Recuerdo a mi prima con sus lentes de carey y brakets cuando
tenía 15 años fue el día en que los acompañé a despedir a mi tío en el
aeropuerto, quien se iba al extranjero a trabajar y enviaría remesas para
mantener a su familia.
Habían pasado cinco años. Mi tía me había llamado para que
fuera su pareja en la fiesta de promoción de su hija y ayudarla con los
arreglos de su casa.
Por alguna razón desconocida tengo la habilidad de sondear la
mente de las personas, hallar sus pensamientos reprimidos, sacarlos a la luz y
en base a esos oscuros pensamientos controlarlos.
Cuando llegué a casa de mi tía ella vestía un vestido de
tiras, de tela ligera de color negro con flores estampadas que dejaba ver el
nacimiento de sus grandes pechos me abrazó y al hacerlo se levantó un poco su
vestido, mi mirada bajó y vi un short de jean que tenía puesto bajo el vestido.
Mientras que mi prima, Mariana, quien está en la flor de su juventud, con sus
19 años, con un top el cual deja ver su ombligo me hizo dar cuenta que había
crecido mucho estaba junto al sillón jugando en el Wii, tan entretenida que no
se percató que su chompa dejaba ver el nacimiento de sus tetas, grandes y
firmes las cuales se bamboleaban con sus movimientos en el juego. Desde esa vez
dejé de verla como la niña mocosa y llorona que venía a mi casa, para verla
como la mujer que se había convertido y empecé a desearla.
Mi tía se mostró afectuosa en todo momento. Sondeé su mente y
en la profundidad de sus pensamientos se sentía sola, estaba cachonda. Cinco
años de abstinencia sexual habían hecho merma. Y me veía a mí, a su sobrino de
22 años como una pareja deseable. Por lo que sería fácil dominarla.
Una vez que mi prima se fue al instituto de educación —con su
uniforme, el cual consistía en un vestido largo hasta la altura de sus
rodillas, medias largas de color blanco y una blusa gruesa con su cabello atado
en un severo moño— me quedé a ayudar con las labores domésticas a mi tía, quien
llevaba puesto otro de sus vestidos de una sola pieza.
Era el momento perfecto de actuar. Derribé la barrera mental
del pudor, ella en el fondo quería ser dominada. Luego le dije:
- Tía, ¿cómo te sientes?
- Bien, sobrinito precioso.
- Desde hace cuándo no lo has hecho. —Mientras acariciaba sus
hombros.
- Desde que se fue tu tío. —su respiración se aceleró.
- Quieres ser tocada, deseas ser tocada.
- Sí, sobrinito precioso. —Nos dimos un beso francés.
- ¿Quieres que te haga el amor? —besaba su cuello y rostro
mientras acariciaba sus caderas.
- Sí, sobrinito precioso. —con voz entrecortada.
- Vamos tu cuarto. —moví la tira y el vestido se deslizó
hacia el suelo.
- Vamos, cariño. —se había quedado en ropa interior, salvo
por el short.
- Bésame. —A la luz del cuarto podía ver sus carnes,
ligeramente subida de peso pero con sus grandes tetas y caderas.
- Sí, bebé lindo —me acarició mientras lo hacía, mientras
desabrochaba mi camisa y pantalón.
- ¿Estás cachonda? —abrí y deslicé el short mientras tocaba
sus bragas
- Sí, sobrinito precioso. —su respiración era muy acelerada y
podía sentir la humedad de sus bragas, las cuales acaricié.
- Ahora yo soy tu señor y te harás lo que te pida. Besa mi
cetro. —eso la excitó más. Sus bragas ya estaban completamente mojadas y la
humedad se resbalaba por sus piernas.
- Sí, mi amo. —con una sonrisa pícara y con gran ansiedad.
- Empieza —se puso de rodillas y empezó a mamar mi verga.
- Uhhhmmm. Mmmunmnmmmmmm —acariciando mis piernas.
- Puedes masturbarte. —mi respiración estaba más agitada con
la espectacular mamada.
- Gracias, mi señor —levantó la cabeza para decir eso. Y
empezó a mamar con más ganas. Con su lengua chupó alrededor de mis huevos y se
metió el capullo completo a su boca.
- Eres muy guarra. Seguro has hecho esto muchas veces. —yo
estaba en la gloria por la pasión de mi tía.
- ¡No! Ughggh. Nun –ghh- ca -mmmmmhh —sin sacar la boca de mi
verga.
- Ahora te haré mía. —la tiré a la cama y le quité el sostén
y las bragas empapadas. Deslicé mis dedos comprobando la humedad de su concha y
me acerqué a ese olor embriagante, empecé a besar su cueva y a jugar con sus
pendejos.
- Oh, ahhhhhmm, m,mmmm —Mi tía se retorcía en la gloria.
Deseaba ser empalada de una vez de forma violenta y salvaje, pero en su estado
de sumisión no podía pedir nada.
- Ahora abre las piernas maldita ramera, voy a clavarte.
- Sí, hazlo. Muerooooo de ganasssss mmmmmm —Su vagina estaba
muy lubricada, apretada y caliente. Por lo que mi pene luego de entrar con
facilidad en su cueva, pero lo aprisionó la estrechez, podía sentir su vulva
palpitante y quemante, la contracción de sus músculos vaginales.
- ¡Tómalo!, ¡tómalo, tía! —Empecé con un mete-saca cada vez
más rápido hasta que acabé dentro. Un mar de semen inundó sus entrañas e hizo
que se corra. Su cara estaba deformada por el placer y la abstinencia.
Luego fuimos al baño a ducharnos y lo hicimos nuevamente en
la ducha. Me encantaba tenerla como perra, así que la puse en cuatro patas y la
empecé a clavar de forma violenta. Luego casi al terminar la puse boca arriba y
le hice una cubana hasta que me corrí en sus tetas.
Descansamos y empecé en con las labores de la casa. Mientras
mi tía hacía el almuerzo.
- Puedes ponerte tu vestido, pero sin nada más abajo. —De esa
manera podía cogerla cuando quisiera y de manera rápida.
- Sí, sobrinito precioso —me besó en la boca y sus ojos
estaban brillantes. Su rostro tenía una expresión completa de felicidad e
incluso en su andar habría cobrado más sensualidad.
Pasaron las horas. Había movido parte los muebles de la sala
y los tapé con plástico para pintar el techo y las paredes de la sala. Desde
donde estaba podía ver a mi tía con su vestido. Ya sin el brasier se notaban
sus pezones erectos. Terminé de pintar rápido y mientras secaba la pintura me
dirigí a la cocina.
Mi tía estaba inclinada en la cocina moviendo la olla con el
guiso. Se podía ver la parte alta de sus piernas. Me excitaba el pensar que no
tenía nada debajo del vestido.
Levanté el vestido a la altura de sus caderas y las acaricié,
así como sus glúteos y la selva peluda de su concha, a la cual metí dos dedos y
los movía de manera circular. Mi tía empezó a jadear.
- ¿Alguna vez lo has hecho por el culo? —La expresión de mi
tía fue de consternación.
- ¡No! ¡Nunca! —su voz tenía un aire de miedo. Mientras tanto
con mi mano libre había agarrado el aceite de oliva.
- ¡Entonces, te estrenaré! —Unté el aceite de oliva en mis
dedos y despacio lo puse en el hoyo de su ano con movimientos circulares, hasta
que se fue relajando y pude meter un dedo. Seguí masajeando hasta que se relajó
y pude meter otro dedo más. Lo saqué y vi como el agujero que me había costado
en abrir se estaba cerrando.
- Ahhhhh! Sigueeeeeeee!!!!! ¡Qué delicioso morbo! — jadeaba
mi tía. Mientras que con mis dos dedos seguía masajeando en su interior con
movimientos circulares y con la otra untaba aceite en mi verga.
Sin esperar una señal y sin que no lo note, se lo clavé. Su
culo era estrecho y parecía que fuera a romperse, pero luego las embestidas se
hicieron más fáciles porque mi tía ya estaba agarrándole el placer.
- ¡Rómpeme! —dijo mi tía, mientras que mis embestidas se
hacían más rápidas. Ella se agarró de la cocina y bamboleaba sus caderas de
arriba hacia abajo para incrementar el placer de ambos.
- ¡Me corro dije! —Mi tía se movió. Sacó la verga de sus
entrañas, se agachó y empezó a lamer mi pene con sabor a aceite de oliva y el sabor
ácido de su ano. Hasta que me corrí tragándose toda mi leche.
Mi tía estuvo tendida unos minutos en el suelo. Se levantó y
siguió cocinando con una sonrisa de oreja a oreja. Me fui a la sala a descansar
y recuperar fuerzas, ya que mi trofeo era mi prima.
Alrededor de la 1:30pm mi prima Mariana regresó del
instituto. Como dije anteriormente su uniforme consistía en un vestido largo
hasta la altura de sus rodillas, medias largas de color blanco y una blusa
gruesa con su cabello atado en un severo moño. Además su instituto tiene una
férrea política con respecto al sexo. Por lo que su mente presenta muchas
barreras mentales en el tema de la sexualidad. Ya había dicho qué hacer a mi
tía Marisol, ya que mientras entraba en su mente no podía moverme ni Mariana
tampoco.
Sólo requiero de una grieta en el muro de su mente para
doblegarla. Sondeé su mente y vi que tenía varias restricciones: sobre cómo
vestir, a qué hora salir y regresar y qué cosas hacer. Así que se me ocurrió
ofrecerle lo que quería: Doblegar a su madre. Su madre la obedecía en todo.
Nos sentamos a la mesa para almorzar, Mariana se fijó que el
vestido de su madre translucía sus pezones y por lo tanto no tenía ninguna
prenda interior debajo.
Conversamos sobre cosas casuales y luego hicimos un diálogo
de sobremesa, ese fue el momento que aproveché para romper las barreras
sexuales impuestas por las monjas de su colegio.
Mi prima de 19 años, nunca había sólo había tenido su primer
beso y no tenía enamorado. Nunca se había masturbado. Quería ser virgen hasta
el matrimonio. Puse en su mente imágenes de sexo en su cabeza, ella trató de
cambiarlos por oraciones y clases de religión, en su mente puse imágenes de
esas monjas educadoras en una orgía, asustada quiso sacar esos malos pensamientos.
Mientras tanto su madre le estaba acariciando las piernas y
abriéndole la blusa dejaba ver el grueso sostén de algodón.
Las imágenes mentales se hacían más constantes y fuertes.
Puse una imagen chupándole la concha, en el plano mental, mientras que en plano
físico su madre se encargaba de acariciarle el coño en movimientos circulares y
masajeando su vientre. Ahora las imágenes iban a acariciar las diversas partes
de su cuerpo: hombros, piernas, pechos, glúteos, vagina y demás. Su madre hacía
lo propio en el mundo real. Hasta que Mariana dejó escapar un gemido, el cual
era la manifestación que las barreras mentales se habían roto y la lujuria
había corrompido su mente: Es mía.
Coloqué a madre e hija juntas y les ordené que se desnudaran
completamente, salvo por los lentes de Mariana. Me gustaba verla con sus
lentes. Se quitó todas sus prendas y para el final se desprendió de su moño: su
cabello voló libre y salvaje cayendo en uno de sus pechos. Dándole una imagen
de amazona.
Comparando el cuerpo de madre e hija pude apreciar:
Marisol, mi tía, tiene 36 años bien llevados, su tez es un
poco oscura y su cabello original es negro, aunque ella se lo haya pintado de
rojo, con ojos color caramelo y una estatura pequeña (1.55mts). Su hija,
Mariana, tiene 19 años, tez clara y pálida, cabello de color castaño y ojos
color caramelo como los de su madre, los cuales se ven un poco más grandes por
los lentes, con una estatura de 1.65mts.
Marisol tiene los pechos más grandes con aureolas grandes y
pezones oscuros, pero un poco caídos. En cambio, las tetas de su hija son más
pequeñas con pezones erectos y de color rosado y sus senos presentan unas
cuantas pequitas.
La cintura de Mariana es fina y de abdomen plano. En cambio,
su madre tiene un poco de vientre y está un poco subida en carnes dándole una
cintura y culo más agarrable que el de su hija.
Su coño de Marisol es una maraña de pelos lacios con labios
violetas. Mientras su hija presenta escasos pelos castaños y labios vaginales
gruesos y cerrados de color rosado.
Como leí en la mente de Mariana, sus oscuros instintos
quieren dominar, ella quiere dar las órdenes, está cansada que los mayores
siempre decidan por ella. Así que mi primera orden es que en la casa Mariana
decidiría sobre su madre, especialmente sobre cuestiones sexuales y mientras
más se excitara su hija también se excitaría su madre. Pero sería yo quien me
impusiera sobre ambas. Asimismo, ellas sentirían placer tocándose unas a otras
pero quien más las encendiera sería yo.
Nos sentamos a ver televisión, de más está decir que
estábamos desnudos, y la primera orden de Mariana fue que le lamiera el coño.
Eran caricaturas inocentes que contrastaban con lo que le ocurría en su
entrepierna, Mariana jadeaba de placer y su cara estaba deformada. Sin embargo,
de vez en cuando ella se reía con lo que ocurría en la pantalla y su mamá se
detenía para ver qué pasaba a lo que mi prima sólo empujaba la cabeza hacia
abajo.
Luego de que Mariana tuvo su primer orgasmo y cayó rendida en
el sofá y a sus pies mi tía cubierta de fluidos decidí entrar en acción y
penetrar a mi prima. Era lo que esperaba que estuviera relajada y conociera el
placer del sexo para desflorarla. La penetré de a pocos su himen estaba cerrado
y apretado y sabía que le dolería. De poquitos le clavé la cabeza de mi pene y
fue entrando, gotas de sangre chorreaban por la entrepierna de mi prima, pero
le luego le fue agarrando el gusto hasta que tuvo un orgasmo múltiple, ya que
su mamá no quería perderse el juego y aprovechó para lamer sus tetas y poner su
coño en la cara de su hija. Cuando anuncié que me iba a correr mi tía se detuvo
y empezó a lamerme la verga. Su hija presenciaba como lo hacía e imitaba los
movimientos.
- ¡Córrete, sobrino precioso! ¡Quiero probar tu leche!
—mientras sacaba la lengua.
- ¡Quiero probarla yo! —con esa orden mi tía se detuvo, de
todas formas ella obedecía resignadamente a las órdenes sexuales de su hija.
Gotas de semen salieron disparadas a la cara de boca y cara de mi prima. Era
tanto que le chorreaba por la boca y no lograba tragárselo. Así que su madre
intervino y le lamió la cara limpiando todo rastro de semen que resbalaba por
la cara de su hija.
- Ese es el sabor más rico y sexi que han probado. —les dije.
- ¡Sí, sobrinito precioso!
- ¡Sí, primo lindo! —Asintieron ambas al unísono con una
sonrisa a flor de labios.
Luego fuimos al cuarto y dejé que mi prima cumpla sus
fantasías con mi tía, mientras me sentaba a ver. Me había corrido muchas veces,
pero mi lívido es más fuerte que mi cuerpo.
Ordené a ambas hacer un 69 lésbico hasta que queden
desfallecidas.
La vista era espectacular: sus cuerpos brillantes por el
sudor, moviéndose como máquinas folladoras, el cuarto lleno de gemidos y olor a
vagina. Mientras sus lenguas y dedos jugueteaban, sus pechos se bamboleaban con
los pezones erectos. Lo hicieron hasta quedar extasiadas, cansadas y con una
sonrisa de par en par. Pero no se quedaron dormidas, había mucho que hacer:
luego de lavarse, mi tía se levantó a lavar y cambiar las sábanas y mi prima a
hacer los deberes del colegio.
Yo avanzaba con los arreglos de la casa y la colocación del
papel tapiz y luego entre los tres ayudamos en la preparación de la cena. Luego
moví la cama de mi prima al cuarto de mi tía y la junté con la suya. Era la
forma en que la pasaríamos de ahora en adelante: los tres follaríamos juntos
hasta quedarnos dormidos.
La primera noche fue genial: mi tía empezó a montarme,
mientras mi prima me morreaba con su lengua. Luego ordené a ambas colocarse en
cuatro patas, una al lado de la otra, mi prima a la derecha y mi tía la
izquierda, y con cada una de mis manos las fui follando, primero dos dedos,
luego, tres. Era lo máximo que resistía mi prima, pero a mi tía le clavé los
cuatro. Me gustaba escucharla suplicar, joderla hasta casi morir.
Luego que estuvieron debidamente lubricadas las clavé de
forma intercalada. Hasta que les di una orden a mi prima de poner su cabeza
debajo de mi tía para que lamiera su coño mientras yo le rompía el culo. Su
culo era apretado y parecía que iba a romperse. Mi tía estaba en la gloria
disfrutando por ambos agujeros, pero no podía hacer mucho ruido ya que su
hija
había conducido su cabeza a su coño y estaba ahogando en los jugos de su hija.
Para terminar saqué la verga de su culo y la clavé en su concha mientras mi
prima me sobaba los huevos con su lengua y dedos. Me corrí en las entrañas de
mi tía, pero la cogí de los hombros en posición de sentarse en el aire. Un poco
de semen resbaló de las entrañas de su coño y fue a dar en la boca de su hija.
- ¡Delicioso! —dijo mi prima mientras hacía círculos con su
lengua y buscaban con sus dedos todo resto de jugos en las entrañas de su
madre.
Jugamos un poco más hasta quedarnos dormidos: Yo en el centro
y mi tía y prima a los extremos de la cama, abrazados, con sus cuerpos
sudorosos y el olor embriagante del sexo inundando la habitación.
Por la mañana sería otro día. Nos despertamos tempranos, cada
quien se metió para hacer sus deposiciones y lavarse los dientes, pero los tres
nos metimos en la ducha. Con el agua cayendo enjabonando el cuerpo de uno con
el otro.
Era una pena que en unos cuantos días terminarían mis
vacaciones y ya no podría disfrutar tan seguido de esa panacea. Pero aún
faltaban días y la noche principal de la fiesta de promoción de mi prima estaba
por llegar.
Tomamos desayuno sentados y comiendo, salvo mi tía que estaba
bajo la mesa masturbando mi pene y lamiendo el coño de su hija, luego
intercambiaba; lamía mi pene y masturbaba con sus dedos el coño de su hija.
Hasta que ella disfrutaba de un desayuno nutritivo en leche de hombre con jugos
femeninos.
De más está decir que mi prima tenía la orden de no decir
nada y actuar con normalidad en la escuela. Igual que mi tía al hacer las
compras al mercado.
Hasta la 1:30pm que llegara mi prima, desnudándonos
rápidamente para disfrutar un poco de sexo antes y después del almuerzo. Luego
al ver televisión mi prima le dijo que se coloque en cuatro patas, pero en
lugar de darle la orden de follarla o que lamiera el coño simplemente coloqué
sus piernas estiradas sobre la espalda de su madre usándola como mesa. Hasta el
momento de los comerciales que le ordenaba colocarse boca arriba y jugaba con
los pezones de su madre mientras le clavaba objetos en el coño.
La malicia de mi prima había salido a la luz y le gustaba
hacer esperar a su madre, que sienta la tortura del no tener el placer en el
momento que quiera, las ganas de obtener el tan ansiado orgasmo prolongarse por
un estúpido programa.
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