuerzo para no tragar ni una gota.
Cuando aquello por fin termino Charlotte, con la boca llena de semen, besĂł a Mary Joe y le pasĂł las semillas de su novio. Mary Joe se las tragĂł todas sin rechistar. Unas pocas gotas permanecieron en su barbilla y en las comisuras de sus labios pero ella ni se enterĂł. Se arreglaron y volvieron a clase.
Cuando tres de ellos entraron en clase el resto de la clase se sorprendiĂł de la apariencia de Mary Joe. Su sorpresa se incrementĂł cuando se cercioraron de que el semen en su barbilla era de Emmanuel. Sidney que estaba sentada a su lado se lo comentĂł y le dijo que se limpiara. Mary Joe se sonrojĂł y Cher, quien no estaba lejos, esbozĂł una sonrisa.
DespuĂ©s de diez minutos la aversiĂłn de Mary Joe hacia la gente de color retornĂł con más fuerza si cabe y se sintiĂł asquerosa y profundamente avergonzada. Cuando terminĂł la clase Dion le preguntĂł a Charlotte que habĂa ocurrido y su amiga se lo contĂł con pelos y señales. Las dos rieron.
Por supuesto las noticias corrieron tan rápidas como el viento y la imagen de Mary Joe (que sin ser tan buena como la de Sidney era positiva) se hundió.
Ni Mary Joe ni Sidney jamas volverĂan a estar entre las chicas más popular del instituto. Aquella tarde Cher empezĂł a escribir un diario que mantenĂa oculto bajo llave.
Anne llegĂł a casa de Cher. Patrick no estaba pero eso a Anne no le importaba lo más mĂnimo. A Cher le encantarĂa disfrutar otra tarde como la anterior asĂ que se puso manos a la obra en la mente de Anne.
Cher se dio cuenta de que algo habĂa cambiado en la mente de su amiga; ella antes era poco menos que una mojigata y ahora parecĂa una cortesana.
Anne se desnudo y Cher le dio un vibrador que habĂa encontrado dentro del desastrado cuarto de su hermanastro.
Sin pensarselo dos veces Anne se lo metiĂł en el coño y cuando tenĂa las doce pulgadas en su interior lo conectĂł.
Ella gemĂa y jadeaba como una loca cuando Cher le mostrĂł su propia entrepierna desnuda. Anne empezĂł a comerle el coño a Cher y en esos momentos parecĂa la más experta de las cortesanas sáficas en todo el mundo.
Cher estaba empapada y su coño goteaba como un grifo abierto. Cuando Cher alcanzĂł su tercer orgasmo (Anne habĂa perdido la cuenta de cuántos habĂa tenido ella) se metiĂł en la habitaciĂłn de su hermano y regreso con unas bolas chinas (la habitaciĂłn de su hermano disponĂa de todo un arsenal de juguecitos). Cher empapĂł las bolas con los jugos de Anne y Cher insertĂł todas y cada una de las seis bolas, una a una y muy despacito en el hasta ayer virgen culo de Anne, quien por cierto estaba en el sĂ©ptimo cielo.
Entonces Cher le ordenó a Anne que le lamiera el culo y la lengua de Anne se desplazó hambrienta hacia su destino. Anne acabó metiendole toda la lengua en el culo hasta saborear los intestinos de Cher (es un eufemismo). Realmente aquello era desagradable e incluso asqueroso pero Anne estaba tan mojada y cachonda sumida en su enésimo orgasmo que no se dio cuenta de nada.
Cuando Cher se convenciĂł de que habĂa tenido más que suficiente le ordenĂł a Anne que parase de jugar con la lengua. Cher desconectĂł el vibrador y lo retirĂł; igualmente y con un tirĂłn seco en el hilo de las bolas chinas las quitĂł de golpe del culo de Anne. Ella gritĂł de dolor, de placer y es que no se esperaba aquel final tan sorpresivo. En el fondo tampoco estaba tan mal. Cher se arrodillĂł y empezĂł a lamer los hinchados labios vaginales de Anne, empapandose la barbilla y sorbiendo los jugos de Anne. Cher no habĂa comido coño antes y aquella fue un experiencia excitante que alcanzĂł cimas de inolvidable cuando Anne se corriĂł una vez más; los flujos deslizándose hacia su boca.
-Cher, tu coño dorado me vuelve loca-dijo Anne despues que ambas se arreglasen.
-Me encanta que te guste; pero, ¿quĂ© hay de mis pezones? TodavĂa no les has prestado atenciĂłn-susurrĂł Cher.
-No sabes cuánto lo siento; te prometo qu
e lo hare la proxima vez.
-En otra ocasiĂłn, Anne.
-Ahora mismo me siento como una puta; no hay nada tan dulce como tĂş-dijo Anne.
-Pero, ¿quĂ© hay de tu novio? ¿no te gusta Ă©l tambiĂ©n?
-Si… pero… Eres la más adorable de las amigas que he tenido en mi vida. Prometo limpiarte el altar cada vez que me lo permitas. SerĂ© tu esclava si eso te gusta.
Cher estaba satisfacha; ya hacĂa mucho rato que habĂa parado de controlar la mente de Anne. Ahora la voluntad de Anne estaba incĂłlume y ella la querĂa.
-Nos vemos mañana, Annie.
Después que Anne se marchase Cher corrió a encerrarse en su habitación con su recien estrenado diario.
CAPITULO TERCERO
A Cher se le ocurrieron un montĂłn de ideas perversas para sus dos queridas amigas.
Ya era casi la hora de cierre de los comercios asĂ que no habĂa tiempo que perder. Les ordenĂł que se encontrasen enfrente del cine (que estaba abarrotado) al que solĂan ir (y donde eran muy conocidas) y una vez allĂ entrar en el sex shop que habĂa allĂ al lado. Un montĂłn de la gente que hacĂa cola para conseguir entradas las reconocieron pero no les importĂł lo más mĂnimo a ninguna de las dos.
Una vez en la tienda la dependienta estaba pasando las páginas de una revista de sadomaso esperando a que llegase la hora.
Echaron un vistazo en la tienda y acabaron comprando todo un surtido de vibradores, consoladores, cirios, lencerĂa de lo más atrevida y bolas chinas. Igualmente se comprĂł cada una un muñeco hinchable llamado Rod con un pene de plástico de 13 pulgadas. Sus tarjetas de crĂ©dito consiguieron soportar sus depravadas compras y regresaron a casa con un montĂłn de paquetes enormes y planes.
William, quien no recordaba la violaciĂłn de su hermana, estaba absolutamente seguro de que su adorable hermanita se habĂa convertido en la mayor puta de todo Los Angeles.
Aquella noche ambas durmieron con el mayor de los consoladores enterrado en sus chorreantes vaginas. Cher pensĂł que necesitaban un buen afeitado y eso sin contar de que sus culos continuaba incĂłlumes.
Cher empezĂł a pensar en sus nuevos planes y en su control.
Cher continuaba siendo virgen; ella pensĂł en corregirlo tan pronto como fuese posible. ¿QuiĂ©n serĂa el afortunado en desvirgarla?
Pasaron por su mente infinidad de imágenes de estrellas juveniles de cine pero era incapaz de decidir. Ella querĂa perder su virginidad con un hombre al que no dominase; no querĂa usar sus poderes hipnĂłticos.
Cada dĂa en el instituto se habĂa convertido en un infierno para Sidney y Mary Joe desde que Cher habĂa empezado a juguetear con ellas. Las intenciones del dĂa de Cher eran muy sencillas. DejarĂa en paz a Sidney por el momento y ordenĂł a Mary Joe que se metiese en el baño de los chicos y le hiciera una mamada a cada chico que entrase. TenĂa que tragar todo el semen. De hecho cuando más de quince jovenes habĂan pasado por su cada vez más experta boca su estĂłmago estaba inundado de semen y no podrĂa olvidar en su vida ese sabor.
Pero lo peor que le ocurriĂł fue cuando su primo Jim, quien pensaba que ella era una perra frĂgida, entrĂł en el baño. HabĂa oido hablar de la actuaciĂłn de Mary Joe con su tio pero no creyĂł ni una palabra. Bueno, almenos hasta que vio el semen goteando de su boca en el retrete. Mary Joe se arrodillĂł y desabrochĂłi la cremallera de Jim sin mirarle a los ojos. Cuando tenĂa la polla en su mano y movĂa su boca para chuparle la cabeza el la detuvo.
-Al suelo, perra-ordenĂł
Ella obedeciĂł.
-He venido aquĂ a echar una meadita y lo harĂ©. Bebete esto. De su polla saliĂł un chorrĂł de dorado y caliente pis que caĂa en la boca de su prima, quien se sentĂa tan humillada que pensaba en suicidarse. La lluvia dorada no habĂa caĂdo Ăşnicamente en su boca sino tambiĂ©n en su rostro. Ella lloraba.
Cuando Jimmy terminĂł su quehacer dijo:
-La mejor meada de mi vida. Querida primita, ¿quĂ© hay de la mamada que querĂas hacerme?
Con lagrimas en sus ojos y el más desagradable de los sabores en su boca ella se puso la flacida polla entre sus labios. Empezó a chupar, a moverse de arriba hacia abajo para revivir aquel pene decaido. Aquella fue su mamada más larga, aquel rato pareció durarle un par de siglos hasta
que se dio cuenta de que Ă©l estaba a punto de correrse. El le ordenĂł que parara y le sacĂł el pene de la boca. Se masturbĂł salvajemente y desparramĂł su semen directamente sobre el pelo de ella.
-Yo no soy menos que tu tio Sam, puta-gritó agarrándole la cabeza y volviendo a depositar su exhausta polla en la boca de su prima que empezó a trabajar en ella de nuevo cuando otro estudiante apareció.
-A la cola, chaval-le dijo Jim-¿No te parece que aquĂ huele mucho a orin? Muy bien, Mary Joe-jadeĂł.
Aquello fue una tortura para Mary Joe y Jim todavĂa tardĂł más en correrse que antes; su semen inundĂł la boca de su prima. Jim dio un paso atrás y el otro chico rápidamente metiĂł su polla en la boca todavĂa llena de leche y comenzĂł a bombear rápidamente hasta la garganta; ella se atragantaba con aquella nueva polla dura.
Cuando Cher volviĂł a hacerse cargo de la mente de Mary Joe (la habĂa dejado a la voluntad del mundo durante un rato) se dio cuenta de lo que habĂa pasado. Nunca habĂa oido hablar de lluvia dorada y el descubrimiento le satisfizo. Cuando descubriĂł el semen en el pelo rubio de bote de Mary Joe le ordenĂł que se lo lavase y volviese a clase.
Practicamente todo el mundo sabĂa lo que habĂa ocurrido en el baño de los chicos y la vieron como la más despreciable de las putas. Algunos de sus compañeros que habĂan disfrutado de su boca chismorreaban. Además desprendĂa un profundo odor a orin en sus ropas.
Aquella tarde Cher hizo otra prueba. QuerĂa saber si los demás podrĂan verla si ella les decĂa que era invisible. La prueba fue totalmente satisfactoria y ella decidiĂł seguir degradando aun más a sus amigas.
CogiĂł la videocamara de us hermano y fue a hacerles una visita. Mary Joe estaba sumida en una profunda depresiĂłn y Sidney estaba profundamente preocupada por su mejor amiga. Cher hizo uso de su poder para hacer que Mary Joe citase a Sidney en su casa. AllĂ, en la puerta, Cher esperaba a Sidney invisible y armada con la cama. Cuando Sidney llegĂł entraron en la casa y subieron las escaleras hacia la habitaciĂłn de Mary Joe que tenĂa su cara empapada en lágrimas y se sintiĂł reconfortada con la visita de su amiga.
-¿QuĂ© ha pasado esta mañana?-preguntĂł Sidney.
-No sĂ©. "Algo"… me ha hecho comportarme de forma tan extraña. He chupado más de veinte pollas; mi primo Jim se me ha meado encima…
-¿Pero quĂ© es ese "algo"?
-No lo se Sidney-contestĂł rompiendo a llorar-He estado haciendo cosas terribles durante la semana pasada. Como si yo fuera una puta… y…"algo" hace que me comporte asĂ.
-¿Sabes quĂ©? "Algo" similar me está ocurriendo a mi. Todo el equipo de fĂştbol me violĂł el pasado fin de semana. He comprado un montĂłn de cosas pervertidas-dijo señalando el paquete de consoladores y jueguecitos (solo que estos eran los de Mary Joe).
Cher no estaba grabando aquello ya que querĂa que ellas hablasen libremente para reconfortarse.
Ya está bien, pensó Cher y empezó a grabar de nuevo:
"Vais a afeitaros vuestros coños; los quiero sin el menor rastro de pelo. Podeis usar jabón de afeitar y las maquinillas de afeitar del padre de Mary Joe.Oh, y quiero un plátano bien grande hundido en vuestros coños-ella les ordenó.
Mientras Mary Joe bajaba corriendo a la cocina a recoger los dos plátanos más grandes que allĂ habĂa Sidney buscaba el jabĂłn y las maquinillas. Cher encontrĂł los artilugios que estaba buscando. Cuando se volvieron a reunir en la habitaciĂłn las dos amigas se jugaron a cara o cruz quien iba a ser afeitada antes. Sidney fue la afortunada; pelaron las bananas y las deslizaron facilmente dentro del coño de la otra y es que sus conejitos se habĂan ensanchado bastante por el uso durante la Ăşltima semana.
GemĂan pero Cher les prohibiĂł correrse hasta que ella lo ordenase.
Mary Joe enjabonĂł el encantador vello pĂşbico negro del pubis de su mejor amigo. Era la primera vez que Mary Joe empuñaba la maquinilla asĂ que estaba preocupada de cortar a su amiga. Cuando trabajaba en la parte más delicada, los labios vaginales de su amiga, casi provoca la desgracia pero cortĂł el platano en lugar de los labios internos. Cher se movĂa realmente cerca, tomando primeros planos y fotos; termin&oac
ute; jugando consigo misma manteniendo tan fijo como era posible el objetivo de la camara.
Cuando Mary Joe terminĂł Sidney empezĂł con su entrepierna. Ella era mucho más hábil que Mary Joe ya que se habĂa afeitado las piernas un montĂłn de veces e incluso el pubis en una ocasiĂłn. Una vez que terminĂł sus coños ardĂan de la fricciĂłn y Cher les ordenĂł que se comieran los platanos que habĂa en sus respectivos coños. Se pusieron en la posiciĂłn del 69 y consiguieron comerse los plátanos; como estaban empapados aquello casi se convirtiĂł en una competiciĂłn de comer conejo.
-Levantaos y enseñarme vuestros coñitos depilados-ordenĂł Cher mediante su poder-"SĂ© que quereis correros pero no os preocupeis. Ya os tocará cuando lleguĂ© el momento. ¿Por quĂ© no os meteis un par de dedos en vuestros estuches? Continuad metiendo y sacando los dedos hasta que estĂ©n absolutamente empepados.
Cher le sugiriĂł a Mary Joe que cogiese el consolador de dos puntas e hizo que Mary Joe y Sidney se follasen con el. Ambas jovenes se echaron al suelo unidas por el consolador. Se follaron mutuamente de forma brutal y pulgada a pulgada se metĂan el consolador en sus coños. Cuando el consolador lo tenĂan completamente dentro sus coños estaban separados por menos de un centimetro; el monstruoso consolador estaba en sus cuerpos y sus coños se podĂan tocar.
-Continuar moviendo las caderas. Quiero que lucheis para obtener aun más consolador-les ordenó Cher.
Se movieron tan violentamente como pudieron y sus jadeos y gemidos eran tan estridentes que Cher tuvo un orgasmo.
-Putitas, quiero que os corráis como no lo habéis hecho en vuestras vidas-penso y las jovenes se apretujaron la una con la otra. Sonó como un concierto de heavy metal. El suelo estaba empapado con sus jugos y ellas estaban totalmente unidas a la otra.
Cher lo estaba grabando todo. Menuda pelĂcula estaba haciendo.
-Y ahora, Sidney, por qué no le follas el culo a Mary Joe-pensó Cher.
Sidney sin saber porque se colocĂł su consolador de correa.
-Ponte a cuatro patas Mary Joe-le susurrĂł Sidney.
Mary Joe obedeció y Sidney con su polla de plástico firmemente asentada camino hacia su amiga y puso algo de vaselina tanto alrededor como dentro del culo de Mary Joe. Sidney le lubricó las paredes del ano e intentó meter su consolador, tal vez el más gordo de todo el sex shop; pero Mary Joe era allà tan estrecha que Sidney tuvo que empujar con todas sus fuerzas para hundir únicamente la punta.
Mary Joe lloraba y gritaba con una voz más aguda que la de una soprano. Poco a poco y con una estruendosa banda sonora de chillidos el consolador se fue introduciendo. Cuando la totalidad del pene artificial estaba dentro de Mary Joe Sidney empezó a mover sus caderas.
-Mary Joe, corrĂ©te para mĂ-le sugiriĂł Cher mediante su poder mientras Sidney metĂa y sacaba la polla de goma del culo de su amiga y le abrĂa los labios del coño con sus manos. Mary Joe, con un grito agudo, se corriĂł y sus flujos inundaron las manos de Sidney. Ambas cayeron rendidas al suelo.
Exhaustas por el esfuerzo tuvieron que volver a interpretar la misma escena pero cambiando los papeles.
Cher habĂa conseguido los objetivos de aquel dĂa. Se habĂan afeitado y sus culos nunca más serĂan virgenes.
-Bueno mis chicas, me largo-pensĂł Cher. Ellas no podĂan oirla, ni tan siquiera eran conscientes de los que les decĂa.
-A partir de esta noche dormiréis no solo con un consolador en vuestros coños sino que añadiréis un hermoso pepino bien metidito en el culo, más que nada como un recordatorio. Y mañana por la mañana lo lamereis hasta que no le queden restos de vuestros intestinos. Buenas noches.
Aquella noche los culos de sus amigas se ensancharon muchó más con los descomunales pepinos pero eran incapaces de luchar contra los designios de Cher.
Al dĂa siguiente Mary Joe no fue al instituto asĂ que Cher le "recomendĂł" que se metiese todo lo que tuviese a mano en cualquiera de sus orificios. Y como castigo Cher no le iba a permitir correrse.
Sidney si que fue a clase pero a duras penas si pudo sentarse de tanto como le dolĂa el culo.
CAPITULO CUARTO
Aquella mañana tenĂan su clase sexual de sexo. Aquello era un coñazo, totalmente teĂłrico y ni una imagen. Cher quiso animar la clase para lo que hizo
que Sidney se corriese tan sonoramente como lo hizo la noche anterior con el consolador de dos cabezas. Cuando Sidney hubo terminado toda la clase la ovacionĂł, creĂan que fingĂa; ella estaba completamente ruborizada.
-Una actuaciĂłn increĂble, Sidney-le dijo Cher más tarde-¿La habĂas hecho antes?
Sidney no respondiĂł y Cher no le forzĂł a hacerlo. El profesor, un gordo cincuentĂłn, llamĂł a Sidney a su despacho. QuerĂa saber porque Sid habĂa actuado de aquella manera. Ella le dijo al profesor que no lo sabĂa pero Cher le metiĂł en la cabeza el irrefrenable deseo de hacerle una mamada.
El profesor se quedó atónito con su regalo. Era un viejo verde con ninguna posibilidad de disfrutar de carne tan joven. Se corrió en la boca de la joven y posteriormente se folló su dolorido coño.
-Mereces que se te castigue, putita-dijo el profesor-Vendrás aquà en cada recreo y ya te enseñaré yo de sexo.
Sidney se dio cuenta de que estaba metida en un marrĂłn de consideraciĂłn.
Mary Joe se follĂł con todos y cada uno de sus consoladore y vibradores. Rod, su muñeco de goma, le habĂa penetrado (ya el culo, ya el coño) en no menos de veinte ocasiones aquella mañana y estaba reventada. Lo intentĂł con todas sus fuerzas, con absolutamente todo lo que tenĂa a mano pero fue incapaz de correrse.
Cuando Cher llegĂł a su casa se dio cuenta de que Mary Joe estaba tan hecha polvo que se habĂa quedado dormida con un pepino descomunal en el culo, una zanahoria y algunas cerezas en su coño y Rod en la boca.
Cher sintió pena de Mary Joe y le concedió un orgasmo. Mary Joe se despertó con un interminable chorro saliéndole de la vagina (el resultado de todos sus infructuosos abusos aquella mañana). Cher la dejó en paz por el resto de la tarde.
La fortuna, por el contrario, no sonriĂł a Sidney. Cher hizo que cogiese un inmenso tapĂłn anal y que se lo metiese en el culo con la orden expresa de llevarlo puesto toda la tarde.
Cuando Cher oyó a su hermanastro hablar de un fiesta salvaje en la Universidad (sexo, drogas y alcohol) ella pensó que aquel era un evento idóneo para sus amigas. Les sugirió que fuesen al edificio de la fraternidad con sus uniformes de puta. Cuando llegaron absolutamente nadie les prestó atención. Tal vez fuesen las más jovenes pero sus atrevidas vestimentas no desentonaban ni un ápice. Más de la mitad de la gente estaba borracha y sus amigas no se lo estaban pasando bien asà que Cher les ordenó que se metieran en el servicio y suministrasen una buena ración de sexo oral para todo el mundo.
En menos que canta un gallo los chicos se alinearon a la puerta. Cuando Sidney se la habĂa mamado a dos chicos y Mary Joe a tres uno de los miembros veteranos de la hermandad las descubriĂł y se le ocurriĂł algo mejor que hacer con ellas. Por supuesto el poder de Cher yacĂa en aquella decisiĂłn.
-¿QuĂ© estáis haciendo aquĂ, zorritas? ¿Por quĂ© no os unĂs a la fiesta? Venid conmigo-dijo.
Un par de tipos bebidos las agarraron, les arrancaron la ropa y las ataron sobre una gran mesa, brazos en cruz y con las piernas absolutamente abiertas, cabeza contra cabeza.
-¡CompeticiĂłn de conejitos!-gritĂł uno de ellos.
Un par de hileras se formaron al instante a sus pies y los chicos se bajaron los pantalones. En la fila de Sidney habĂa al menos treinta tios por veinte en la de Mary Joe. El resto de la multitud rodeĂł la mesa animando a los participantes.
-Chicos, igular las filas-mandó el presidente de la Hermandad. Se formaron dos filas de veinticinco.-Hermanos ya os sabéis las reglas. Vais a follaroslas hasta que os corrais. Y cuando os hayais corrido dejar sitio. La primera de estas dos adorables zorras que consiga que se corran todos los de su fila gana.
Los primeros dos folladores tomaron sus posiciones y el arbitro, el hermano que las habĂa descubierto, dio un pitido. Empezaron a bombear como animales en celo, era una competiciĂłn. De repente y sin que nadie se lo esperase, un par de chicas saltaron sobre la mesa, se bajaron las bragas y se sentaron a horcajadas sobre las caras de las dos jĂłvenes que tuvieron que comer conejo mientras eran folladas por un montĂłn de tios hambrientos.
-Arbitro-dijo una de las chicas-La primera de ellas que haga que una de nosotras se corra, gana.
-Eso no está en las reglas pero nada impide una competición amistosa-dijo el
árbitro.
El follador de Sidney fue el primero en correrse y fue reemplazado por el segundo de la fila. En aquellos instantes los coños de las chicas eran tan anchos que dificultaban que los chicos se corrieran.
Aparecieron dos cubos en la habitaciĂłn y los chicos que no participaban empezaron a masturbarse y a mear dentro de ellos; se corrieron dentro de los cubos y cuando estuvieron llenos derramaron la mezcla de semen y orin sobre las chicas para refrescarlas.
Sidney iba en cabeza, doce de sus chicos se habĂan corrido por solo diez de los de Mary Joe. En eso de comer coño la cosa era distinta. Mary Joe era mucho más habilidosa y el coño que cubrĂa su rostro derramĂł sus jugos dentro de su boca. El decimosexto chico que se follaba a Sidney tardĂł una eternidad y Mary Joe recuperĂł terreno. Finalmente Sidney venciĂł derrotando a su amiga por tres chicos.
-Ha sido la más corta de nuestras competiciones. Sidney es nuestra nueva recordwoman-dijo el arbitro.-Me encantarĂa que os recuperaseis del esfuerzo y para eso os proporcionamos este tratamiento.
Las chicas fueron desatadas pero no podĂan mantenerse en pie ya que sus piernas estaban tan dĂ©biles y sus coños practicamente partidos del abuso. Uno de los hermanos puso elos cubos en el suelo y les dijo a Sidney y Mary Joe que se arrodillaran.
-Y ahora os bebereis el resto…YA.
Las cabezas de Sidney y Mary Joe fueron hundidas entre los cubos llenos de semen y orines. SabĂan que se lo tenĂan que beber todo con las manos atadas a su espalda. Lo hacĂan ansiosamente mientras otras chicas en la fiesta se pusieron a mear dentro de los cubos y sobre sus cuerpos.
-Qué sabor más delicioso-dijo el árbitro-Qué pena, es todo para nuestras damas.
Las chicas sintieron nauseas y asfixia al tener la cabeza hundida en los cubos mientras algunos chicos continuaban masturbándose llenando los cubos con más semen.
Cuando uno de los hermanos empezĂł a echar vodka Sidney cogiĂł la botella y pegĂł un trago que fue jaleado por la multitud intentando hacer desaparecer aquel sabor de su boca. Mary Joe se terminĂł su cubo y el arbitro levantĂł su mano. Su cara estaba empapada en semen. Sidney habĂa perdido y como castigo la volvieron a subir a la mesa donde otros diez chicos (que ya habĂan eyaculado como mĂnimo dos veces previamente) se la follaron. Un hermano cogiĂł el cubo y derramĂł el contenido de semen-orin-vodka sobre Sidney. Entre risas una de las chicas se subiĂł a la mesa y meo en la cara de Sidney.
-Y ahora me toca-dijo el arbitro-Dar la vuelta a la perra-ordenĂł y algunos miembros de la hermandad giraron el debilitado cuerpo de Sidney haciendo que su culo sobresaliese de la mesa.-Separarle las piernas-dijo a dos hermanos que cogieron los tobillos de Sidney y fueron incrementando la separaciĂłn de sus piernas.-Arriba el culito-dijo el arbitro al mismo tiempo que enterraba su gigantesco pollĂłn en el culo de Sidney. Ella gritaba desconsoladamente mientras la polla entraba y salia de su congestionado orificio y los dos chicos le abrĂan más las piernas llegando casi a partirla.
-Os haremos un regalo, pequeñas zorritas-dijo el árbitro-Os llevareis un inolvidable recuerdo de esta noche.
Una de las chicas de la fiesta trajo una caja. Estaba llena de aros, anillos y otros elementos de piercing. A Mary Joe le colocaron aros en sus pezones, su ombligo, su nariz y en distintas partes de sus orejas. Con cada pinchazo Mary Joe chillaba.
-Y para ti, la medalla especial-gritĂł el árbitro mientras se corrĂa en el culo de Sidney.
A Sidney le perforaron los pezones, el ombligo y tres anillos en cada uno de sus labios vaginales. Ella gritaba, lloraba y luchaba con todas las escasas fuerzas que le quedaban pero los chicos que la sostenĂan eran demasiado fuertes para ella.
-Vaya una entrepierna más deliciosa. Creo que voy a estrenar este coñito-dijo el arbitro que se follĂł a la inmĂłvil Sidney sobre la mesa. Ella sentĂa un agudo dolor en su vagina mezcla de los anillos que la partĂan y de la fricciĂłn de la polla. El hermanastro de Cher, bajo el influjo de su hermanita, grabĂł toda la fiesta.
Un par de miembros condujo a las chicas a sus casas pero Sidney y Mary Joe estaban tan hundidas que practicamente no pudieron entrar en sus casas. Se fueron a la cama con sus consoladores en sus doloridos coños, un pepino en sus culos y el más desagradable de los sabores en sus bocas.
Aquella mañana de sábado Cher vio la pelĂcula de la fiesta. SintiĂł pena por sus
amigas pero ella se lo estaba pasando de coña. Sus reputaciones se habĂan hundido irremisiblemente y Cher sabĂa que ellas estaban al borde del suicidio por la vergĂĽenza.
Anne fue a visitar a Cher. La rubita estaba tan cansada que invitĂł a Anne a meterse con ella en la cama. Una vez allĂ Cher le comiĂł el coño a Anne bajo las sabanas. Más tarde sus cuerpos estaban tan unidos que parecĂan un solo ser. Sus lenguas en contacto, sus cuerpos sudorosos tan cercanos como era posible. Cher condujo a Anne a su entrepierna y la pelirroja empezĂł a trabajar en el altar dorado de su amiga. Cher disfrutaba una barbaridad siendo comida que querĂa pasarse el resto de la vida con una lengua en su rajita, lamiĂ©ndole los labios, acariciándole el clitoris.
Cher querĂa una complice en sus actuaciones, aquello serĂa mejor que compartirlo con el resto del mundo. Con la lengua de Anne hundida en su coño haciendo que Cher se corriese una y otra vez Cher decidiĂł que Anne era la perfecta confidente, tan profundamente enamorada que Cher estaba segura de que estarĂa controlada.
-¿Anne, crees que soy una perra?
-¿CĂłmo?¿TĂş una perra? Eres la más adorable de las personas que he conocido en mi vida.
-Tal vez no tendrĂas esa opiniĂłn si supieses las cosas perversas que he hecho. ¿Recuerdas a Sidney y a Mary Joe? Las he convertido en putas y practicamente las he conducido al suicidio con tanto abuso como han sufrido de mi; y lo mejor de todo es lo bien que me lo estoy pasando.
-Si te lo pasas bien no puede estar mal. Cualquier cosa que te satisfaga es una cosa fantástica. ¿QuĂ© les has hecho?-preguntĂł Anne. Cher no respondiĂł. Se levantĂł, enchufĂł la camara y la tele. Anne vio las filmaciones y se metiĂł en su coño todo lo que pudo. Aquella no era la reacciĂłn que Cher esperaba. Pensaba que Anne era una adulta razonable y que aquella pelĂcula la pondrĂa enferma. Todo lo contrario, Anne estaba consiguiendo sus mejores orgasmos, tal vez lo mejor que habĂa visto, antes de las cosas que ocurrieron en la fiesta de la hermandad.
-Patrick me hablĂł del piercing-dijo Anne cuando recuperĂł el aliento-Quiere que me perfore el ombligo y tal vez lo haga; ¿deberia?
-¿No crees que soy una perra?-preguntĂł Cher por segunda vez.
-Por supuesto que no. Están pasando los mejores momentos de sus vidas. Tal vez no lo piensen en estos momentos pero ya lo descubrirán como yo lo hice.
-DeberĂas saber que use poderes hipnĂłticos en ti.
-Y no sabes cuanto te lo agradezco. Mi vida ha cambiado, cada dĂa, cada hora es una nueva experiencia. Mi lado oscuro ha nacido a la vida. Sigo siendo una buena estudiante, una autĂ©ntica persona solo que no tan tĂmida y todo eso te lo debo a ti.
-¿Y quĂ© piensas que deberĂa hacer ahora?-preguntĂł Cher.
-Tal vez decirmelo todo desde el principio. Entonces igual lo arreglamos.
Cher le confesĂł a Anne todas las cosas perversas pero Anne cada vez estaba más excitada. Su coño estaba ardiendo y le pidiĂł a Cher que se lo comiese. Cher le comiĂł el conejo a su amiga terminando con su cabeza bañada en los jugos femeninos y con el clĂtoris de Anne entre sus dientes. Anne gemĂa tan sonoramente que no escucharon a Patrick. Cuando vio a su hermanastra arrodillada comiĂ©ndose a su novia tuvo una erecciĂłn instantanea. Cher estaba tan hundida en las piernas de Anne que ni se enterĂł de que su hermanastro estaba en la habitaciĂłn disfrutando el espectáculo.
-Muy bien, mi pequeña putita adolescente. Por quĂ© no te follas a mi novia con tu puño-dijo deseando que Anne se sintiese humillada. No estaba celoso viendo como le comĂan el coño a su novia. Cher obedeciĂł a Patrick, tampoco era nada malo. Si su hermanastro intentaba hacerle algo que ella no quisiera solo tenĂa que usar sus poderes para detenerlo. Su mano se deslizo con pasmosa facilidad dentro del coño perfectamente lubricado; Anne gemĂa todavĂa más alto.
-TodavĂa se la puedes meter más, hermanita-dijo Ă©l y Cher continuĂł empujando rotando ligeramente su muñeca en el coño de la novia de su hermanastro. Nunca habĂa estado tan profundamente dentro de nadie, casi hasta el codo. Cuando Cher no pudo enterrar más su brazo Patrick hizo una foto para tenerla como recordatorio.
Cher se dio cuenta de que la mente de su hermano era la más fuerte a la que ella se habĂa enfr
entado. Cher retirĂł el brazo empapado en jugos vaginales y empezĂł a chuparselo. Patrick se bajo la cremallera del vaquero y su polla apareciĂł erecta como un obelisco.
-Cher, chupame la polla-ordenĂł y Cher se arrodillo y se metio la inmensa polla de su hermano en la boca. Nunca le habĂa hecho una mamada a nadie. LamĂa la cabeza, intentando meterse todo el monstro hasta la garganta. Patrick la ayudĂł moviendole la cabeza y ella pudo sentir como aquel pedazo de pene se iba haciendo más y más grande dentro de su calidez. De repente ella se dio cuenta de que era la voluntad de su hermano la que se imponĂa. Ella no podĂa o no querĂa controlarle.
Cher se esforzĂł y usĂł sus poderes para pedirle a Anne que le comiera el coño. Fue un Ă©xito, tal vez Patrick se habĂa vuelto inmune a sus poderes. Aquella polla en su garganta la estaba ahogando. La lengua en su coño hacĂa que Cher disfrutase su tarde más inolvidable. Patrick se corriĂł en la boca de Cher quien se tragĂł todo el lĂquido. Ella no sabĂa cuantas veces se habĂa corrido en la boca de Anne. El pene de Patrick recobrĂł la erecciĂłn y cuando Cher creĂa que aquel pedazo de carne iba a desvirgarla su hermanastro hundiĂł su pene en el dilatadisimo coño de Anne, echada en el suelo con su lengua en el dorado coño de Cher siendo follada por Patrick. Cher, durante breves instantes, deseo que Patrick la violase; estaba tan cachonda y mojada que practicamente le pidiĂł que la follara pero su polla estaba muy dentro de Anne.
Un cuarto de hora más tarde todo habĂa vuelto a la normalidad. Patrick y Anne parecĂan una pareja de estudiantes de psicologĂa y Cher una adolescente con angelical rostro.
-Vi ayer a tus amigas Sidney y Mary Joe-dijo Patrick-Fueron la principal atracciĂłn de la fiesta.
Cher y Anne sabĂan de lo que hablaba pero fingieron que no.
-¿QuĂ© hicieron?-preguntĂł Cher.
-Tal vez no deberĂas oirlo. Se han convertido en una asquerosa pareja de putas.-Con aquello daba por zanjada la conversaciĂłn. Afortunadamente no sospechaba de su hermanastra. Cher descubriĂł que podĂa navegar por la mente de Patrick pero no influir en Ă©l. AprovechĂł para descubrir sus fantasĂas más perversas que le gustaron tanto que decidiĂł ponerlas en práctica con Sidney y Mary Joe.
CAPĂŤTULO QUINTO
Sidney no pudo quitarse el sabor del pis y del semen de su boca. Se habĂa cepillado con saña los dientes infinidad de veces y habĂa comido todo tipo de alimentos de sabor penetrante pero no funcionĂł. Todo su cuerpo estaba dolorido, sus anillos le dolĂan, particularmente los que tenĂa en sus todavĂa hinchados labios vaginales. Sus padres empezaron a sospechar de su comportamiento, su inusual interes en los pepinos y la forma en que habĂa cambiado de vestuario. Estaba tan humillada que querĂa matarse.
Mary Joe no estaba mucho mejor que su amiga. Sus piercings no estaban tan ocultos y todo el mundo podĂa verlos. Afortunadamente no le tocaron los labios vaginales y el dolor se le iba pasando. Pero todavĂa podĂa oir los infrahumanos gemidos de Sidney mientras los animales le perforaban las más delicadas de sus carnes. Tampoco podĂa olvidar sus pezones perforados y el piercing de su lengua le dolĂa incluso cuando bebĂa agua. Se habĂa acabado por acostumbrar al sabor de semen y sabĂa que no podrĂa deshacerse de Ă©l.
Algo extraño evitaba que ambas chicas se quitaran los aros.
Cher se puso a revolver entre los papeles de su hermanastro buscando sus revistas guarras; sabĂa lo que buscaba y al final lo encontrĂł. QuedĂł sorprendida cuando vio las fotos y leyĂł el texto. Selecciono uno de los anuncios, el que le pareciĂł más cruel y Cher eligiĂł a la afortunada para aquella sesiĂłn especial. La china le correspondiĂł a Sidney; tenĂa otra sorpresa preparada para Mary Joe.
Mary Joe y Sidney se reunieron en la casa de Sid. Se metieron en su habitaciĂłn y repitieron la ceremonia del afeitado. Cher, quien se lo habĂa sugerido, tambiĂ©n querĂa que se hicieran una comidita. Mary Joe prestĂł especial atenciĂłn a los anillos en los labios de Sidney quien acabĂł sintiendo una mescolanza de dolor y placer en su interior. Tal vez los piercings no fueran tan malo al final.
Cher liberĂł sus mentes pero ellas continuaron enfrascadas en su brutal 69 y posteriormente hicieron uso del consolador de dos cabezas por su propia volun
tad. Cher estaba autĂ©nticamente complacida, sus amigas se habĂan convertido en genuinas zorras. Su trabajo estaba muy cerca de su finalizaciĂłn. Sus Ăşltimas ideas constituirĂan un climax adecuado. La sorpresa de Cher se incrementĂł cuando vio que Sidney cogĂa el consolador de correas, se lo ataba a la cadera y daba por culo a Mary Joe.
Cher le dio a Sidney su Ăşltima orden, tenĂa que ir aquella tarde a la direcciĂłn del Maestro. Cher, invisible, la acompañó. Sidney tocĂł el timbre y una mujer calva abriĂł la puerta.
-TĂş eres Sidney, verdad.
-Si.
-El maestro te recibirá en un par de minutos, ven conmigo.
El maestro tenĂa treinta años, sonrisa franca e inteligentes ojos.
-TĂş eres Sidney.
-Si.
-De ahora en adelante dirás SĂ, maestro-dijo-¿Estás segura de que quieres lo que tengo para ti?
Sidney no sabĂa de que estaba hablando pero sin el menor rastro de duda respondiĂł:
-Estoy aquĂ. Si, estoy segura, maestro.
-Eres la más joven de mis esclavas. No deberĂa admitirte como cliente, me puedes meter en un monton de problemas-de hecho sin la intervenciĂłn de Cher el jamás hubiese admitido a una menor como esclava.-Sidney, entra en el salĂłn de juegos-ordenĂł su maestro. Ella se sintiĂł horrorizada cuando vio la habitaciĂłn, espejos por todas partes, cadenas, esposas y toda clase de instrumentos extraños y amenazadores.
-Esclava, desnudate, despacio. Quiero disfrutar tu cuerpo-ordenĂł el maestro y Sidney obedeciĂł.
Cher estaba grabando la sesiĂłn mientras Sidney se quitaba con la mayor sensualidad posible su sujetador y sus bragas. El maestro la estaba estudiando y quedĂł impresionado por sus piercings.
-Te han hecho un trabajito muy mono-dijo estudiando los anillos en su coño. Se dio cuenta de que eran bastante recientes.
-Zorra, ven aquĂ-dijo atando sus tobillos a sus caderas y elevandolos por encima de su cabeza. El la continuĂł elevando hasta que sus pies practicamente tocaban el techo. El maestro tambiĂ©n le atĂł una barra separadora a sus tobillos.
-No intentes luchar, bruja. Esto empezará en un par de segundos. El cogiĂł una pala y empezĂł a golpearle el culo. Sidney gritaba de pura rabia mientras su trasero se enrojecĂa. El maestro paro unos segundos y le colocĂł unas pesas en los aros de sus pezones que empezaron a dilatarse y ella pensaba que llegarĂan a romperse. Le acariciĂł la rajita jugando con los anillos. Su coño estaba seco pero eso lo resolviĂł en un momento.
-No te lo estas pasando bien, perra. No te preocupes, lo harás-VolviĂł a golpearle el culo todavĂa más fuertemente. Cuando termino con la paliza su culo habĂa adquirido un color más rojo que el de los tomates. Sidney pudo verse el trasero reflejado en un espejo.
-Esto ha sido un aperitivo. Lo de verdad empieza ahora.
La bajĂł y le desatĂł las muñecas y la barra separadora. Un par de ayudantes enmascarados le prepararon unas cuantas cuerdas con las que la atĂł a unos ganchos que habĂa en el techo. El maestro empezĂł a atar cuerdas a cada muñeca y tobillo de Sidney. Le puso un collar y le atĂł una quinta cuerda al mismo. Sus piernas estaban absolutamente separada, quedando del todo expuesta. Le colocĂł una mordaza de bola en la boca.
-No quiero que una perra me moleste al vecindario. Si cierras los ojos pararé hasta que los abras. Tienes que ver todo lo que voy a hacer; para algo están los espejos. Cogió un gato de nueve colas y dio un golpe al aire.
-Después de cada azote quiero que levantes tus caderas para que tus labios queden a la vista. Voy a ponerte vaselina, no disminuirá el castigo pero evitará que sangres.
AplicĂł vaselina en los labios perforados y empezĂł a azotarle el coño abierto. Sidney no podĂa creer que pudiese existir un dolor tan intenso. LevantĂł sus caderas por quinta vez pero no pudo hacerlo en una sexta ocasiĂłn.
-Has desobedecido a tu maestro. Serás castigada.
Él frotó la dolorida vagina de Sidney que empezó a sentir un insoportable dolor. Él alcanzó un pepino y se lo metió en el culo. Ella no reaccionó como el esperaba, estaba bastante acostumbrada a ese tipo de vegetales.
-Joder, podrĂa aparcar todo un autubus en tu puto culo-gritĂł.
LlamĂł a una de sus ayudantes, una mujer enmascarada con anillos en sus pezones unidos por una cadena de oro. TambiĂ©n tenĂa un anillo descomunal en su coño conectado mediante una cadena a su collar. El maestro la ordenĂł que le metiese todo el brazo en el culo a Sidney. La esclava quitĂł el pepino y metiĂł su puño en las entrañas de Sidney que intentaba luchar, con escaso Ă©xito, contra la invasiĂłn. Cuando el codo de la esclava ya estaba hundido el maestro volviĂł a azotarle el coño. TambiĂ©n golpeaba el brazo de su ayudante pero ella ni rechistĂł.
El maestro la azotĂł no menos de cincuenta veces, ella elevaba sus caderas despues de cada azote y no cerrĂł los ojos. Cuando terminĂł la sesiĂłn el la desatĂł y se despidiĂł.
La entrepierna de Sidney estaba tan hinchada como si un billĂłn de avispas le hubiesen picado. No podĂa caminar, su cara estaba empapada de lágrimas y el culo parecĂa no pertenecerle. La esclava-ayudante ayudĂł a Sidney a vestirse y la metiĂł en el coche en que tambiĂ©n estaba Cher.
-A ti ya se te ha acabado la fiesta-le dijo Cher a Sidney durante el trayecto-Ahora le toca a Mary Joe.
Cher reconfortĂł la mente de Sidney, era la Ăşltima vez.
Cher y Sidney fueron a la casa de Mary Joe. Cher hizo que la rubia teñida les abriese la puerta y les esperase en su habitaciĂłn con Blinky, su gran danĂ©s. Cher ordenĂł a Sidney que se sentase en la esquina mientras hacĂa que Mary Joe se desnudase y se untase tanto el coño como el culo con miel. Blinky no reaccionĂł pero Cher sugiriĂł a Mary Joe que se aproximase al perro. Cuando Blinky olfateĂł la miel empezĂł a lamerla, hundiendo su larga y calida lengua en la vagina de Mary Joe. Ella se puso a cuatro patas mientras el perro continuaba lamiendole el coño. Se moviĂł y el enorme gran danĂ©s la imitĂł lamiĂ©ndole la miel del culo. Al final el gigante danĂ©s saltĂł sobre ella y le metiĂł su desproporcionada polla en su coño. El polvo durĂł mucho rato con Mary Joe continuamente corriĂ©ndose mientras el mostruo le metĂa y le sacaba el pene. Cuando Blinky se corriĂł dentro de Mary Joe ella cogiĂł su pene flacido y se lo puso en la boca. ChupĂł la polla del perro, dandose cuenta de cuan diferente era el sabor de su semen.
-Pasénlo bien-pensó Cher cuando abandonó a Mary Joe a cuatro patas, Blinky dándole por culo y Sidney arrodillada en una esquina.
El siguiente lunes Sidney y Mary Joe no fueron al instituto. Sidney estaba recuperándose de la sesiĂłn con el maestro y Mary Joe, jugando con Blinky. Cher hizo uso de su poder para que la profesora de biologĂa les pusiese una pelĂcula; no le resultĂł difĂcil que la pelĂcula emitida fuese la que habĂa rodado con sus amigas.
Todo el mundo en el instituto fue participe de las acciones de sus compañeras; no volvieron nunca más al instituto.
Sidney y Mary se fueron a vivir a Las Vegas donde trabajaron como strippers. Un par de años más tarde abrieron un burdel y ganaron suficiente pasta como para permitirse sus más ocultas perversiones. Mary Joe adoraba a los animales (no solo a los gran daneses) asà que se compró una granja y Sidney se convirtió en la dueña del negocio.
Cher no volviĂł a meterse con ellas, unicamente visitĂł en un par de ocasiones sus mentes para saber de sus vidas.
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