EPISODIO I
LA
TRAGEDIA
Una
familia de turistas volvía de unas vacaciones hacia su casa en una
autocaravana. A punto de ocultarse el sol y puesto que aún faltaba mucho camino
hasta su llegada al hogar deciden pasar la noche acampados en el bosque junto
al que transitaban.
Mientras
madre e hija preparan la cena, los hombres de la casa arman sillas, mesas
plegables, toldos y todos los aparejos necesarios para poder disponer de un
improvisado cenador. Una vez acabada la cena y tras la charla de todas las
noches sobre ningún tema en particular. Se disponen a pasar la noche en el
interior del vehículo dejando todo preparado para su partida a la madrugada del
día siguiente.
A
altas horas de la noche y una vez que el sueño hubo vencido a los 4 miembros,
el ruido producido por unos golpes irrumpen en el silencio de la noche
sobresaltando a la familia al completo. Tras unos instantes de incertidumbre
comienzan a oírse unas voces en el exterior, eran voces masculinas. El hombre
que golpeaba la puerta se disculpó por las molestias a la vez que pedía ayuda
para él y sus compañeros.
El
cabeza de familia abrió la puerta para prestar ayuda en la medida de lo posible
a los hombres. Contó hasta 5 individuos, 3 de ellos se encontraban más alejados
de la caravana, junto al bosque. Intentó buscar con la mirada el vehículo que
los trajera hasta aquí pero no logro verlo.
En
cuanto hubo pisado la hierba, el más alto de los 2 golpeó al padre en el
estomago y sujetándolo por el cuello con su brazo, lo giro hacia el resto de la
familia. Gritando y amenazando al resto hizo bajar a los otros 3.
Allí,
en paños menores fueron interrogados hasta que les dijeron donde guardaban su
dinero y las cosas de valor. El cabeza de familia no dudo en confesar lo que le
pedían con la esperanza de que una vez dueños del poco dinero con el que
regresaban y de las pocas cosas que pudiesen significar algo para los ojos de
los atracadores acaben con la pesadilla.
Nada
más lejos de sus deseos, los ladrones, no hicieron sino comenzar la que sería
la peor de las pesadillas para los 4 turistas.
Uno
de ellos decidió ahogar sus penas a costa de la madre y pasar un buen rato con
ella, por lo que se dirigió hacia la mujer y le ordenó quitarse la poca ropa
que llevaba.
La brusquedad del incidente hizo
reaccionar a la mujer que intentó juntar los jirones del camisón para tapar su
desnudez.
Al conseguirlo recibió un bofetón
como castigo. De nuevo, el hombretón, tomó el camisón con las 2 manos y estiró
con fuerza hacia abajo. La parte superior de la mujer quedó totalmente desnuda
y esta vez no se atrevió a cubrirse. Su marido, sus hijos y los 5 extraños
observaban a la mujer en silencio.
El
violento hombre comenzó a acariciar sus tetas y aun así, la mujer continuó
inmóvil debido al miedo a recibir otro bofetón. Mientras tanto los otros
hombres empujaban al resto de la familia alejándolos de la madre.
Les
colocaron por separado, uno en cada lado del claro. Cada miembro de la familia
era custodiado por uno de los asaltantes. Lejos unos de otros, podían verse
entre sí pero no comunicarse.
El
hombretón, que seguía con la mujer le ordenó que se arrodillara y ella
obedeció.
Cuando vio la polla de aquel hombre
salir del pantalón sintió asco y rabia pero sobretodo terror. Levantó la vista
de la polla hasta cruzar sus ojos con los del agresor.
-Por
favor… –suplicó en un susurro ante lo que se le venía encima.
-Vamos.
–respondió él. –no me dirás que es la primera vez que haces esto.
-Dios
mío, tenga piedad, se lo suplico. –sus ojos se inundaron de lagrimas
-Hazlo
o te juro que tú y tu familia os arrepentiréis. –roncó el hombre. –te juro que
os rajo a todos.
Paralizada
por el miedo dirigió una mirada hacia su familia sin saber qué hacer. El hombre
la agarró del pelo y le giró la cabeza colocándola frente a su miembro de
nuevo.
–vamos – rugió el hombre.
Aterrada
posó una mano sobre la cadera del hombre y con la otra asió su miembro
mirándolo con terror durante varios segundos para, al final, introducírselo en
la boca.
El leve roce de los labios de la mujer
relajó todos los músculos y parte del mal humor de Artan, el cabecilla de la
banda. Con cada vaivén de la boca sentía como aumentaba tanto su presión
sanguínea como sus deseos de continuar una larga fiesta con aquella mujer.
Mientras tanto, el resto de la
familia permanecía atónita al espectáculo, en la parte más alejada del claro
boscoso estaba el marido, atado y custodiado por 2 de los delincuentes. En otro
lado del claro estaba la hija mayor del matrimonio tras ella un hombre fornido
no dejaba de mirarla y en el lado opuesto estaba el hijo menor.
La
mujer continuaba su labor hasta que el cabecilla se apartó de ella y dijo:
-Muy
bien, veo que eres una buena chica y te estás comportando como debes. Si sigues
así, esto acabará pronto.
Se
limpió los labios con el dorso de su mano con la esperanza de que aquello
acabase cuanto antes, aunque no se veía con fuerzas suficientes para continuar
chupando la polla de aquel hombre.
Ahora túmbate hacia atrás.
-¿Co…
como dice?
-Ya
lo has oído, túmbate y abre las piernas.
-Pero…
por favor… señor…, no será capaz…, soy una mujer casada y con 2 hijos…, no me
haga esto.
-Seguro
que no querrás estar aquí toda la noche ¿verdad? Anda túmbate y te prometo que
acabaremos rápido, así podrás irte cuanto antes.
-No
por favor, no delante de mis hijos. Se lo suplico.
EL
hombretón miró a sus hijos, espero unos segundos y dijo:
-Dime
guapa ¿Como te llamas?
-M…Marta.
–balbuceó
-Marta.
Muy bien Marta, no quieres follar conmigo, ¿verdad?
-No,
por supuesto que no. –susurro atemorizada.
-Bien,
en ese caso no follaremos. ¿Te parece bien?
La
mujer suspiró aliviada
-Si,
me parece bien, gracias.
-De
acuerdo entonces, puedes vestirte si quieres. –dijo complaciente -Yo mientras
tanto iré con tu hija, quizás a ella sí le guste follar conmigo. – y añadió – O
quizás no. Es igual, me la tiraré de todos modos.
El
mundo se derrumbó sobre Marta, el peor de sus temores desde que comenzó la
pesadilla se le venía encima. No podía consentirlo. No con su pequeña. Apenas
había superado la mayoría de edad por lo que para Marta era una prioridad
absoluta su protección
-Está
bien, está bien, de acuerdo… como usted diga, haré lo que me pida. Pero no la
toque por favor. -Clamó entre sollozos.- Se lo suplico.
-Eso
está mejor, que obedezcas, pero resulta que ya he cambiado de opinión. ¿Sabes?
Prefiero la carne fresca.
-Señor,
no lo haga, se lo ruego. Es muy joven, le prometo que haré todo lo que me pida
sin objeción. Pero no la toque a ella.
El
hombretón sonrió ampliamente, estaba contento, nunca fallaba. La bonita hija de
una buena madre era el mejor método de sometimiento y el camino más fácil de
conseguir todo lo que un sádico como él se propusiera. Una madre que haría todo
lo que él quisiera, no se negaría a nada.
-De
acuerdo, como tú quieras –dijo complaciente el hombre.
Se
agachó sobre la mujer que ya le esperaba tumbada. Se recreó en su cuerpo,
aparto los brazos de la mujer que reposaban sobre sus tetas, las observó y las
acarició
suavemente, acarició su vientre, sus piernas, delgadas y largas. Las
separó un poco y con mucha suavidad deslizó las bragas de la mujer hacia abajo
descubriendo su coño.
Marta
permaneció inmóvil todo el tiempo, sentía alivio por su hija pero temblaba de
miedo por sí misma. Entonces sintió el aliento del hombre entre sus piernas, un
instante más tarde lo que sintió fue la lengua del hombretón recorriendo los
labios de su coño.
La
recorrió con su lengua suavemente, despacio, entreteniéndose en cada rincón de
su cuerpo. Poco a poco la lengua del hombretón ascendía hacia sus tetas,
recorrió sus pezones, los besó, los lamió, los mordisqueó y más tarde continuó
su camino ascendente hacia la barbilla de la mujer. Ella mantenía los labios
fruncidos, apretaba la mandíbula fuertemente por la repulsión que sentía hacia
aquel hombre que le horrorizaba y que intentaba besarla, no quería saborear su
saliva.
Sintió
la penetración de aquel mástil a lo largo de su coño, no lo hizo violentamente
pero la penetró por completo lo que obligo a abrir los ojos y la boca como
platos por acto reflejo ahogando un quejido más de asco que de dolor.
En
ese instante, antes de que pudiera darse cuenta y sin poder reaccionar recibió
un profundo beso de su captor que hundió su lengua en la boca de Marta.
Casi
sin poder respirar debido a que la lengua de Artan no dejaba de recorrer su
boca hasta la garganta, recibiendo las embestidas de su polla y con sus tetas
apretadas entre las manazas de aquel hombre Marta solo sentía ganas de llorar,
humillada, vejada y violada agarraba con fuerza la hierba que les rodeaba.
No
quería estar ahí, quería volver al lugar de vacaciones, al camping. Junto a la
playa, con su familia, con sus amistades de verano, a tomar el sol y dormir
eternas siestas, no quería pensar en que lo que le estaba sucediendo era real.
-Gime
–dijo de repente el hombretón.
-¿Qué?
-Ya
me has oído. Gime.
-Pero…
-Me
gusta oír como te corres cuando te follo. Gime y jadea bien fuerte, quiero
oírte bien.
Lo
que faltaba, además de ser violada tenía que gemir de placer.
Comenzó
a gemir. No le costó mucho puesto que ya venía ahogando gemidos de dolor
durante toda la violación.
-¡Más
alto!
-Ah,
ah, ah…
-¡Más
alto!, grita más fuerte
-AAAH,
AAAH, AAAH…
-Di
“si”, “más”
-SIIII,
SIIII, SIIIII, MAAAAAS, MAAAAS, AAAh… …
-Muy
bien preciosa, eso me gusta sigue así, y acabaremos enseguida
-AAAH,
AAAH, AAAAAAAH, MAAAS, SIIIII… …
Comenzó
a pensar en su familia, su marido maniatado y golpeado, su hijos, testigos de
aquella horrible escena, viéndola desnuda, siendo follada por un desconocido
que no paraba de sobarle y lamerle. Sufriendo con la imagen de su pobre madre
abierta de piernas y zarandeada adelante y atrás, obligada a gritar como una
furcia. Y la angustia de su marido por el sufrimiento de su mujer.
– · –
-¡Maldita
zorra!- pensaba su marido en la distancia. – No me lo puedo creer, ¡está
disfrutando con ese cerdo!. Si ya se veía, en todo este tiempo no ha hecho un
solo amago de resistencia, ¿cómo es posible?
-¡Pero
mírala! –continuaba- pero si está gimiendo como una perra en celo, ¡si se la
oye desde aquí! como es posible que se excite con el primer cerdo que le mete
la polla en la boca. No le importa nada su familia. ¿Acaso no es consciente del
peligro que corremos?
-Lo
sabía, siempre lo he sabido. La muy mojigata. Conmigo se hace la estrecha y me
cierra las piernas en cambio con otros bien que se desfoga. En el fondo es una
puta, como todas. ¿Cómo puedo ser tan tonto y tan ciego?
– · –
-Vamos
preciosa –decía Artan mientras tanto –abrázame
Y
Marta obedecía.
-En
toda la noche no me has dado ni un beso. Anda amor mío, bésame.
Lo
más que pudo hacer fue levantar la cabeza hacia la suya y juntar sus labios con
los de él con la boca cerrada.
Sin
inmutarse giró la cabeza hacia la hija de Marta y susurró:
-Seguro
que ella besa mejor que tú.
En
esta ocasión y presa del pánico agarró fuertemente la cabeza del hombre y le
planto un enorme beso en toda la boca que el hombre se encargó de rellenar con
toda la lengua que pudo meter dentro. Permaneció así todo el tiempo que pudo
con la esperanza de que no volviera a fijarse en la pequeña Beatriz.
Aunque
no fue mucho tiempo el que tuvo que aguantar pues unos segundos después, el
hombre eyaculaba mientras profería sonoros gemidos de placer.
Una
vez acabada su fiesta particular, se quedó un rato tendido sobre ella,
descansando.
Sus
manazas quedaron sobre las tetas de la mujer, su cabeza reposando sobre su
cuello.
– · –
Beatriz
miraba atónita aquella escena pornográfica. Llegaba a entender que su madre
buscara fuera del matrimonio lo que nunca obtuvo de su marido. No era ajena a
la falta de amor entre sus progenitores. No dispensaba a su marido mejor trato
que a los demás miembros de la familia. Sus conversaciones eran escuetas y
faltas de calor, nunca reía o bromeaba con él. Cuando no le daba órdenes le daba
quejas, o ambas cosas.
Con
una relación tan fría entre ellos no sería difícil entender que la implacable
Marta pudiera tener algún romance secreto, aunque conociendo su carácter, el
amante perfecto debía ser una figura de piedra o un objeto de metal.
El
caso de su padre era distinto, siempre fue más pasional. Beatriz sabía
fehacientemente que había tenido más de un encuentro extramarital puesto que
alguno de esos encuentros había sido con algunas de sus compañeras de
instituto. Su padre
nunca perdía la ocasión de cortejar a ninguna de sus
amigas. La posición económica y social de su padre, era un poderoso imán para
unas jovencitas a punto de abandonar la adolescencia y su padre procuraba sacar
el máximo provecho de ello.
No le
gustaba verle babear por sus amigas y tampoco le hacía gracia la idea de que
pudiera tener una amante pero con lo duro que era la convivencia con su mujer
tampoco le parecía extraño.
Ahora,
el concepto que tenía de ella había cambiado diametralmente. Ya no era la fría
madre llena de prejuicios que no paraba de impartir rectos valores. La oía
gemir bajo aquel hombre al que no dejaba de besar, no le importaba lo que
pudieran pensar los demás miembros de su familia.
Beatriz
había tenido varios novios a los que su madre de alguna forma siempre consiguió
espantar. Cada vez que uno de ellos desaparecía el corazón de Beatriz acumulaba
más rencor mientras no paraba en ser sermoneada para que no pensase en chicos
hasta los 25, edad a la que debía acabar sus estudios ya prefijados desde la infancia
por su madre. El último de ellos, Rudy, no vino a visitarla en todo el periodo
vacacional, pese a la promesa de hacerlo y a las innumerables mensajes y
llamadas a los que él dejó de contestar. Beatriz sabía que su madre tenía algo
que ver.
¿Por qué
no se aplicaba ahora todos los discursos sobre dignidad con los que tanto la
machacó?, era evidente, es fácil predicar virtudes cuando no se tiene
posibilidad de quebrarlas, sin embargo, lo difícil es resistir la tentación
cuando el demonio esta tras la puerta y su madre acababa de demostrarlo, había
dejado caer esa fachada de mujer recta y pía de un plumazo.
Por
fin había encontrado lo que nunca obtuvo antes: pasión, lujuria, sexo
desenfrenado, y cuando estas llamaron a su puerta cedió ante ellas sin oponer resistencia.
El
odio de Beatriz afloraba junto a todo el rencor acumulado.
– · –
-¡Dios!,
eres maravillosa. –susurro al oído de Marta al fin –he disfrutado como nunca -y
añadió
-¿ves?,
ya acabó, no ha sido tan largo ¿verdad?
Ella
no contestó.
Pasaron
unos minutos en los que ambos permanecieron inmóviles. Él por el agotamiento,
ella por el miedo. Al final fue el hombre quien rompió el silencio.
-Bueno,
es hora de retirarme, ahora es el turno de mi compañero, -dijo mientras se
levantaba –adiós preciosa.
-¿Co…
como?, ¿tu compañero?, Pero…
-Tranquila,
tranquila, no tendrás que follar con él. –atajó rápidamente- Le gustan las
jovencitas.
-¿Jovencitas?.
–¡Su hija no!, eso era peor que soportar de nuevo otra violación. -pero me
dijiste…
La
voz de Marta se quebró. Además de ultrajada y humillada también había sido
engañada. Se lo había puesto fácil a su captor, había colaborado y se había
dejado follar por él para nada. Al final, se follarían a Bea también.
-Te
dije –continuó diciendo –que yo no la tocaría. Y no lo voy a hacer. Pero nunca
dije nada de mi compañero. Es él quien decide con quien quiere jugar.
-Por
favor, te lo suplico por lo que más quieras. No dejes que la toque. Dile a tu
compañero que haré todo lo que me pida.
Artan
sonrió para sus adentros. Lo que oía sonaba a música celestial.
-Está
bien, veamos qué podemos hacer. –dijo mientras se arrodillaba frente a la mujer
desnuda.
Tras
unos segundos en los que el hombre parecía cavilar continuó diciendo:
-Dime
preciosa, ¿qué es lo que más te gusta que te hagan en la cama?
-¿Cómo?,
pues no sé… yo… no lo sé. –¿que quiere este cerdo? -Pensó Marta. –¿intimar?
-Vamos,
no seas tímida, seguro que tienes algunos vicios ocultos, anda, dímelo.
Cuéntame algún secretillo.
-Bueno…,
a veces… me gusta que me susurren al oído mientras hago el amor. –dijo para
deshacerse de preguntas incómodas.
-Ya,
entiendo. Si, ese es un vicio inconfesable, no hay duda.
-¿Y
que más te gusta?
-¿y a
ti que te importa? –pensó, no obstante contestó -Que me acaricien
-Que
te acaricien –repitió el hombretón –entonces, si le pregunto a tu marido, me
dirá lo mismo, ¿no?
-Sss..
sí. –Acertó a contestar. ¿dónde quería llegar?
-Bueno,
pues esto es lo que vamos a hacer. Si las respuestas de tu marido coinciden con
las tuyas te mostraras complaciente con mi amigo y harás todo lo que él te
pida. ¿de acuerdo?
-¿Y
si no coinciden?
-Ah,
en ese caso, será tu hija quien deba mostrarse complaciente. –dicho esto, se
levantó y se giró dispuesto a irse.
Marta
le vio comenzar a caminar. Entonces grito:
-Espera…,
espera por favor.
Artan
se detuvo en seco
-No,
no es eso lo que más me gusta.
-Entiendo
–respondió sonriendo el ladino Artan –en ese caso, charlaremos un ratito.
– · –
Fermín
veía a Marta hablar con aquel extraño, distinguía las caras bajo la luna llena
y oía algunos murmullos pero cualquier sonido quedaba absorbido por el murmullo
del río cercano. Era imposible escuchar conversación alguna o llegar a captar
cualquier palabra.
Un
rato después Artan y uno de sus compañeros, con el que se había parado a
conversar brevemente a escasos metros de Fermín, se sentaron junto a él y
comenzaron a hablar entre ellos como si Fermín no estuviera.
-Dios,
que tigresa. Al principio no quería nada conmigo pero cuando he empezado a
darle carne en barra se ha puesto como loca.
Los 2
compañeros reían sin cesar a carcajadas.
-La
muy guarra ha empezado a correrse enseguida y entonces no paraba de pedirme que
le metiese el dedo en el culo. –continuó diciendo.
La
cara de Fermín se volvió blanca de repente, ¿cómo?, eso solo se lo pedía a él.
Como era posible que la muy zorra disfrutara tanto con aquel cerdo violador y
aun más, ¿como era posible que llegara a pedirle tal cosa a un completo
desconocido hijo de puta? No podía ser, lo que oía debía haber sido una
casualidad.
-¿Entonces?
–dijo uno de los otros compinches. –¿acaso quiere más? ¿se ha quedado
insatisfecha?
-Yo
diría que sí. Me ha dicho que nunca ha disfrutado tanto. Al parecer su marido
es eyaculador precoz, así que siempre se queda con ganas y más caliente que un
clavo ardiendo.
Los 3
amigos rieron al unísono mientras dirigían burlonas miradas al marido-bufón.
La
cara de Fermín estaba nidria, no podía creer lo que oía. ¡Es cierto!, se lo ha
contado ella, no podían ser casualidades. La muy golfa no solo follaba
alegremente con aquel cerdo en sus narices y las de sus hijos, además se mofaba
de él, era increíble, nunca hubiera imaginado esto de ella, tan mojigata, tan
estirada. Ahora veía lo engañados que tenía a todos. Sobre todo a él.
Pero,
¿por qué tenía que contar su problema de eyaculación? ¿acaso se estaba vengando
de él? Marta era muy vengativa y Fermín sabía de lo que ella era capaz estando
enfadada, pero no había motivo para esa humillación a parte de la que ya estaba
sufriendo debido a su infidelidad manifiesta, a menos que… ¡Dios mío! Pensó
Fermín, no puede ser.
-Anda
Saúl, ve a complacer a la dama, no vaya a enfriarse ahora que te la he
calentado.
Saúl,
mano derecha de Artan se levantó lentamente y con la misma lentitud se dirigió
a disfrutar de su botín. -En verdad –pensó Saúl. -Artan es un grandísimo genio.
-En todos los años que él y el resto del grupo llevaban cometiendo multitud de
tropelías siempre habían salido indemnes, hasta en los casos más asombrosos y
lo mejor, aunque nadie del grupo sabía cómo, lo cierto es que Artan era un
maestro que conseguía todo lo que ellos necesitaban, que en su caso se resumía
a dinero y sexo. De hecho, estaba a punto de obtener raudales de sexo con una
guapa mujer en contra de su voluntad pero que haría todo aquello que él le
pidiera sin la más mínima resistencia. Solo Artan podía conseguir cosas como
esa.
Cuando
Marta vio levantarse al segundo hombre la primera impresión fue que sus pasos
le llevaban junto a Bea, no fue así, gracias a dios. El tiempo que duro el
corto paseo del hombre fue para Marta un cúmulo de sensaciones contradictorias.
Alivio por su hija, incertidumbre por su marido e hijo y terror por ella. De
cualquier forma, al igual que había sobrevivido a todo tipo de infortunios en
esta vida, también sobreviviría a esto. Ante todo Marta era una superviviente,
a lo largo de su vida había hecho cosas de las que no se sentía orgullosa,
actos faltos de ética con tal de mantener su estatus de señora respetable. Y
las repetiría si llegara el caso. Todo por su propio bien y el de su familia.
-Hola
cariño
Estaba
sentada en el suelo con las piernas juntas y las rodillas dobladas a la altura
de la barbilla, tenía los brazos abrazando sus piernas. No contestó.
-Mi
amigo dice que eres muy cariñosa
Marta
continuó en silencio con la mirada perdida. No era capaz de mirar a nadie de su
familia y no tenía ganas de mirar a su nuevo violador.
-Más
vale que lo seas –continuó diciendo –No querría tener que buscar caricias en
otro sitio. –Al decir esto se giro levemente hacia la posición de la hija.
Marta
reaccionó de inmediato. –lo soy. –contestó. –haré lo que me pidas. –entonces le
miró a los ojos, aguardó unos segundos y añadió –pero eso tú ya lo sabes.
La
sonrisa de Saúl lo confirmaba. Se colocó delante de ella, disfruto de la vista,
pocas veces habían conseguido mujeres tan guapas como esta. Era una mujer
madura pero aún guardaba toda la belleza de su juventud. Tenía porte de mujer
elegante.
-Empieza
conmigo como hiciste con mi amigo Artan
-Vaya,
me ha follado un hombre con nombre de perro. -pensó Marta con toda la sorna que
pudo reunir a pesar de su estado de ánimo -¿como se llamará éste?, ¿Patán?
No se
lo pensó durante mucho tiempo. Cuando se colocó de rodillas frente a él, éste
ya teñía la polla fuera de los pantalones. La cogió con una mano mientras
apoyaba la otra en el muslo de él y se la metió en la boca.
Saúl
disfrutó del roce de sus labios, tenía el aspecto de una señora refinada y le
agradaba que se comportara como una puta.
Nunca
dejaba de pensar en la suerte que tenía de haber conocido a Artan. Siempre
conseguía las mujeres más increíbles y desde luego aquella lo era, como también
lo era su hija, aunque según Artan, ese era terreno prohibido.
Cuando
creyó haber disfrutado lo suficiente apartó con suavidad a Marta, se sentó
junto a ella, la contempló unos instantes y se tumbó hacia atrás.
-Súbete
encima cariño, hoy no tengo ganas de hacer ejercicio.
-¿Cómo?,
¿que me suba a donde?… ¿no querrás…? –No se lo podía creer, bastante tenía con
dejarse follar. Ahora, para colmo tenía que ser ella quién se lo follase a él.
¿Acaso pretendía este individuo que se comportase como una puta?
-Vamos
cariño, sube y cabálgame.
Pues
si, eso es lo que quería. Así que se colocó a horcajadas sobre aquel hombre,
tras un momento dubitativo sostuvo su miembro en la entrada de su coño, tomó
aire y lentamente dejó caer su cuerpo sobre el de él hasta que su polla entro
por completo.
Colocó
las manos a ambos lados de los hombros de él y comenzó a mover la pelvis
rítmicamente. No sentía dolor, solamente en su orgullo, pero ya hacía rato que
no quedaba mucho de eso y lo poco que quedaba estaba a punto de desaparecer.
-Anda,
jadea y gime para mí, cariño. Como lo has hecho antes con mi compañero. –justo
la puntilla que faltaba en esta faena.
Beatriz
y Benito, los hijos de Marta, se miraban en la distancia incrédulos al oír de
nuevo los orgásmicos jadeos de su madre.
Benito,
acomplejado por ella desde pequeño, siempre la había sentido gran respeto pero
sobretodo la había temido. Era ella quien gobernaba en casa con mano de hiero y
guante de púas, la que infringía castigos ejemplares y no dudaba en
avergonzarle ante todo el mundo posible por cualquier falta que ella
considerase grave, es decir, todas. De hecho, aun guardaba con especial escozor
y vergüenza una de sus represalias que recibió hace menos de 1 año y a la que a
día de hoy su madre seguía aludiendo a la menor ocasión.
Lo
que Benito estaba viendo se contraponía a todo lo que con tanta dureza y
severidad había recibido: rectitud, castidad, un largo etcétera de regias
normas. Ella se las estaba saltando todas de un plumazo. Sentía odio en lo más
hondo de sus entrañas.
Al
otro lado del claro Fermín, cabizbajo y avergonzado por las burlas de sus 2
captores estaba cada vez más y más enfadado. Lo que al principio fueron
temblores de miedo ahora eran de rabia. Marta siempre lo trato cruelmente pero
esto traspasaba todas las barreras imaginables, no debió contarles nada sobre
él.
-Me
pidió que se la metiera por el culo, pero ya no podía más –alardeó Artan ante
su compañero mientras Fermín escuchaba con la cara desencajada –me ha dicho que
eso es lo que más le gusta pero que con este no hay quien folle así.
Era
cierto. Hacía mucho que Marta no quería hacerlo por detrás con él.
Largo
rato después de que Saúl abandonara el grupo en busca de un polvo gratuito,
Artan y su compañero seguían mofándose a costa de Fermín con los supuestos
comentarios maliciosos de Marta.
-Y
dime, ¿cuál es tu nombre? –preguntó Artan al pobre cornudo.
-Fermín
–tardó en contestar. Odiaba a aquellos majaderos. Pero en el fondo de su
corazón, justo detrás del asco hacia ellos, les tenía envidia. Envidia por
conseguir de Marta lo que él no había podido en años.
-Fermín,
te felicito, tu mujer es una autentica loba. –dijo Artan socarronamente
mientras le palmeaba la espalda.
-Una
autentica zorra, eso es lo que es –musitó Fermín en un comentario inaudible.
Aunque no para Artan que lo recibió con toda claridad.
-Para
ser sinceros, tengo que decir que al principio no quería nada conmigo pero
cuando se la he enseñado se ha quedado sin palabras. -ambos compañeros reían.
-Me ha dicho que nunca había visto una polla tan grande y dura como a mía. –Eso
le dolió más aún pues arrastraba cierto complejo por su tamaño.
–Aunque
le he dado de lo lindo, ella no paraba de pedirme más, fijaos en el pobre Saúl.
Fermín
dirigió la mirada hacia los 2 amantes y lo que vio le destrozó aún más. Marta
se encontraba a horcajadas sobre aquel hombre moviendo sus caderas
rítmicamente, sus tetas se movían sobre la cara de su nuevo amante y este no
paraba de besarlas.
Por
encima del miedo hacía aquellos atracadores Fermín sentía un creciente
desprecio hacia Marta, la odiaba con toda su fuerza. Había padecido su
indiferencia durante todo el matrimonio y ahora además le castigaba con esto.
–¡puta! –musitó.
Tampoco
esta vez Artan fue ajeno a este comentario. Observaba la reacción de aquel
hombre abatido. Vio como los acontecimientos de la noche le transformaban en un
perro apaleado, más tarde le vio como un perro apaleado y herido, ahora era un
perro apaleado, herido y sobretodo… rabioso. Y eso le hizo feliz.
-que
suerte tienen algunos de encontrar mujeres tan buenas como la tuya, ¿verdad?
La
mirada de Fermín se clavó en los ojos de Artan. No contestó.
-dice
que nunca agradecéis todo lo que ella hace por vosotros.
-¿y
que es lo que hace por nosotros, concretamente? –preguntó Fermín incrédulo pero
sin inmutar la expresión de su cara.
-dice
que no paráis de hacer tropelías que ella se encarga de reparar. Aún así os
consiente todo, es muy buena.
-¿buena?,
¡que sabrás tú!. No tienes ni idea de como es ella.
Estaba
entrando en el juego de Artan, el pérfido y ladino Artan. Un díscolo niño bien,
educado en los colegios más caros y que con el paso del tiempo se había ido
tornando en un mal hombre, sin escrúpulos. Un sádico muy inteligente al que
gustaba de jugar con el sufrimiento de los demás. No era la primera vez que
secuestraban y abusaban de una familia al completo.
El
procedimiento era siempre el mismo. Elegían una familia, la estudiaban durante
días y después entraban en su casa, bien con artimañas o bien con violencia
aunque esta última, muy rara vez era necesaria.
Después
los separaban en diferentes habitaciones de la casa y amenazaban con infringir
daño al resto de la familia si no hacían lo que se les pedía. Obtenían de cada
uno todo tipo lo que quisieran sin la menor resistencia por el temor de estas a
la integridad del resto. Podían pedirles cualquier cosa, nunca se negaban.
En el
caso de la familia de Fermín, había sido el azar quien les había llevado hasta
ellos. Muchos kilómetros atrás, en la autopista, el grupo de malhechores
almorzaba en la cafetería de una estación de servicio cuando vieron llegar la
fastuosa caravana conducida por el snob de Fermín. De ella se apeó una discreta
y elegante mujer de piernas largas y busto generoso, a su lado una preciosa
adolescente con no menos encantos que se adivinaban a través de su juvenil ropa
veraniega. Por último, varios metros más atrás les seguía un muchacho de aires
distraídos.
No se
fijaron en ellos al entrar por lo que no se apercibieron de los 5 pares de ojos
que miraban embobados a ambas mujeres. La madre, altiva, no paraba de dar órdenes
sin elevar su voz un ápice, lanzaba duras miradas a todo aquel que le causara
el más mínimo trastorno. Era una dictadora dentro del seno familiar. Y eso
agradó a Artan.
Al
cabo de una hora ambos grupos tomaban direcciones distintas. Lástima, quizás en
otro momento, pensó Artan.
Pero
la madre de todas las casualidades hizo que 6 horas después la caravana de
Fermín rebasara el coche de los 5 delincuentes que ahora estaban descansando
junto a una carretera secundaria. La caravana se había perdido. Y eso también
agradó a Artan.
Los 5
saltaron dentro de su auto y les siguieron a cierta distancia. Media hora
después la caravana se introducía en una pista forestal y paraba unos metros
más adelante junto a un claro. Desde allí podía oírse el fuerte sonido de un
río cercano en un paisaje bucólico.
Les
vigilaron sin ser vistos. Saúl y Lombardo, hombres de confianza de Artan,
oteaban entre la espesura buscando alguna construcción habitada por gente que
pudieran causarles problemas así como los diferentes caminos que circundaban la
zona y que pudieran servirles como vía de escape. Intentaban adivinar cuál
sería el mejor modo de abordar la caravana. Sabían que esta noche habría luna
llena lo que iluminaría el claro, eso podría perjudicarles.
Ambos
eran unos rateros que daban pequeños golpes en comercios para subsistir. La
alianza con Artan les proporcionó mucho más de lo que nunca hubieran imaginado.
Gracias a él dejaron los atracos y las carreras delante de policías y guardas
de seguridad, no volvieron a pisar un calabozo. Le admiraban y le guardaban
fidelidad plena.
Los
otros 2 integrantes del quinteto eran unos palurdos con un coeficiente
intelectual de un niño, al igual que los otros, tenían un respeto absoluto a
Artan al que obedecían sin dilación como magníficos gregarios, esa era la razón
por la que seguían con él. Ambos se limitaban a mirar embobados a las 2
mujeres.
Por
su parte Artan miraba lo que todos miraban pero veía lo que nadie podía ver.
Escudriñaba a cada miembro, les estudiaba. Les vio sacar los aparejos de
campaña, les vio cocinar y preparar la mesa de camping, vio como cenaban juntos
y les vio mantener una escueta conversación aunque la distancia y sobretodo el
murmullo del río impedían captar cualquier comentario o palabra. Tampoco pudo
captar risas o conversaciones animadas pero no por culpa del murmullo del río sino
porque estas nunca se produjeron. Y se preguntó porqué.
Vio
miedo y rencor en los ojos del hijo, hastío en los de la hija, indiferencia en
los del marido y todo eso junto en los de la madre. En aquella familia no había
calor, calor humano. Y eso, una vez más, le agradó.
– · –
-¿y
como es? –continuó preguntando Artan a Fermín.
Fermín
se mantuvo en silencio, detestaba a aquel hombre tanto que deseó que hubiera
estado casado con ella tanto tiempo como él. Idiota, subnormal. ¿Que sabía él?.
Llega, se tira a su esposa y alardea de lo buena mujer y amante que es.
Lanzaba
furtivas miradas llenas de odio a su mujer que ahora abrazaba y besaba a ese
cerdo en la boca con más pasión de la que él nunca consiguió obtener. Sentía
puro fuego en el cuerpo.
-es
muy maja, continuó diciendo Artan.
-¡es
una hija de puta! –estalló por fin. Harto de aguantar que se lo restriegue por
la cara.
Artan
mostró sorpresa. -no lo creo, no es capaz de matar una mosca.
-no
la conoces como yo. No sabes de lo que es capaz.
-eso
es una opinión particular tuya.
-no
es solo mía. Marta hace imposible la vida del que le rodea. Cualquiera que la
conoce bien, te diría lo mismo.
-bah,
tonterías. ¿Que pasa? ¿una vez te quemó tu camisa preferida?
-si
eso fuera lo peor. Es rencorosa, vengativa y cruel. Sobre todo con su propia
familia. –la temperatura en los comentarios de Fermín iba en aumento.
Fermín
estaba seguro de que el espectáculo de esta noche lo hacía en venganza hacia él
por lo ocurrido cierto día durante las vacaciones en la caravana, el tipo de
cosas que ella nunca perdona y además se castiga con especial virulencia. Como
aquella noche.
-todo
el mundo tiene derecho a enfadarse si alguien comete una falta.
-¿enfadarse?,
¿una falta? –Fermín estaba fuera de sí. -hace 1 año pilló a nuestro hijo
masturbándose en su cuarto. ¿sabe lo que hizo? –espetó. -Lo cogió por las
orejas y lo bajó al salón desnudo como estaba. Lo humilló frente a todos los
presentes, le azotó y le hizo repetir en voz alta lo que estaba haciendo en su
cuarto. Aquel día, mi madre y mi hermana estaban de visita y fue el día más
bochornoso de nuestras vidas, sobre todo para él. No creo que nunca olvide
aquello en lo que le resta de vida.
-bueno,
bueno, que un día la haya tramado con él no significa que vaya a ser así con
todo el mundo –Artan seguía tirando de la manta.
Fermín
sostenía la mirada de Artan, furioso con aquel hombre pero más aún con su mujer
y con la imagen de santa que siempre ofrecía. A este individuo lo había
engatusado también.
-mi
hija ha tenido varios novios –continuó –uno a uno mi mujer los ha despachado a
todos.
-cuentitos
de vieja. ¿Y que hizo, les miró mal, no les dejó quedarse a cenar?.
-ponía
a un detective detrás de cada uno de ellos y cuando encontraba algo de carroña
les obligaba a desaparecer junto con un cheque para que pudieran irse bien
lejos.
-¿como
lo sabes?
-porque
yo firmaba esos cheques –sentenció con la voz serena y los dientes apretados.
–el último lo firmé hace 3 semanas.
-¿ah,
sí?
-se
llamaba Rudy, -ahora hablaba sereno -se presentó en el camping para visitar a
mi hija que en ese momento estaba en la playa. Mi mujer se enfado muchísimo al
verlo. Entró en la caravana y volvió con un sobre. Se lo ofreció, contenía
diversa documentación. Carroña seguramente. Después le ofreció el cheque que yo
había firmado. Se fue, estoy seguro de que no volveremos a verle.
De
nuevo Fermín dirigió la mirada hacia los 2 amantes. Lo que vio le destrozó aun
más. Marta galopaba salvajemente a aquel hombre, parecía que estaba loca, le
estaba follando a él y no guardaba un atisbo de decoro. Se encorvaba, brincaba,
no paraba de mover las caderas, sus tetas botaban arriba y abajo incesantemente
mientras el hombre se las sobaba obsesivamente junto con el culo. Entonces,
disminuyó el ritmo de sus embestidas, se agachó, rodeó su cuello con sus brazos
y le besó apasionadamente largo rato.
Hubo
un largo silencio. La hiel fluía desde el estómago a la garganta de Fermín que
no podía aguantar más tiempo aquel bochorno.
– · –
-Así
cariño, así, abrázame más fuerte, sigue besándome, demuéstrame lo mucho que
quieres que siga contigo en lugar de con otra –y al decir esto, Saúl sonreía
sabiendo que ambos sabían quién era esa otra. La cara de amargura de Marta se
contraía aún más, ¿por qué no dejaba de torturarla con su hija? ¿acaso no le
había dicho ya que haría todo lo que quisiera?.
– · –
-donde
vivimos –continuó Fermín -la gente conoce su fama de conseguir todo lo que se
propone… sobretodo de los hombres… –hizo una pausa -…mayores.
No en
vano recordaba con amargor hechos pasados. Tras la muerte del padre de Fermín,
Marta figuraba como heredera a título personal de una pequeña pero valiosa
parte de su herencia. Lo cierto es que el padre de Fermín hastiado de toda su
familia y sabedor del odio acérrimo entre su mujer y su nuera añadió esta
cláusula a modo de venganza póstuma contra su esposa.
Pero
todo el mundo vio la oscura mano de Marta en aquella herencia y pensaron que
entre ella y el viejo hubo algún affaire, incluido Fermín, que nunca lo pudo
borrar de su cabeza.
-¿a
que te refieres? –Artan quería saber más.
-Fermín
sostuvo la mirada en los ojos de su interlocutor unos segundos y después
contestó –pregúntaselo a ella. –dicho esto bajo la cabeza y se giró.
– · –
Marta
yacía en el suelo tumbada boca arriba. Estaba agotada, nunca había tomado la
iniciativa en sus lejanas noches de entrecama, siempre se limitó a abrirse de
piernas y dejar que Fermín hiciera el resto. No imaginaba lo agotador que podía
resultar. Ahora podía sentir cierta comprensión hacia él después de todo lo que
le había reprochado lo mal amante que siempre fue.
Tenía
los ojos fijos en el firmamento, la boca abierta inhalaba bocanadas de aire,
sus brazos caídos a ambos lados de su cuerpo con las palmas hacia arriba. El
sudor la empapaba por completo. Estaba muy dolida en su orgullo, más aún cuando
en los últimos momentos del orgasmo de su violador, éste introdujo un dedo en
el ano de
Marta. Sintió tanta repulsión ante aquel cuerpo extraño que se
introducía a través de ella que comenzó a brincar con más fuerza en un vano
intento por expulsarlo o al menos evitar su progresión. Movió las caderas
desesperadamente, se agitó todo lo que pudo pero fue inútil, no solo no lo
consiguió sino que con las embestidas produjo en Saúl un mayor placer.
–se
acabó -pensó –podría haber sido peor, podría llover –se consoló con ironía.
Saúl,
a su lado, guardaba su misma posición. Tumbado boca arriba, una de sus manos
reposaba en su pecho, la otra bajo la nuca. Estaba feliz.
Entonces
llegó Artan que se sentó junto a ella, sonriente. Acarició su brazo con las
yemas de sus dedos. Ella lo retiró y se cubrió las tetas con él mientras con la
otra mano tapaba su coño. Artan puso cara de disgusto –no sé si habrás sido
suficientemente complaciente con mi amigo ¿no habrás roto el trato, verdad?
–los ojos de Marta comenzaron a echar fuego. -¿qué opinas tú, Saúl? -continuó
diciendo.
-En
verdad que esta mujer me ha vaciado las pelotas. –contestó socarronamente.
Ambos hombres estallaron a reír.
-¿y
que tal se ha portado mi amigo contigo?
Marta
no contestó
-¿te
ha gustado follar con él?
-en
absoluto.
-claro,
a ti te van más los maduritos, ¿no?
Ese
comentario la pilló por sorpresa. ¿porque ha dicho eso?, ¿qué sabía él sobre
ella?.
Artan
sonreía –tu marido dice que no te hace disfrutar en la cama porque a ti te va
otro tipo de hombres. –y al decir esto reía junto a Saúl.
¡Ese
patán egocéntrico! –pensó Marta –¿porque no puede estar calladito?. Siempre
tiene que anteponer su ego a todo lo demás. ¿pero no es consciente de lo que
estoy pasando?, maldito bocazas.
Lo
que más dolió a Marta fue que Fermín también pensara igual que la gente de la
calle.
-después
de todo lo que hago por la familia. Debería estar muy agradecido. Todo lo que
tenemos es gracias a mí. –pensaba Marta. –¡y así me lo paga!
Se
había dejado follar voluntariamente por el bien de su hija y el muy majadero se
dedicaba a chismorrear cotilleos que la herían profundamente.
-¡pues
prefiero los maduritos que no las jovencitas! –estalló.
Se
arrepintió de haberlo dicho en el mismo instante, no quería entrar en su juego.
Ya le arreglaría las cuentas a Fermín llegado el momento.
Artan
sonrió de nuevo, le gustó oír ese comentario, esperó unos segundos y añadió.
–te has portado muy bien con mi amigo así que no tocará a tu hija.
–gracias
a dios –pensó Marta.
–aunque
tu hijo… –añadió Artan frunciendo el ceño a la vez que ponía cara dubitativa.
El
semblante de Marta palideció de nuevo. Miró con expresión seria al hombretón y
esperó con el corazón en un puño que iba a decir.
-Veras
– comenzó Artan –a uno de mis amigos le gusta él, lleva toda la noche sin
quitarle ojo. Le ha robado el corazón ¿sabes? –sonreía al decir esto último.
–dice que tu hijo tiene un culo muy bonito.
Se
incorporó de un respingo y quedó sentada en el suelo. No podía ser cierto lo
que oía. Malditos sodomitas.
–por
favor, señor, es muy joven –lamentaba Marta –solo tiene 17 años.
-Pues
ya es hora de convertirle en un hombre –contestó Artan
-se
lo suplico, no le hagan nada.
-a lo
mejor… –continuó con aire inocente –si alguien le ofreciera a mi amigo otra
alternativa…
-pues…,
pues…, -Marta estaba bloqueada, no quería volver a pasar por lo mismo –pues…,
mi marido…
-¡tu
marido!, puaj que asco, ¡un culo lleno de pelos! No creo que mi amigo cambie el
culito fino de tu hijo por el de tu marido.
-pues…,
entonces… –ya no quedaba más remedio
–quizás…
yo…
-¿Tú?
–preguntó Artan -¿te cambiarías por él?
Marta
no contestó, estaba en estado de shock ante lo que venía de nuevo.
-dime,
preciosa, ¿cambiarías tu culo por el suyo?
Pasaron
unos tensos segundos
-si
–musitó tras una pausa.
-está
bien, le propondré a mi amigo un cambio en el menú –comentó Artan –pero no te
aseguro nada, así que no te hagas ilusiones.
Los
vio alejarse. Permaneció en silencio. Unos segundos después hundió la cabeza
entre sus brazos que mantenía apoyados en las rodillas flexionadas frente a su
pecho. –podría ser peor –se consoló de nuevo –podría llover.
Se
tumbó de costado de espaldas al resto del grupo mientras esperaba abatida la
siguiente sesión.
– · –
Artan
y Saúl se sentaron junto a Bizco, uno de los palurdos gregarios que custodiaba
a Benito y comenzaron a hablar entre ellos.
-nunca
pensé que pudieran existir mujeres así. –comentó Artan
-dímelo
a mí –contestó Saúl -la tía no me ha dejado montarla, se ha puesto encima a
galopar como una loca, casi me rompe la polla. –los 3 reían, aunque en el caso
de Bizco no tenía ni idea de porque lo hacía, era incapaz de entender cualquier
broma. Es más, era incapaz de entender nada de nada, se limitaba a obedecer al
pié de la letra las instrucciones de Artan por incomprensibles que fueran para
él.
-es
una gran mujer no hay duda.
-sí y
por lo que me ha dicho, su hija es una buena chica. Nunca le da problemas, es
una excelente hija con un comportamiento ejemplar en casa. –comentaba Artan
Benito
escuchaba la conversación en silencio.
-una
hija modelo, estudiosa y muy digna, no como esas otras fulanillas que no hacen
más que pensar en chicos.
Artan
y Saúl cargaban de metralla el cañonazo que Benito estaba a punto de recibir.
-En
cambio este otro … –decía Artan con cara de asco mientras señalando a Benito.
–menuda pieza está hecho.
El
pobre Benito se quedó de piedra. No esperaba de su madre ningún cumplido pero
mucho menos que le desapruebe ante unos extraños. Aunque a decir verdad, no era
nada nuevo. Era moneda de cambio en su día a día. Reproches, insultos, castigos
y todo delante de profesores, amigos, familiares…
-dice
que es un pajillero que no para de meneársela en su cuarto.
Eso
sí sorprendió a Benito. Se le paró el corazón, sus ojos se abrieron como platos
y la cara se volvió pálida. Incrédulo miró a su madre en la distancia pero solo
vio su espalda.
-¿no me digas? –preguntó Saúl
-si,
si, una vez incluso lo sacó por las orejas de su cuarto para que todos se
rieran de él. Pero ni aun así es capaz de escarmentar este piltrafa. Si al
menos fuera la mitad de bueno que su hermana.
No
podía creer lo que oía, se había quedado atónito, tenía los ojos llenos de
lágrimas, el aire no le llegaba a los pulmones, ¿nunca se libraría de tal
vejación?. A donde quiera que vaya su madre siempre se lo contaba a todo el
mundo. Intentaba no hacer nada que la enfadase, apenas abría la boca en casa
para que su madre no lo reprimiese tanto, pero era inútil siempre sería un hijo
de segunda fila.
Para
más INRI la guarra de su hermana, esa zorra sin corazón, esa fulana que traía a
sus amigotes a casa cuando sus padres no estaban, que les sisaba dinero a
escondidas para hacer novillos y que cometía innumerables tropelías, esa mala
pécora a la que le faltaba tiempo para chivarse y quejarse de Benito por
cualquier bobada, esa furcia siempre fue su ojito derecho. No era justo.
-oye,
tú –instó Artan a Benito –porqué no puedes comportarte como tu hermana ¿eh?
-eso
–continuó Saúl –aprende de ella, esa si que es una buena hija, no como tú.
-yo
no tengo que aprender de esa –respondió airadamente.
-¿como
que no?, para empezar ella no piensa continuamente en sexo como tú. –dijo
Artan.
-¿no?,
pues bien que trae sus novios a casa. –dijo muy enfadado
-mentira,
serán compañeros de clase para estudiar
-no
son para estudiar
-¿y
tú que sabes?, si no les has visto, niñato. ¿Siempre te inventas la cosas?
-si
que les he visto. Les he visto follar juntos. En su cuarto. Y a veces en el de
mis padres. Su último novio tiene un tatuaje en la ingle y el anterior tenía
pecas por toda la espalda. Pregúntaselo si quieres. –explotó.
Pasaron
unos segundos antes de que Artan volviera a hablar.
-¿espías
a tu hermana? –preguntó mirando fijamente a los ojos de Benito.
Éste
se quedó petrificado, había hablado demasiado y ahora no sabía que decir. –no
–dijo al fin.
-¿no?,
¿y como sabes que se lo montan en la habitación de tus padres? –Benito titubeó
–pues… pues… por que les oigo desde mi habitación.
-¿y
lo del tatuaje? –preguntó inquisitivo Artan
Bajó
la mirada y se arrugó como una bola de papel. No contestó.
– · –
Artan
apareció junto con un hombretón de mirada huidiza y aspecto de borrego integral
junto a Marta.
-hola
preciosa, ¿has descansado?
Aun
estaba hecha un ovillo. No se movió.
-mira
que si estas cansada… –comenzó a decir
Entonces
Marta comenzó a voltearse lentamente quedando tumbada boca arriba. Abrió un
poco las piernas, cerró los ojos, respiró hondo y dijo: -hazme lo que quieras.
-pues
así difícilmente, recuerda que lo que a mi amigo le gusta es tu culo.
Marta
abrió los ojos de golpe, el corazón comenzó a palpitar más y más fuerte.
-¿cómo?,
¿quiere darme por el culo? Pero…
-además,
primero quiere que se la chupes un ratito. Ya sabes, para iros conociendo y
eso.
-¡puto
bastardo! –pensó. –no me lo puedo creer.
Lentamente,
con aire cansado, Marta se colocó de rodillas frente al hombretón sus ojos
estaban llenos de lágrimas y aún le escocía el comentario de Fermín.
-por
cierto, tu hijo nos ha contado que hace 1 año le sacaste de su cuarto cogido
por las orejas y lo bajaste al salón en pelotas.
¿A
que venía eso? –pensó Marta. -¿qué tiene que ver eso ahora?. El estúpido de su
hijo siempre hablaba más de la cuenta o decía lo que no debía.
-dice
que te mereces que mi amigo, te dé bien por el culo por lo de aquel día.
La
cara de Marta era un poema. Los ojos abiertos casi tanto como su boca, su tez
pálida de angustia comenzó a volverse roja de ira, su cuello comenzó a
tensarse, las venas de su frente comenzaron a inflarse, sus pulmones se
llenaban de aire que expulsaba estentóreamente. Apretaba los puños con tanta
fuerza que los nudillos se le quedaban blancos y las uñas se clavaban en la
palma de su mano.
-no
–intentó tranquilizarse –no podía ser cierto, eso no lo hubiera dicho Benito en
un millón de años. No se hubiera atrevido.
-nos
ha dicho que para una vez que se menea la polla en su cuarto no es necesario
que su abuela y su tía tengan que verlo. Y que espera que sufras la mitad que
él.
-Pues
si –pensó Marta atónita –¡si que lo ha dicho! Ese pequeño judas. Encima que me
ofrezco por él para que me sodomice este cerdo con cara de subnormal. Así me lo
paga. ¡Maldito cabronazo! ¿pero que pasa en esta familia?
Marta
temblaba de ira, hubiera matado a tortazos la impertinencia de este mequetrefe.
-Es
un buen chaval, un inocentón. No se merece que le hagan eso por una paja.
-¿Buen
chaval?, ¡un buen chaval no se masturba oliendo las bragas de alguien de su
propia familia! –gritó.
Estaba
desbocada. Nadie osó jamás dentro de su seno familiar obrar tal ofensa contra
ella. Esto no quedaría sin castigo. Le ajustaría las cuentas a ese mequetrefe
en su momento.
Decenas
de campanillas sonaban en la cabeza de Artan, al parecer el chico no solo
espiaba a su hermana, también olía sus bragas.
–eso
no es tan malo. Después de todo, solo era paja.
-¡pues
en ese caso, que le de por el culo a él!
-no
preciosa, el cambio ya está hecho, no vale echarse atrás.
-¿y
si me niego?
-en
ese caso,… tu hija…
-AAAAh
, ¡basta! –lloraba Marta –está bien.
– · –
Fermín
miraba como Marta se la chupaba al hombre con cara de subnormal cuando Artan se
sentó a su lado. Sus 2 captores comenzaron a hablar entre sí, al igual que
antes bromeaban a su costa pero él no les oía, tenía la vista fija en Marta. Si
lo de esta noche lo hacía como venganza, ya había sido suficiente.
-tu
mujer me ha dado un recado para ti. –comenzó a decir Artan.
Fermín
lo miró desconcertado pero no dijo nada.
-dice
que este polvo te lo dedica por los viejos tiempos.
Entonces
Fermín vio como Marta se giraba y se ponía a 4 patas, después apoyó los codos
en el suelo y colocó el culo en pompa. El subnormal la iba a follar por el
culo.
La
posición que muchos años atrás ambos practicaban esporádicamente. Era un
mensaje, se estaba vengando.
-nos
ha contado muchas cosas de vosotros. –hablaba lentamente, sin apartar la mirada
de la de Fermín –sé lo de tu afición con… las jovencitas –tanteó Artan.
-¿co…
como? –acertó a balbucear Fermín.
O sea
que estaba en lo cierto, se vengaba de él por lo ocurrido en el camping. Las
represalias de Marta siempre eran desmesuradas pero esto iba demasiado lejos.
Maldita bruja paranoica.
-bueno,
en realidad nos ha contado lo tuyo con una en especial –y al decir esto sonrió
ampliamente. Acababa de echar la caña a la espera de lo que pudiera pescar.
Fermín
se puso colorado. Se vengaba y se mofaba de él frente a aquellos sinvergüenzas.
-¡yo
no espiaba a mi hija! –gritó. –fue una casualidad que se estuviera cambiando
cuando entré en la caravana. Nunca quise verla desnuda.
Cientos
de campañillas repicaban de nuevo en la cabeza de Artan, aún así, no se inmutó.
-no
es eso lo que ella dice –seguía metiendo el dedo en la llaga.
-porque
está loca. Es una paranoica –levantaba la voz y gesticulaba sin parar. –piensa
que todo el mundo quiere tirarse a nuestra hija, incluido su marido y su hijo.
-yo
también lo pensaría si le pillara oliendo sus bragas mientras se la menea.
Eso
dejó a Fermín fuera de juego. Él no le había dado ese detalle.
Artan
volvió a lanzar la caña. -y por lo que dice tu mujer, a tu hija no le desagrada
lo más mínimo que le ronde ningún tipo de barón –hizo una pausa y añadió
–aunque ese barón sea su propio hermano… o su padre. –y volvió a esperar unos
segundos antes de añadir –o eso fue lo que tu hija le confesó.
¿qué
decía este hombre?. ¿qué su hija había confesado qué?. Imposible. Entre Beatriz
y Marta no existían confesiones de ningún tipo. Fermín le miró con desconcierto
en silencio.
Por
la cara de Fermín, Artan se dio cuenta de que había errado el tiro. No siguió
indagando… de momento.
– · –
Beatriz
vio como el cabecilla del grupo se acercaba antes de sentarse a su lado
-tienes
una familia un poco extraña –dijo Artan
-no
lo sabes tú bien –pensó Beatriz
-jamás
hemos conocido una mujer como tu madre. –añadió
-ni
yo tampoco –pensó – la muy falsa.
-tu
padre es un tipo estupendo.
Beatriz
detestaba a su padre aunque comparado con su madre… todo podía ser.
-déjame
en paz. –contestó
-¿estás
enfadada? –pregunto Artan con aires de inocentón.
-quiero
irme a mi casa.
-entiendo,
no soportas ver a tu madre ¿no?
-para
empezar –contestó malhumorada.
-entiendo.
Te pone celosa ¿verdad?
¿qué
decía este subnormal?. Encima se cachondeaba el muy cretino.
-vete
a la mierda, tú y tus amigos. –y añadió –y os la lleváis a ella también.
Artan
empezó a cargar de metralla de nuevo el cañón que iba a disparar
-sí,
ya veo que te pone celosa. No soportas que disfrute con nosotros.
Beatriz
no quiso entrar al trapo. Detestaba a aquel palurdo. ¿qué quería conseguir el
muy imbécil?
-como
tampoco soportas que tu madre se haya follado a todos tus novios.
Se
puso en alerta. Miró al hombre a los ojos. ¿qué estaba tramando?. ¿qué sabía
ese hombre?
-no
tengo novio –dijo al fin.
-ya
lo sé, tu madre me lo ha dicho –pero no hace mucho tenías uno. ¿Rudy, verdad?
El
corazón le dio un vuelco. ¿qué le había contado su madre a este imbécil?, es
más, ¿por qué le había contado nada?
-dime.
¿estás celosa de tu madre? –volvió a preguntar Artan.
-por
supuesto que no –ahora le temblaba la voz de rabia.
-¿aunque
se haya follado a tus novios?
-Jamás
se follaría a ninguno. Ni en un millón de años.
Y
entonces Artan apretó el gatillo, el cañonazo fue directo al corazón
-¿ves?
Eso pensaba yo. Sabía que era mentira y que tu madre solo alardeaba. – y añadió
–como lo del tatuaje en la ingle.
-ta…
¿tatuaje?, ¿qué tatuaje?, ¿de que estás hablando?, ¿quién…, qué te ha contado
de Rudy? –No se lo podía creer, ese hombre no podía saber lo de Rudy ni lo de
su tatuaje, más aún, nadie podía saber de ese tatuaje. Al menos nadie que no lo
hubiera visto… … ¿¡DESNUDO!?
La
cabeza le daba vueltas, la sangre no le llegaba al cerebro, el estómago se
encogía, las manos temblaban y un sudor frío empezó a recorrer su frente
pálida.
No
daba crédito a lo que acababa de oír. Estaba tocada, justo en plena línea de
flotación. ¿sería posible que su madre…?, -no, jamás, es imposible.
Artan
fingió sorpresa y siguió soltando metralla.
-oh,
dios, ¿así que era verdad lo que decía? -Y añadió -¿Y es cierto que a otro de
tus novios quería arrancarle las pecas de la espalda a arañazos?
-¡¡¡Pablo!!!!
–musitó Beatriz con los ojos como platos.
Lentamente
la expresión de la muchacha comenzó a transformarse. La frente pálida se
arrugó, la sangre brotó por las venas de su cuello, sus manos se apretaron como
garras, sus dientes apretados tras los labios contraídos, sus ojos inyectados
en sangre miraban a su madre que ahora hundía su cabeza en el suelo mientras
aquel hombre le cogía de las caderas para ayudarse en sus arremetidas contra su
culo.
De un
plumazo comprendió porqué la abandonaban todos sus novios. Ella, su madre. Ella
era la culpable. Tantos sermones, tantos consejos de vieja berrocha sobre
cualquier amigo o novio. La muy zorra los quería para sí. Se los había follado
a todos.
La
odió con todas sus fuerzas. ¡Maldita bruja! Comenzó a derrumbarse.
-no
merezco esto –musitó con lágrimas en los ojos.
-tú
follas con su marido y ella folla con tus novios. Ojo por ojo, eso es lo que
dice.
-¿su
marido?,… ¿mi padre?, pero… ¿¿¡¡ESTA LOCA!!?? –gritó.
-¿crees
que está loca? Preguntó Artan -a mi me parece que no.
-¿qué
mi padre y yo…?, aajj -no pudo terminar la frase del asco que sintió.
-¿entonces?,
¿no hay nada entre vosotros?
-Por
supuesto que no. Es mi padre, ¡por dios!. –bramaba desbocada.
-vamos,
vamos, que ya sé que a tu padre le van jovencitas. Ya me ha contado tu madre.
-¿jovencitas?,
eso será por mis amigas, no por mí, so cerdo. –vociferaba Beatriz cada vez más
enfadada.
Artan
guardó silencio, miraba a Beatriz fijamente a los ojos. Ésta le devolvía la
mirada, fría y enfadada. Hasta ahora el plan había ido sobre ruedas. Ahora
Artan, el muy ladino, comenzó a tejer la segunda parte.
-te
voy a contar una cosa preciosa. – comenzó a decir.
Beatriz
escuchaba con aire distraído. Sus pensamientos estaban en otro sitio. Giró la
vista que volvió a posar sobre su madre a la que intentaba fulminar con la
mirada.
-el
hombre que está detrás de ti lleva toda la noche esperando el momento para
jugar contigo ¿sabes? –comenzó a decir Artan. –arde en deseos de follarte el
coño.
Quedó
paralizada, el corazón dejo de bombear, se giró lentamente y vio la mirada fija
del hombre que tenía tras de sí. Llevaba temiendo toda la noche que alguno de
ellos se propasara e intentara violarla y comenzó a temblar. Sabía lo que Artan
iba a decir. No podría soportarlo.
-por
favor, señor –dijo lentamente con voz ahogada –se lo ruego, no deje que lo
haga. –miraba fijamente a Artan con los ojos encharcados en lágrimas.
Artan
sonrió levemente, levantó la barbilla y se echó hacia atrás.
-¿Sabes?
Tengo cierta intriga sobre algo –comenzó a decir -así que te propongo un trato.
Beatriz
esperó expectante la proposición del hombre.
-me
doy cuenta de que no quieres follar con ninguno de nosotros como tu madre. Tú
te lo pierdes porque disfrutarías tanto como ella.
Beatriz
giró la cara hacia su madre, hizo una mueca de asco y la volvió rápidamente.
-No
obstante, te doy la oportunidad para que no tengas que hacerlo.
Pasaron
varios y eternos segundos antes de que continuara hablando. Quería que ella
tuviera tiempo de asimilar todo cuanto iba a decirle.
-vas
a elegir a cualquiera de los hombres que estamos aquí, el que tú quieras –y al
decirlo hizo un ademán con el brazo señalando todo el claro. –el que tú elijas
se colocará frente a ti -Artan aún esperó unos segundos.
-se
la chuparás unos … 5 minutos.
Beatriz
puso cara de asombro, después bajó la mirada al suelo y contrajo una mueca de
asco. Cuando volvió a mirar a su interlocutor éste continuó hablando.
-si
en ese tiempo no se le pone dura, te dejaremos en paz. No tendrás que abrirle
tus piernas a nadie. Te doy mi palabra.
Beatriz
mantenía contraída la cara de asco. Cerdos asquerosos.
-eso
es absurdo –espetó – sois una pandilla de pervertidos, cualquiera de vosotros
se va a empalmar antes de que me meta la polla en la boca. ¿qué tipo de trato
es ese?.
Artan
rió, miro fijamente los ojos de ella y continuó hablando. –quizás haya alguien
a quien no se le ponga dura.
No
entendía a donde quería ir a parar aquel subnormal pero tampoco quería hacerlo.
No estaba dispuesta a hacer tal cosa. No quería seguir escuchándolo y quiso
cortar aquella conversación.
-pues
yo no lo creo. Lo que único intentas es que os lo ponga fácil. ¿Quién de
vosotros, cerdos obsesos pervertidos no se excitaría?
-tu
padre.
Cuando
lo oyó casi se cae de culo de no ser porque ya estaba sentada.
-¿¡QUÉ…!?,
¿pero que te pasa a ti?, ¿estás loco? No pienso chupársela a mi padre.
-pues
entonces elige a cualquier otro. –retó Artan.
Estaba
temblando de miedo, no podía pensar, miraba a todos aquellos hombres uno tras
otro. Sabía que era una encerrona y no había donde elegir.
-¿que
pasará si al que elija se le pone dura? –preguntó dubitativa
-te
tumbarás y serás complaciente con él.
-¿¡me
tomas por tonta o qué!? –y añadió –tú lo que quieres es que se la haga una
mamada a uno de vosotros y después me deje follar voluntariamente. ¡Ni lo
sueñes!.
-eso
en el peor de los casos –contestó Artan pausadamente –piénsalo bien. El hombre
que está de tras de ti te va a follar tu coño de todos modos tanto si te dejas
como si no. Yo te estoy dando una oportunidad. Si como tú dices no hay nada
carnal entre tu padre y tú, con una simple caricia bucal evitarás que nadie te
baje las bragas. Al fin y al cabo, una polla es una polla, sea de quien sea.
Las
opciones de Beatriz no eran muy halagüeñas. Tenía todas las opciones de ser
violada voluntaria o involuntariamente e intentar evitarlo practicando una
mamada a su propio padre era más humillante y asqueroso aún. Fue mirando uno a
uno a todos los hombres de aquel claro.
-¿Cómo
sé que cumplirás tu palabra? –dijo al fin
-no
lo sabes, tendrás que fiarte de mí. –al decirlo miraba a Beatriz fijamente con
aire solemne. Después añadió. –de todas formas ¿que es lo peor que puedes
perder?
– · –
De
nuevo Fermín vio sentarse a Artan a su lado, acababa de verle hablar con su
hija y tenía una extraña expresión en su cara. Artan estuvo observándole
durante largo rato antes de comenzar a hablar.
-Me
has engañado –dijo al fin.
Le
miro extrañado -¿engañado, yo a ti?, ¿en que?
-entre
tu hija y tú hay algo más que una relación … -dudó unos segundos antes de
añadir – …familiar.
-¿a
que te refieres? –Fermín no sabía de que hablaba aquel idiota. Peor aún, no
sabía que le había contado Beatriz.
-entre
vosotros mantenéis una relación, digamos … carnal.
-¿carnal?,
que quieres decir con… -entonces lo entendió. -¿¡pero de que estás hablando!?
–bramó furioso -¡es mi hija! cerdo.
-sé
lo de vuestro jueguecito –atajó rápidamente.
-¿de
que juego hablas? –preguntó totalmente perdido.
-si,
si, el que mantienen ella y sus amigas contigo.
Fermín
cayó se súbito. Pensó en las relaciones que mantuvo con alguna de las amigas de
su hija. Siempre pensó que ella nunca se enteró o al menos que nunca lo aprobaría,
notaba su desprecio cuando intentaba acercarse a ellas. ¿sería posible que
Beatriz hubiese permitido tales relaciones e incluso que las hubiera
facilitado?. ¿su hija hacía de celestina para él con sus amigas?.
-verás
–comenzó a decir Artan –parece que a tu hija no le hace mucha gracia que su
madre disfrute con nosotros.
–no
me digas –interrumpió irónicamente Fermín todavía enfadado.
-dice
que ella también quiere disfrutar tanto como su madre. Dice que quiere…
vengarse. Darle donde más le duele. Por eso quiere follar con alguien.
-ya,
¿contigo, verdad? –volvió a decir irónicamente.
-no
–cortó Artan, –contigo
-¿co…conmigo?
–balbuceó perplejo -¿¡pero es que se ha vuelto loco todo el mundo!?
Más
calmado intentó pensar con claridad. Ese hombre tramaba algo y no se saldría
con la suya.
-crees
que miento. ¿verdad?
-sé
que mientes –espetó furioso -no haces más que decir bobadas. Eres un
pervertido.
-en
ese caso no te importará comprobarlo. –sentenció Artan
-por
supuesto que no. –contestó dispuesto a limpiar la imagen que este individuo
tenía de él y esclarecer el embrollo que se estaba montando en buena parte por
culpa de su mujer.
Artan
sonrió ampliamente para sus adentros. La trama estaba tejida, solo faltaba
esperar el resultado final.
-tu
hija ha insistido en que os deje juntos para que podáis follar a la vista de su
madre. Y eso será lo que hagamos. Vas a ir junto a mí y te colocaras frente a
tu hija. Si todo lo que he dicho es mentira… no pasará nada, pero si llevo
razón… tu hija… te chupará la polla para que se te ponga dura y folléis
después.
-que
bobada, de acuerdo –repuso Fermín convencido.
-pero
os advierto una cosa a los 2 –ahora Artan hablaba furioso –si todo lo que me ha
contado tu hija es mentira y lo único quería ella es que estuvieras cerca para
darte o decirte algo que yo no deba saber os rajo el vientre a los 2.
¡Eso
era! –pensó Fermín, ¿tendría Beatriz un plan o quizás habría robado algún arma
a aquellos intrusos y quería que su padre estuviera cerca?
-te
voy a decir lo mismo que a ella –amenazó –follareis lo que os de la gana pero
no quiero que habléis ni una palabra. Como os vea pasaros algo o hablar entre
vosotros os rajo. ¿Está claro?
-cristalino
–contestó.
-¡ni
una palabra! –repitió.
– · –
Cuando
vio acercarse a los 2 hombres el corazón de Beatriz comenzó a latir con más
fuerza. Estaba nerviosa, le sudaban las manos. Entonces su padre se paró ante
ella con una mirada extraña que no supo descifrar. Artan se separó hacia un
lado mientras la miraba fijamente.
Se
incorporó colocándose de rodillas frente a su padre. Lo que pasó a continuación
dejó a Fermín atónito, completamente inmóvil ante lo que sucedía.
Tras
una pausa, Beatriz alzó sus manos colocándolas a ambos lados de la cadera de su
padre, lentamente deslizo el pantaloncillo que utilizaba para dormir dejándolo
caer hasta los tobillos.
Lo
primero que Beatriz vio asomar fue el vello de su pubis, seguidamente comenzó a
aparecer la polla que caía en estado laxo delante de los testículos en una
visión horrorosa.
Con
gran esfuerzo de voluntad alzó de nuevo una de sus manos y asió con ella la
polla elevándola ligeramente, lo que hacía que ésta, apuntara directamente
hacia su cara que se encontraba a menos de un palmo. Sintió una arcada. El
glande y parte de la polla quedaba fuera de la mano. Aunque pudo determinar que
su padre no tenía un gran aparto a ella se le antojó más grande de lo que
esperaba.
Su
respiración era agitada, notaba el sudor en su frente. No podía dejar de mirar
lo que tenía en su mano, al fin se armó de valor, cerró los ojos, abrió
ligeramente los labios y se inclinó hacia adelante.
Posó
sus labios justo tras el glande, después recorrió el resto de la polla hasta el
final. Sintió el suave roce del vello púbico acariciar sus labios y sus
mejillas lo que hizo que se retirara hacia atrás como un muelle. De nuevo
recorrió con sus labios la polla de su padre intentando esta vez no llegar hasta el final.
-lo
peor ya está hecho –pensó –solo tengo que aguantar así unos minutos y todo
habrá acabado.
– · –
Benito
no daba crédito a sus ojos. Todo el mundo se había vuelto loco. A un lado su
madre disfrutaba con las prácticas sodomitas de un extraño con cara de
subnormal, al otro su padre tenía la polla en la boca de su hermana y ambos se
daban un homenaje sexual. Se dio cuenta que durante toda su vida había estado
viviendo en un mundo paralelo. Había vivido engañado por una dictadora puta, un
patán pervertido y una hermana pérfida y desviada.
-tienes
una familia un poco extraña.
Benito
buscó desconcertado el origen de ese comentario, tras él apareció el cabecilla
de la banda. Lo cierto es que tenía razón.
-nunca
había conocido un padre y una hija que mantuviera una relación de ese tipo.
A
decir verdad Benito tampoco. No dejaba de mirar la dantesca escena.
-¿desde
cuándo follan juntos? –preguntó Artan
-no,…
no lo sé señor –contestó Benito absorto en su hermana.
-¿no
lo sabes?, tu madre dice que fue antes de que te pillara aquel día meneándotela.
El
recuerdo hizo reaccionar a Benito que agachó la cabeza avergonzado.
-eso
fue… hace 1 año… más o menos –contestó dubitativo.
-entiendo
–contesto Artan –menudo cabreo se agarró ¿eh?
No
contestó, pero el solo recuerdo le revolvió el estómago.
-yo
también me enfadaría si supiera que mi marido se tira a mi hija y además mi
hijo le huele sus bragas porque también se la quiere montar.
Benito
dio un respingo, se puso tenso y abrió los ojos como platos. La cara se volvía
a poner colorada de vergüenza. ¿cuántas cosas le habría contado su madre?,
¿Cuánto sabría aquel hombre?
-¿le
ha dicho mi madre…? –se atrevió a preguntar
-si
–le cortó -me lo ha contado todo –mintió –parece que tu madre os odia, en
especial a ti.
-¿eso…
eso ha dicho? –intentaba hablar pero la congoja le podía.
-¿Por
qué crees que tu madre folla con nosotros sin que nadie la obligue? Se está
vengando. –podía ver la cara de crédulo del pobre Benito –de tu padre, de tu
hermana y sobretodo de ti.
-Por
eso esos 2 –dijo señalando a Beatriz y su padre –hacen lo mismo.
Aquel
hombre acababa de constatar lo que Benito ya sabía. Su madre le odiaba a él más
que a nadie de la familia, incluida su suegra con la que no se hablaba más que
con insultos y sus sinónimos.
-al
principio pensaba que tu madre era una buena mujer, sin embargo, después de
conoceros me he dado cuenta lo engañado que me había tenido tu madre. Ahora veo
que tú eres el más perjudicado de tu familia. No ha parado de mofarse de ti y
de decir lo inútil que eras.
La
sangre comenzó a fluir de nuevo por las venas de Benito. Aquel hombre tenía
razón, él siempre había llevado todos los palos en casa, siempre había sido el
eterno culpable. Una falta leve era una gran ofensa pero cualquier logro una
nimiedad. El rencor que guardaba dentro desde hacía mucho le estaba
carcomiendo, empezó a convertirse en odio supremo hacia su madre.
La
guarra de su hermana y su padre se vengaban de ella dándole donde más dolía.
Pero, ¿Cómo podría vengarse él?
– · –
Beatriz
seguía con su labor bajo la atenta mirada de Lombardo, uno de los hombres de
confianza de Artan cuando de repente se produjo la desgracia. Empezó a notar
que la polla de su padre adquiría mayor tamaño. Su primera reacción fue parar
pero las amenazas que había recibido si lo hacía se lo impidieron. No obstante
aminoró el ritmo lo que pudo. ¿Como podía su padre excitarse así?¿acaso no era
consciente de la gravedad de la situación?
Aún
así, su polla adquirió más y más volumen, paulatinamente iba ocupando más
espacio en su boca. No sabía que hacer para evitar lo inevitable. No podía
permitir que su captor se diera cuenta de la erección de su padre así que
introdujo mayor cantidad de polla en su boca lo cual no hizo sino empeorar la
situación. Llegó un momento en el que dado el volumen que adquirió ya no cabía
aun cuando se la introdujo al máximo al punto de hacerla vomitar. Ya no había
remedio, la suerte estaba echada, estaba perdida.
Fermín
no daba crédito, ¡ese pervertido tenía razón!, Beatriz no había hecho el mínimo
amago para comunicarse con él. Había ido directamente hacia su pantaloncillo y
ahora estaba chupándole la polla sin parar con gran suavidad.
Lo
peor era que viejos fantasmas acudían a la mente de Fermín que veía desde su
privilegiada posición el amplio escote de la camisa de Beatriz, desde donde se
podía apreciar toda su anatomía superior.
Recordaba
haber visto aquel busto unas semanas antes. Aunque fueron solo unos instantes,
en aquel momento quedó turbado por aquellas tetas. Siempre intentó borrar de su
mente los deseos más básicos que sentía por su cuerpo.
Sin
embargo, ahora volvían de nuevo, veía sus tetas balanceándose, sin poder quitar
la mirada de ellas. El continuo y suave roce de sus labios hacía el resto. Notó
un calambrazo en la entrepierna que le recorrió toda la espalda. Notó como se
elevaba la temperatura de su cuerpo.
Se
sintió como un perro viejo que encuentra un trozo de carne fresca que no es
suya, cerró los ojos y quiso pensar en otra cosa, sabía que eso no estaba bien.
Sin embargo si ella lo deseaba ya era mayorcita para decidir. ¿Quién era él
para juzgar?
Entonces
Beatriz dejó de lamerle, se echó hacia atrás y quedó tumbada sobre la hierba
con las piernas extendidas mirándole fijamente.
En
completa erección, con su polla dura como una roca, Fermín mantenía
innumerables dudas y prejuicios. Pero al final su instinto de animal se impuso
sobre su cordura. Se arrodilló frente a ella, separó ligeramente sus piernas y
contempló su cuerpo.
Posó
las manos sobre sus rodillas y fue acariciando sus piernas hasta llegar a la
cadera donde se entretuvo antes de continuar su viaje ascendente bajo la camisa
hasta llegar a las tetas con las que se llenó las manos. Los apretó y manoseó,
rozó sus pezones con los dedos y los sostuvo entre ellos. Después volvió a
deslizar las manos hasta las caderas.
Comenzó
a soltar los botones de su camisa uno a uno, cuando hubo soltado todos la abrió
y contempló su busto. Era imponente.
Entonces
dirigió la mirada a sus bragas a través de las cuales se adivinaba el negro
vello de su coño, posó su mano sobre ellas y palpó su mullido bulto. Después
deslizó sus bragas hasta los tobillos, y las sacó.
Fermín,
totalmente excitado, estaba absorto en lo que veía, el deseo de aquel cuerpo
era más fuerte que la más poderosa de las razones o la cordura.
Arrodillado
entre sus piernas, acercó su cara al pubis y acarició sus mejillas con él. Apreció
los finos labios de su coño y los besó, cada vez con mayor deseo hasta que su
lengua los recorrió de arriba abajo una y otra vez.
Después
comenzó a subir hacia sus tetas que también besó, lamió y chupó.
No
podía más, colocó su polla dura en el coño de Bea y empujo suavemente. Poco a
poco la fue penetrando hasta quedar por completo dentro de ella.
Comenzó
a mover su cadera una y otra vez mientras sus manos nerviosas recorrían todo su
cuerpo desde las tetas a su culo.
– · –
Marta
descansaba de costado, acurrucada en estado fetal, de espaldas al resto del
grupo, tras ella, su violador permanecía en pie mirándola. Mantenía los ojos
cerrados, sabía que su tortura no había acabado aún, uno a uno debería dejarse
follar por todos.
Sintió
unos pasos que la rodeaban y se colocaban frente a ella. Entonces oyó la voz de
Artan. Había puesto una rodilla en el suelo frente a ella y se inclinaba para
hablarle.
-hola
preciosa –comenzó a decir –espero que “Bizco” te haya tratado bien.
-vaya
–pensó Marta –así es como se llama el hombre con cara de mongolito.
Lo
cierto es que Bizco, por orden expresa de Artan, no había utilizado la más
mínima violencia con ella e intentó ser lo más cuidadoso que sus rudos modales
de permitieron. Si bien es cierto que la docilidad de Marta la hicieron
totalmente innecesaria.
-uno
de mis amigos tiene muchas ganas de pasar un buen rato contigo.
-ya,
me lo imaginaba –dijo Marta tranquilamente sin abrir los ojos ni mover un solo
músculo
-lo
que pasa –continuó Artan –es que es un amigo muy especial.
A
Marta no le gustó aquel comentario, eso suponía que tendría que hacer algo peor
que la sodomía y se preguntó que sería. Entonces abrió los ojos y preguntó:
-¿como
de especial?
-bueno,
pues, es muy sensible… -comenzó a decir.
-¿y
eso que quiere decir?
-pues
que debes ser especialmente cariñosa con él.
-¿acaso
no lo he sido hasta ahora?
-por
eso mismo, no quiero que tu actitud cambie hacia mi amigo especial. Porque si
lo haces…
–Artan
puso el semblante muy serio y su voz sonó más grave –te juro que te rajaré el
vientre.
Marta
se asustó. Por supuesto que les iba a dejar su cuerpo a disposición, ya lo
había hecho hasta ahora. ¿a que venía aquella amenaza? Estaba temblando de
miedo y muy contrariada.
-¿donde
está tu amigo especial? –preguntó levantando la cabeza e intentando adivinar quién
de los 4 secuestradores, que ahora la rodeaban, sería el próximo.
Entonces
Artan se puso en pie y se apartó a un lado. Tras él, marta pudo distinguir una
figura semidesnuda que no supo distinguir al principio.
Se
incorporó para mejorar su visión y entonces dio un brinco. Permaneció sentada
con las piernas juntas delante de su cuerpo que ahora intentaba tapar como
podía.
-¿Qué
significa esto? ¿Por qué le habéis traído aquí?
-él
es mi… “amigo especial” –respondió con sorna.
Los 4
delincuentes sonreían e intercambiaban miradas entre sí. Al parecer ellos
sabían algo que desconocía. Volvió a mirar de nuevo y vio como Benito daba unos
pasos hacía ella. Esta vez se fijo en algo que antes no había percibido. En el
rostro de Benito no había miedo pese a que ella estaba aterrada ante lo que
presentía.
Una
nube negra comenzó a cubrir el rostro de Marta. ¿Por qué estaba allí?. No podía
ser lo que estaba pensando. Se volvió hacia Artan y pregunto:
-¿Qué
es esto?, ¿acaso pretendéis que practique sexo con mi propio hijo? –preguntó
incrédula y fuera de sí.
-no,
tú no debes practicar nada –contestó Artan -Limítate a comportarte como hasta
ahora, como una buena chica.
¿Iban
a obligar a su hijo a fallársela? Era bastante improbable que consiguieran tal
cosa. Volvió a girar la vista hacia Benito y entonces vio algo que la asustó
aún más. El bulto de su entrepierna, estaba excitado. Más aún, en su cara
parecía asomar una sonrisa maliciosa.
Ahora
si, estaba aterrada de verdad. ¿acaso este pequeño judas disfrutaba viendo a su
madre ultrajada?¿querría acaso su hijo aprovechar la humillación de su madre
para disfrute propio? Después de lo que había hecho por él. Se había dejado dar
por el culo y así se lo paga. Maldito enano traidor.
El
terror que sentía se fue convirtiendo en furia y odio ciego hacia Benito,
apretaba sus dientes con fuerza, sus ojos incendiados miraban a Benito al que
trataba de fulminar.
Pero
Benito no se amilanó y avanzó unos pasos más hasta colocarse de pié frente a su
madre que aún permanecía sentada con los brazos cubriendo sus tetas. Permaneció
mirándola desde arriba con el mismo aire de superioridad con que ella le había
mirado siempre. Fue entonces cuando Marta se dio cuenta de que las tornas
habían cambiado con él, ya no tenía ninguna autoridad sobre su hijo.
-vamos
–amenazó Artan –empieza con él como los demás –gritó
Marta
giró su cabeza en busca de su marido pero los hombres le tapaban la visión de
todo el claro.
-¿qué
pensará Fermín? -pensó
Marta
se arrodilló y al hacerlo descubrió las tetas y el coño ante Benito que
disfrutó con la vista. Era la primera vez que veía a su madre completamente
desnuda. Vio su poblado y oscuro coño así como las aureolas que rodeaban sus
pezones colocadas como dianas en sus grandes tetas.
La
cara de Marta estaba a centímetros del calzoncillo de Benito. No podía apartar
la vista del bulto, no quería pensar en lo que iba a hacer y el hecho de saber
que lo hacía por salvar su vida no la consolaba.
Benito
deslizó el calzoncillo por sus piernas dejando sus partes visibles a todos.
Marta vio la polla dura frente a su cara, era más grande que la de su marido.
Su respiración era agitada y el corazón latía rápidamente. Las lágrimas
asomaron en sus ojos.
-Dios
mío, ¿como he llegado a esto?. –se dijo Marta. –levantó la mirada hacia Benito
y le suplicó. –hijo mío, no me hagas pasar por esto.
Las
órdenes tajantes de Marta hacia Benito se habían convertido en súplicas.
Benito
la miraba fijamente con el rostro impertérrito. Llevaba tanto odio dentro que
sentía un inmenso placer al sentir la humillación y el dolor de su madre pero
sobretodo de sentir el poder sobre ella. El cambio de tornas era delicioso.
-Ya
le has oído. –dijo Benito lentamente. -Empieza conmigo “como los demás”.
Hizo
hincapié en esto último. Sabedor de que siempre fue el último de la fila.
No
había salida para ella. Ninguna elección.
Tomo
aire, cogió la polla de su hijo con una mano durante largos segundos de agonía,
la miró durante un rato y después se la metió en la boca, lentamente.
– · –
Beatriz
seguía tumbada en la hierba con las piernas abiertas que Fermín sostenía por
debajo de las rodillas mientras la follaba continuamente. Tenía los ojos
cerrados, no podía mirar a su padre que, arrodillado, la embestía sin cesar. Al
final los abrió y se obligó a mirarle, lo hizo fijamente mientras colocaba las
manos en las caderas de él para intentar frenar los envites que éste le daba.
Quería que acabase pronto, no porque la hiciese daño sino por la repulsión que
sentía, que aumentaba cada vez más y más hasta hacerse insoportable.
– · –
Más
doloroso que chupársela a Benito era sentir las manos de él en su nuca que no
paraba de empujar hacía sí. Odiaba a muerte a aquel pequeño judas, traidor,
pervertido con complejo de Edipo. Ya le ajustaría las cuentas. Como se atrevía
a obligarla a hacer tal cosa, a ella, a su madre.
Benito
disfrutaba viéndola humillarse ante él. Años de sufrimiento bajo su mando le
habían cargado de odio. Sorprendido al ver su cuerpo maduro pero muy bonito,
sus tetas, que ya no se molestaba en ocultar, se balanceaban adelante y atrás.
Empujaba su cabeza con fuerza para aumentar dicho balanceo.
Cuando
creyó haber disfrutado lo suficiente empujó suavemente a su madre de los
hombros, lo que fue recibido con alivio que veía acabar su tortura.
-túmbate
–ordenó Benito
-¿qué?
–preguntó atónita –¿vas a follar con tu propia madre?
Aún
tardó en contestar unos momentos hasta que al fin dijo:
-no,
solamente te voy a dar amor –y continuó diciendo –todo el amor que recibí de ti
durante toda la vida.
No se
lo podía creer. La iba a follar su propio hijo. El pánico la dominaba, miraba
las caras de sus captores incrédula, miró la cara de Artan esperando oír una
contraorden que evitara aquel descalabro. Pero esta no llegaba, más aun, lo
único que su captor dijo fue:
-¡obedece
de una vez!
Terminó
por obedecer como un autómata. Se tumbó lentamente y cerró los ojos –¡que
desastre! ¿podría ser peor? –pensó. -podría llover -trató de consolarse.
Sintió
las manos de Benito posarse en sus tetas y agarrarlas con fuerza, las amasó,
las sobó, notó como toqueteaba sus pezones y por último sintió su lengua
recorriéndolos.
Después
sintió sus manos entre sus piernas, acariciaba su coño, su culo y sus muslos
entonces notó el calor de los genitales de Benito posarse en su pubis. Benito
se frotaba contra su madre suavemente, rozaba la polla y los huevos sobre los
labios de su coño.
Artan
y Saúl compartían miradas de complicidad entre ellos. Disfrutaban con todo
aquello, Saúl, absorto en la escena que tenía frente a sí, susurró al oído de
su compañero:
-Dios,
se la va a meter. Se la va a meter a su propia madre. Se la va a follar.
Ambos
disfrutaban con lo que ocurría entre madre e hijo.
Benito
comenzó a penetrarla lentamente, poco a poco hasta que tuvo toda la polla
dentro del coño de su madre. Marta abrió los ojos y vio la luna llena que
iluminaba todo el claro, vio las estrellas que adornaban el cielo pero no vio
ninguna nube que hubiera podido amenazar lluvia. Cerró los ojos –no, esto ya no
podía ser peor.
Sacaba
y metía la polla muy despacio, poco a poco fue aumentando su ritmo, aunque
había leído mucha teoría al respecto nunca había estado con una mujer y
constató lo valiosa que resultaba una clase práctica. Cada vez sentía mayor
deseo, mayor necesidad de una mujer. Recorrió todo su cuerpo, ahora era suyo y
podía hacer lo que quisiera y él quería más.
– · –
Fermín
estaba desbocado, fuera de sí arremetía una y otra vez haciendo bailar las
tetas y las piernas de Beatriz sobre la que ahora yacía. Lamía sus pezones con
ardor, sus manos apretaban sus glúteos de adolescente. Estaba apunto de
correrse.
Beatriz
en cambio cada vez estaba más asustada, su padre se comportaba como un animal
follándola salvajemente. Sabía que el momento final estaba cerca pues los
bramidos de su padre se hacían cada vez más sonoros. Entonces notó la mano de
su padre acariciando su culo cada vez más abajo. Cuando sintió penetrar un dedo
a través de su ano se asustó aun más, eso no le gustaba en absoluto y sintió
pavor, comenzó a moverse con el fin de parar su progresión. No funcionaba y
presa del pánico comenzó a brincar estentóreamente para frenar aquello, movió
sus caderas todo lo que pudo. Empujaba desesperadamente las caderas de su padre
cuando recibió un beso que tapó toda su boca y notó como metía su lengua hasta
la garganta.
Fermín
estaba eyaculando. Cuánto había deseado aquello, cuántos deseos reprimidos
hechos realidad. Alargó su cuello para besar a Beatriz, tan fría, dura y bonita
como su madre. Fue un beso largo y húmedo. Cuando separó sus labios notó como
ella escupía en el suelo. No le dio importancia. Su mente se concentraba en
follar más y más aquel coño, en amasar y chupar aquellas tetas y en hacer
disfrutar con su dedo a aquel culo que ahora brincaba de placer como otrora lo
hiciese el de su mujer.
– · –
Benito
sujetaba por los tobillos a su madre levantando y abriendo sus piernas todo lo
que sus brazos le permitían, mientras de rodillas, embestía con todo el deseo
sexual y de venganza que llevaba dentro, metiendo y sacando la polla sin cesar.
Marta
con sus piernas en una posición muy deshonrosa y sus brazos intentando cubrir
sus tetas, resistía delante de aquellos hombres la humillación de su hijo.
Aunque no le hacía daño, ninguno de los secuestradores con los que había estado
antes había sido tan violento.
El
mete-saca cesó y de nuevo Marta aprovechó para juntar sus piernas, aunque por
poco tiempo.
-date
la vuelta –dijo Benito.
-¿cómo
dices? –preguntó atónita -¿acaso me quieres montar como una yegua? –vociferó
furiosa.
Benito
no contestó. No hacía falta. Ella iba a obedecer y así fue. Con gran lentitud
se colocó a 4 patas con la mirada fija en el suelo. Que le diera por el culo el
pervertido de Benito le revolvía las tripas. Sin duda para ella ésta, era la
mayor de todas las humillaciones sufridas durante la noche.
Primero
sintió un dedo entrar y salir de ella, después notó el glande contra su ano
empujando hacia adentro hasta conseguirlo. Entonces comenzó de nuevo el
mete-saca. Intentaba relajarse con el vaivén. Las manos de su hijo atraparon de
nuevo sus tetas que volvían a balancearse en el aire. Pellizcaba sus pezones
con las yemas de sus dedos. Unos momentos después Marta levantó la cabeza,
abrió los ojos y entonces lo vio.
En la
parte opuesta del claro, perfectamente visible a través de los hombres que
ahora ya no tapaban su visión. Descubrió a su marido y a su hija follando
juntos.
Pestañeó
varias veces para estar segura de lo que veía. No daba crédito. Era imposible.
-Ese patán de Fermín, ¡se la está follando! –pensó. –¡a su hija!
-¡Malditos
cabronazos! –estalló –¡todos sois unos cerdos!
Artan
se dio cuenta del descubrimiento de Marta y sonrió. Ahora estaba plenamente
feliz. Había esperado aquello toda la noche. No era un violador cualquiera en
busca de sexo gratuito con mujeres bonitas o jóvenes. No era ese el objetivo
final de su juego particular, el sexo era accesorio, formaba parte del botín
que conseguía para sus amigos. Lo que realmente buscaba era la humillación
total de cada uno. Ver florecer sus más bajos instintos. Destapar sus
hipócritas máscaras de familias bien avenidas. Descubrir sus secretos más
sucios y rebajar su condición de hombres a la de animales depredadores y
antropófagos. Seres sucios, más sucios incluso que él o sus compañeros.
– · –
Lloraba
desconsolada a lágrima viva sin poder parar de mirarlos. Veía a Beatriz brincar
de placer, retorciéndose en medio del orgasmo, movía su cintura al compás de su
padre mientras le abrazaba las caderas que atraía hacia sí.
¿cómo
podían follar juntos con lo que estaba sufriendo? Sobre todo por ella. Había
renunciado a su dignidad, se había humillado al máximo por aquella pequeña
fulana y se lo pagaba de esa manera.
Como
había podido estar tan ciega. Todo el esfuerzo por apartar los moscones que
rondaban a su hija no habían servido de nada, tenía el enemigo en casa, su
propio marido. No eran las amigas de Beatriz a las que Fermín intentaba camelar
y que tan celosa le ponía –pensaba –era a ella, a esa pequeña zorra.
Que
panorama –pensó –mi marido follando con mi hija mientras mi hijo me la mete por
el culo –estaba hundida, volvió a levantar la vista al cielo en busca de alguna
nube pero no la encontró. –Ahora si que ya nada puede ir peor.
– · –
Fermín
descansaba sobre el pecho de Beatriz con los ojos cerrados, estaba agotado.
Respiraba agitadamente mientras oía los latidos del corazón de ella.
Beatriz
tampoco se movía, odiaba a su padre. Siempre le detestó por babear por sus
amigas pero esto traspasaba todos los límites imaginables. Nunca imaginó que
también se excitara con ella y mucho menos que fuera capaz de violarla.
Cuando
la sangre fluyó de nuevo por el cerebro de Fermín, empezó a pensar en algo que
antes pasó por alto. ¿por qué escupió Beatriz con cara de asco cuando la besó?.
Con
la mente más fría comenzaba a pensar con más claridad. Un negro presentimiento
invadió el corazón de Fermín. Levantó la cabeza y vio a Beatriz que le miraba
con odio. ¿es que no deseaba que pasara esto?, ¿por qué me la chupó entonces?,
¿la habrían amenazado…?
-dios
mío –exclamó –¿que he hecho?
-follar
–dijo cortante Beatriz –se llama follar. Y tú me has violado. Acabas de violar
a tu propia hija. –era el mismo tono que utilizaba su mujer. Vio en sus ojos la
misma mirada perversa de ella. Se quedó petrificado. Sin palabras, estaba
hundido con la cara roja de vergüenza.
Entonces
vio a Beatriz bajar la vista, Fermín siguió su mirada hasta posarla sobre su
mano que aún asía uno de sus tetas. El pezón asomaba entre sus dedos.
Con
toda lentitud comenzó a deslizar su mano hacia un costado y la apoyó en el
suelo, junto al hombro de Beatriz dejando su teta libre. Después volvieron a
mirarse a los ojos. Los de ella llenos de odio, los de él, de vergüenza y
arrepentimiento.
-y
ahora –prosiguió ella –podrías sacarme el dedo del culo –su cara era
inexpresiva.
Un
escalofrío le recorrió la espalda. La vergüenza que sentía aumentó aún más.
Lentamente, como si no quisiera que ella se diera cuenta fue deslizándolo hacia
fuera. Cuando lo hubo hecho, apartó la mano y la apoyó en el suelo. Tenía ambas
manos a cada lado de los hombros de Beatriz que seguía apoyándose en sus
caderas.
Vio
como cerraba los ojos a la vez que emitía un suspiro de alivio. Sin duda,
meterle un dedo en el culo, resultaba muy desagradable para ella.
Volvió
a abrir los ojos y a mirarle fijamente. Guardó silencio durante unos momentos
antes de hablar. Con cara de asco y tono sereno dijo fríamente.
-y
ahora, si ya has acabado de disfrutar de mi cuerpo –entrecerró un poco los ojos
para expresar mayor odio hacia él –del cuerpo de tu hija. ¿podrías sacar la
polla de mí y quitarte de encima?
Fermín
se había convertido en un ratón, no sólo era vergüenza lo que sentía. Había
perdido por completo su posición dominante sobre Beatriz en el seno familiar
donde ella hacía lo que su padre ordenaba. Él, el cabeza de familia, había
demostrado ser un pobre desgraciado babeando las vientos de cualquier colegiala
incluida su propia hija. Ahora estaba a su merced, igual que lo estaba bajo la
de su mujer de la que siempre fue un títere.
Tensó
sus brazos para levantar su cuerpo y cuando se incorporó ambos miraron sus
sexos unidos. Beatriz con las piernas abiertas empujó a su padre por las
caderas que aún tenía asidas. Su polla aún en semierección fue deslizándose
hasta que estuvo fuera de ella por completo, quedando pendulando sobre el de
ella.
Él
quedó de rodillas, ella se apartó, se tapó con la camisa y permaneció sentada
mirándole con desprecio, en silencio. Sobraban las palabras.
Un
fuerte grito proveniente del otro lado del claro cruzó todo el bosque y llamó
su atención.
– · –
Marta
se encontraba tumbada boca arriba otra vez, con Benito sobre su pecho. La
follaba sin parar mientras sobaba y lamía sus pezones. Nada podía ser peor.
Toda la noche había sido un completo desastre. Se dejó follar 2 veces para
preservar a su hija que terminó follando con su propio padre, permitió que la
diesen por el culo para proteger a su hijo pero éste, acabó por fallársela
tanto por el coño como por el culo. Nada puede ir peor, pensó. Se equivocó.
El
ritmo de Benito aumentaba y sus jadeos comenzaron a ser más sonoros, eso solo
significaba una cosa, la situación podía empeorar mucho más. No podía concebir
que su hijo eyaculara dentro del coño. Sería lo más pervertido, sucio y antinatural
que hubiese soportado nunca. Tenía que evitarlo a toda costa.
-hijo,
por favor –su voz era temblorosa –no te corras dentro.
Benito
no respondió ni hizo amago de haber entendido.
-Benito,
hijo mío, no te corras dentro de mi coño… por favor –esta vez, había más miedo
en ella. Aun así la actitud de Benito fue la misma.
Marta
completamente nerviosa, sentía los envites cada vez más fuertes y con mayor
rapidez. Estaba a punto de perder los nervios.
-Benito,
te lo ruego, no te corras en el coño. Métela por detrás, vamos, métela en el
culo y córrete ahí. Por favor… te lo pido por favor, ¡Benito!.
Los 4
hombres que rodeaban a la pareja babeaban de placer con el espectáculo. Aun no
podían creer lo que estaban a punto de ver. El morbo de ver a un muchacho
follar y correrse dentro de su propia madre, de disfrutar con su cuerpo, de sus
tetas, que sobaba como un poseso. Un muchacho cuya introversión se había
convertido ahora en el más cruel sadismo. Se miraban unos a otros
intercambiando sonrisas maliciosas.
Benito
tenía los ojos cerrados y comenzó a fruncir el ceño. Su cara se contraía, sus
músculos se tensaban y el ritmo de penetración era cada vez mayor. Marta
comenzó a gritar.
-no…,
no lo hagas. Métela por el culo, mete la polla por el culo –estaba fuera de sí,
seguía gritando -Córrete por detrás, en el culo, córrete en el culo.
Pero
ya era tarde, Benito comenzó a disfrutar su primer orgasmo con una mujer. Su
semen fluía a raudales dentro de ella, él era feliz por perder su virginidad,
por correrse dentro del coño de una mujer. Y Marta lo notó. Empujaba a Benito,
le gritaba, chilló histérica con toda su fuerza.
-¡METE
LA POLLA EN EL CULO…!, ¡CORRETE EN MI CULO, JODEEEERR!
– · –
Padre
e hija no daban crédito a lo que acababan de oír. Era la voz Marta y sobre ella
estaba… ¡Benito!, la estaba montando y ella gritaba de placer con él. Beatriz
miró con asombro la dantesca escena, después devolvió la mirada a su padre que
mostraba la misma cara de incredulidad. Ambos pensaron lo mismo. ¡todo el mundo
se ha vuelto loco!
Para
Beatriz era el peor día de su vida, engañada por sus novios con su madre,
violada por su padre y ahora, su hermano y su madre follando juntos. Los
odiaba, los odiaba a todos, odiaba al obseso de su hermano, al pervertido de su
padre pero sobre todo, por encima de todas las cosas, odiaba a la fulana de su
madre. Maldita traidora, falsa.
Fermín
se sintió más hundido que antes, había mostrado una faceta de sí que siempre
mantuvo oculta incluso para él. Era un ser vil y pervertido, se había follado a
su propia hija. Era un pelele, un títere de Marta, hasta su hijo se follaba a
su mujer, de la que siempre dudó su fidelidad. Cerró los ojos y agachó la
cabeza.
– · –
Marta
miraba el cielo fijamente con los ojos enrojecidos por las lágrimas, tenía los
brazos caídos a ambos lados del cuerpo, las piernas completamente abiertas con
las rodillas ligeramente flexionadas. Entre ellas estaba Benito, descansaba en
el pecho de su madre. Su respiración aún era agitada, con los ojos cerrados
acariciaba sin cesar una de sus tetas.
Los
hombres en corro, miraban absortos y en silencio como mudos espectadores de una
función hasta que ella rompió el silencio.
-¿te
vas a quitar de encima, o piensas quedarte a dormir toda la noche?
Marta
iba recomponiéndose, el fuego en los ojos sustituía a sus lagrimas, la sangre
fluía de nuevo por sus venas, su cara perdía la expresión de desolación para
sustituirla por la de odio supremo. Había sufrido la mayor de las afrentas y el
mundo se lo pagaría. Juraba por dios que rodarían cabezas. Y esas cabezas
tenían nombres y apellidos.
Benito
jugueteó con el pezón unos segundos más. Después se incorporó y lentamente sacó
la polla del coño para sentarse en el suelo seguidamente. Cuando lo hubo hecho,
Marta cerró las piernas sin prisa y se giró a un costado quedando tumbada en
posición fetal. Desde su posición, podía contemplar todavía el coño de su madre
que asomaba entre sus nalgas. Disfrutó con la vista de aquellos labios
cubiertos de fino y suave vello.
– · –
Beatriz
noto que una manaza le cogía el brazo y tiraba de ella. Era Lombardo, a una
señal de Artan debía llevar a la muchacha con él.
-déjame
en paz –gritó furiosa.
Fermín
hizo ademán de ayudarla y también le gritó, pero para su sorpresa Beatriz le
contesto en el mismo tono enfadado
-¿qué
pasa?, ¿acaso estás celoso?, sé defenderme solita.
Le
dio en plena línea de flotación. Fermín volvió a agachar la cabeza.
-suéltame,
sé caminar solita –espetó a su captor –pero entonces recibió un tirón de pelo
cuando intentaba recuperar las bragas que aún estaban junto a su padre.
Esta
vez Fermín no se movió.
-no
cariño, se quedan aquí, además… no te van a hacer falta –dijo su captor.
La
furia que llevaba dentro se disipó al instante. Se temió lo peor, miró a su
padre con cara de pánico y dijo: -papá…
Tampoco
esta vez se movió, no era capaz.
Ahora
estaba sola, tenía miedo y no tenía ni a su padre para defenderla.
Beatriz
se alejó sin dejar de mirar a su padre cabizbajo. Le vio derrotado, abatido.
Por primera vez en mucho tiempo y aun después de lo que había hecho sintió
lástima por él.
Cuando
llegó junto al grupo, un empujón la colocó entre su hermano y su madre que
acababa de incorporarse al verla, permaneciendo sentada con las piernas
dobladas frente a su pecho.
El
grupo de hombres la miraba en silencio, estaban a la expectativa. Su hermano, sentado
a unos pasos de distancia también se fijaba en ella con su mirada de pervertido
que tanto odiaba. Su madre en cambio, mostraba una expresión extraña.
Artan habló.
-quítate
la camisa –su tono era serio, pero amenazante. Logró aumentar el miedo de Beatriz.
Con
dedos temblorosos comenzó a soltar cada uno de los botones de su camisa. Cuando
hubo soltado todos la deslizó por sus hombros dejándola caer al suelo.
Las
caras de todos los hombres se iluminaron. Su madre sonrió. Eso la aterró más
aún.
Benito
se puso en pie al recibir una señal de Artan y se acercó a Beatriz. Ésta no
dijo nada, se limitó a mirarle a los ojos.
-arrodíllate
–susurró Benito.
Los
ojos se le pusieron como platos, creía que iba a abusar de ella alguno de
aquellos hombres pero no el idiota de su hermano.
-ni
lo sueñes niñato –repuso enfadada
Sabía
que su hermano no le quitaba ojo cuando estaban juntos, sentía como la
desnudaba con la mirada, en ocasiones le había descubierto espiándola y ella
aprovechaba cualquier ocasión para chivarse a su madre para que lo reprimiera
severamente. Fue ella quien delató a Benito cuando se masturbaba en su cuarto
con unas bragas que ella misma le había dado.
Ahora
se tomaría venganza y además obtendría lo que nunca antes pudo conseguir. Pero
Beatriz no estaba dispuesta a obedecer a ese bobalicón, mucho menos a ofrecerle
sexo gratuito.
Pero
entonces escuchó en su nuca la voz de Artan que se había acercado por detrás.
Solo fue un susurro pero todo el cuerpo de Beatriz tembló de miedo con la
amenaza recibida.
De
nuevo miraba a su hermano a los ojos, ya no era un bobalicón pervertido, sino
un peligroso violador como aquellos otros y le temió tanto o más que a ellos.
Las tornas cambiaban de nuevo entre los 2 hermanos.
Al
arrodillarse, su cara quedó frente a la polla de su hermano, la tenía dura y
era más grande que la de su padre.
-no
puedo hacerlo –dijo. Apretó los ojos, bajó la cabeza y volvió a insistir –no
voy a hacerlo –Artan replicó.
-si
no se la chupas a él se lo chuparas a ella.
Beatriz
miró instintivamente a su madre con el rostro lleno de miedo.
Marta
observaba la escena satisfecha de que Beatriz, la pequeña zorra traidora,
sufriera en sus carnes lo mismo que ella. Al oír la voz de Artan se puso tensa
y en su cara se dibujó una mueca de preocupación. No contaba con ser parte
activa de aquello. Madre e hija se miraban a los ojos. La imagen de su hija
lamiéndole el coño produjo una arcada en el estómago de Marta.
Para
sorpresa de todos marta comenzó a separar las rodillas hasta que todo su coño
quedó expuesto a todos los presentes. Beatriz abrió la boca y los ojos como
platos. Casi vomitó.
Marta
solo lo hizo como método intimidatorio, sabía cuál sería la decisión de Beatriz
después de eso. Así fue, Bea se giró volviendo a mirar la polla de Benito
fijamente y tras varios segundos la cogió con la mano para, acto seguido, metérsela
en la boca.
Los 5
captores sonrieron para sus adentros, menudo espectáculo.
Lo
cierto es que Benito además de frustrado onanista era un voyeur profesional.
Tímido y retraído pasaba sus horas en casa con la nariz entre libros, tebeos y,
cuando se daba el caso espionaje filial.
Detestaba
a su hermana pero sus hormonas no lo hacían. La evolución física de Bea no
había pasado inadvertida para Benito que focalizaba en ella todo su reprimido
deseo sexual.
Benito
con los ojos en blanco recordaba cuanto había deseado ese momento, tanto tiempo
haciendo guardia frente al baño para poder ver una teta o una nalga. Tanto
tiempo intentando cazarla in fraganti en alguna situación indecorosa. Por fin
obtenía lo que nunca llegó a imaginar.
Los
labios de ella le recorrían adelante y atrás produciendo oleadas de placer.
También se producía un balanceo en sus tetas que no tardó en atrapar, llenando
sus manos con ellas. Sintió el calor y el tacto de sus pezones. Hizo que le
mirara desde abajo, el lugar donde siempre la quiso tener y disfrutó con ello.
Se sentía poderoso, ni ella ni su madre tenían influencia sobre él ahora. Podía
hacer lo que quisiera. Y siempre quiso hacer algo.
-túmbate
–lo dijo muy despacio. Su voz estaba cargada de rencor.
-¿qué
vas a hacer? –preguntó en un susurro.
-voy
a agradecerte que aquel día me regalaras aquellas bragas con tanta amabilidad.
-Por
favor, te lo suplico, perdóname –y añadió -Lo siento, no quería que pasara todo
aquello.
-si
que querías. Todos me visteis en el salón, incluso la tía y la abuela. Tú
estabas sonriente y satisfecha. Me tendiste una trampa.
Ahora
ya no tenía el tono sereno de antes. Su voz se hacía más áspera y sus ojos se
ardían de cólera.
-Me
dijiste que eran de tu amiga, que tuviste que robárselas del vestuario. Pero me
diste unas tuyas. ¡Me diste tus bragas!
-perdóname,
te lo compensaré. Te lo prometo.
-ya
lo creo que lo harás. Túmbate de una vez.
Su
madre oyó la conversación con una mueca de desconcierto en su rostro.
Desnuda,
con todos aquellos hombres mirándola, con su madre disfrutando de su
sufrimiento Beatriz se encontraba más sola que nunca, estaba llorando. Ahora ya
tumbada sobre la hierba, tapaba sus tetas con las manos mientras mantenía las
piernas juntas y flexionadas.
Benito,
sin ningún esfuerzo las abrió ampliamente. Disfrutó con la vista de su amplio
pubis. Lo acarició, sabía que su padre había estado allí hacía unos momentos
como también estuvieron sus novios pero ahora le tocaba a él.
De
nuevo Artan y sus secuaces intercambiaron miradas maliciosas.
-A su
hermana, se va a follar a su hermana. –susurró de nuevo Saúl. –es increíble
este chico.
Acercó
su polla al coño de ella, separó sus brazos para contemplar sus tetas, miró a
su madre, la gran protectora de su hermana que tanto sufrimiento le había dado
y comenzó a penetrarla. Comenzó a follarla lentamente, embestía a su hermana
tal y como antes se había follado a su madre. Besó su cuerpo, su cuello e
incluso sus labios que ella no se atrevió a privarle. Gozó todo lo que pudo con
ella.
– · –
Artan
estaba pletórico. No era la primera vez que conseguían relaciones familiares de
aquel tipo. Ese era su pasatiempo favorito. Lo más irónico de todo es que jamás
nadie denunció un solo caso de abuso puesto que la vergüenza siempre era más
fuerte que el afán de justicia. ¿quién se expondría a confesar como se había
acostado con un familiar? Nadie quería tal deshonra.
Incluso
en ocasiones asaltaban la misma casa disfrutando de nuevo una y otra vez con
las mismas personas.
– · –
Beatriz
no se movió durante el tiempo que Benito disfrutó con el mete-saca. Ni la más
mínima resistencia, ni una sola protesta, ni el más leve gesto de desaprobación
o asco que pudiera causarle un desaire. Padeció inerte los excesos de su
hermano.
Al
igual que ocurriera minutos antes con Marta, Benito follaba el coño de Bea con
ansia, sin embargo y aunque detestaba a su hermana, a ella no la follaba con
odio sino con deseo, el deseo acumulado durante largos años.
Su
ritmo se fue incrementando hasta que llego el momento del orgasmo. Sus músculos
se tensaron, sus manos apretaron las tetas de ella y todo el semen que aun
guardaba lo eyaculó dentro del coño de su hermana que lo recibió paciente y
resignada.
Benito
descansó sobre ella con los ojos cerrados y la respiración cansada, una vez
consumado el acto. Solo entonces pudo oírla decir algo, solo fue un susurro
casi inaudible que no llegó a comprender.
-lo
siento.
Pasaron
unos minutos en los que nadie se movió. Los secuestradores disfrutaban de
aquello. El morbo de ver a los 2 hermanos juntos satisfacía los deseos de todos
ellos, sobretodo de uno, Artan. El silencio dominaba la noche, no se escuchaba
ni un respiro. Nadie se movía.
-vámonos
-dijo de repente el cabecilla.
Los 5
hombres desaparecieron por el camino forestal. Sin decir palabra, sin
discursos, como si no hubiera pasado nada. Alegres de haber conseguido todo
cuanto desearon. Habían disfrutado de buen sexo con las mujeres, les habían
robado su dinero, su intimidad pero sobre todo su condición de seres humanos
racionales. Eso les hacía sentirse mejores que ellos, más poderosos.
El
claro del bosque volvió a quedar en silencio. Permanecieron inmóviles,
incrédulos al ver desaparecer a aquellos pervertidos por arte de magia. Con
ellos se fue también el terror que sentían. Poco a poco cada uno volvía a
recuperar su estatus dentro del seno familiar.
-levántate
–dijo al fin Beatriz a su hermano.
Benito
vio desaparecer aquellos hombres y con ellos también desaparecía su poder sobre
aquellas mujeres. De nuevo cambiaban las tornas y de nuevo volvía a tener su
estatus de ratón. Se separó de su hermana rápidamente, nervioso. Ésta se
incorporó despacio sin dirigir la mirada a su hermano.
Cuando
Marta fue consciente de su libertad comenzó a hablar, y lo hizo a gritos.
-¡malditos
cerdos hijos de puta!, -bramó –tú… pequeño judas, tú… maldito violador en
serie. ¿¡cómo has podido follarte a tu propia madre!?, cerdo.
Cabizbajo,
Benito aguantaba la bronca como había hecho siempre, en silencio.
-¡me
has dado por el culo, cabronazo!, ¡te has corrido dentro de mí! –los gritos
eran audibles desde muy lejos. Incluso Artan, en su paseo hacia su coche, podía
oírlos. Y eso, una vez más, le agradó.
Ahora
estaba de pie con los puños apretados, su cara roja de ira y el pelo enmarañado
lleno de hierbajos le daba un aire de bruja malvada. Vociferaba como una loca,
insultando a todos y cada uno.
-y
tú, ¡puta!, como has podido follar con tu propio padre, fulana traidora.
-de
la misma manera que tú follas con mis novios –respondió airada.
-¿¡Qué…,
de que hablas!?, ¿con esos delincuentes drogadictos?, ¿estás loca? -gritaba
-no
te hagas la tonta, bien te jactabas antes mientras follabas con tus amigos
–contestó.
-¿follaba…?,
-quedó paralizada al oírlo -¡ME ESTABAN VIOLANDOOO! –estalló. Motas de saliva
salían disparadas de su boca cuando gritaba mientras las venas de su cuello
amenazaban con reventar.
-nunca
he visto a nadie gemir de placer mientras la violan -espetó
-¡porque
me obligaron a hacerlo! –contestó fuera de sí –me amenazaron con violarte a ti
si no lo hacía –sus ojos querían salirse de las cuencas.
Esto
dejó fuera de juego a Beatriz por un momento.
-y…
lo del tatuaje… de Rudy… ¿como lo sabían? –titubeo insegura
-¿de
que tatuaje me hablas? Yo no he hablado con nadie de ningún tatuaje -contestó a
voz en grito.
-él
sabía que Rudy tenía un tatuaje en la ingle porque tú se lo contaste. Si no has
sido tú ¿quien se lo ha dicho? –prosiguió Beatriz.
Al
oírlo Benito, soltó un gemido de angustia, quiso que se lo tragase la tierra.
Ambas
mujeres lo miraron durante un buen rato en silencio, atónitas. Súbitamente
comenzaron a entender muchas cosas. Cosas sobre Artan y sus maniobras. Los
gemidos, el tatuaje, la curiosidad por Fermín…
Las 2
miraban a Benito con intriga. Cuando éste les devolvió la mirada de
culpabilidad el odio se apoderó de Marta que comenzó a caminar hacia él.
Beatriz
cayó de rodillas al suelo abatida, el descubrimiento cayó como una losa sobre
su cabeza. Las maquinaciones de aquel hombre la habían llevado a chuparle la
polla a su padre y dejarse follar por él y por su hermano.
Marta
se colocó en pié frente a Benito que permanecía sentado, casi sobre él, con las
piernas abiertas y los brazos en jarras. Al levantar la mirada pudo ver el
negro coño de su madre, que ya no se molestaba en ocultar, más arriba su tetas
se balanceaban con cada grito y entre ellos su cara roja de ira con sus ojos
inyectados en sangre. Ya no era una visión agradable para él.
-pequeño
bastardo, ¿que más les has contado? –Marta vociferaba de nuevo -¿como sabían lo
que se dice de mí? –al decirlo se agachaba más y más lo que hacía pendular sus
tetas sobre la cabeza de Benito.
Benito
mantenía el silencio. A lo largo de los años descubrió que era mejor callar,
pues cada vez que abría la boca no hacía sino empeorar la situación.
-habla
de una vez pequeño bastardo. Me he dejado dar por el culo por ti. Y tú vas y me
violas puto Edipo pervertido.
Entonces
agarró con fuerza la cabeza de Benito con las 2 manos y empujó la cara contra
su coño aún empapada por culpa de los hombres que habían pasado por allí,
incluido él.
-¿te
gusta cabrón?, ¿te gusta maldito niñato?. ¿Sabes lo que me has hecho? -Gritaba
llorando mientras le restregaba la cara por su pubis –¿sabes lo que has hecho a
tu propia madre?, ¡habla de una vez!
-¿co
…como?, ¡pero si yo no sé qué se dice de ti! –se atrevió a contestar como pudo
–además, tú eres la que les ha hablado de mí ¿como sabían que me pillaste aquel
día en mi cuarto haciéndome una paja? –preguntó armado de valor.
Ahora
eran madre e hijo los que se miraban incrédulos. La voz de Fermín rompió el
silencio.
-vayámonos
de aquí cuanto antes –dijo
Giró
la cabeza hacia su marido y preguntó:
-¿como
lo sabía? –lo repitió en un tono sereno e inquisitorio aun con la cabeza de
Benito entre sus manos.
-se
lo dije yo –su voz sonó tranquila
-pero,…
¿por qué? –masculló Marta incrédula.
-porque
tú les contaste mi problema de eyaculación, porque tú les dijiste que me
gustaban las jovencitas, porque tú les contaste cuánto te gustaba que te
metiese un dedo por el culo cuando lo follabamos. Porque te oí gemir de placer
mientras galopabas sobre uno de ellos.
-me
obligaron, lo juro –dijo en voz baja y aun llorando
-te
manipularon, como a todos –rebatió Fermín -sacaron lo peor de cada uno de
nosotros –y cuando dijo esto miró a Beatriz.
Marta
miró de nuevo a su hijo. Estaba hecha un mar de lágrimas, destrozada por todo
lo ocurrido pero más aún por haber sido un muñeco con el que aquellos hombres
se divirtieron.
Se
sentó a horcajadas frente a Benito, entre sus piernas, con sus manos aun a
ambos lados de su cabeza. Le miró fijamente durante unos segundos y le
preguntó:
-he
pasado la peor noche de mi vida, ¿porqué me has hecho esto?, ¿tanto me odias?
-no
más que tú a mí –respondió cabizbajo
–yo
no te odio, eres mi hijo, ¿qué te hace pensarlo?
-por
el trato que siempre me has dado, por lo cruel que eres cuando fallo en algo,
por la humillación de aquel día hace 1 año. ¿por qué te enfadaste de aquella
manera tan irracional?
Marta
lloró con más fuerza. Tardó un rato en responder.
-porque
aquellas bragas no eran de tu hermana, -contestó -eran mías.
Benito
quedó petrificado con los ojos como platos. Miró a Beatriz que le miraba a su
vez, con ojos llorosos.
-¿me
diste las bragas de mama? –preguntó –¿me hacía pajas oliendo sus bragas?
-lo
siento –dijo Beatriz
-no
lo sabía, creía que eran de su amiga…
–dijo a su madre. -no sabía…
-lo
sé -interrumpió Marta.
-¿pero…
por qué me has hecho creer que eran de ella todo este tiempo?
-Bea
me dijo que te había visto entrar a tu cuarto con una de sus bragas. Cuando yo
entré, te vi desnudo sobre tu cama con la polla en la mano y sus bragas
tapándote la cara. No lo pensé más, me puse furiosísima. Te castigué y humillé
por la rabia de saber que eras un pervertido al que se le ponía dura con su hermana.
Hasta después de aquello no me di cuenta
de que aquellas bragas eran mías pero preferí no destapar el error por
vergüenza. Prefería que tu abuela no supiera que era yo la que te la ponía
dura.
Abrazó
a Benito y le rodeó con sus piernas mientras apretaba la cabeza de él contra su
cuello.
Beatriz,
en pie, miraba en silencio la escena cuando la voz de su padre sonó tras ella.
-Beatriz
–comenzó a decir
Ella
volvió la cabeza y le miró con ojos tristes.
-nunca
podré reparar mi error, sé que te he hecho mucho daño, lo siento.
Sin
embargo, algo se había roto entre ellos, para Bea, ella ya no era su hija ni su
protegida.
Varios
minutos más tarde recogieron parte de los enseres desperdigados junto a la
caravana y se marcharon de aquel lugar al que no volverían nunca ni del que
hablarían a nadie. Solo ellos sabrían lo que pasó aquella noche.
En la
distancia, Artan pudo ver las luces de un vehículo atravesar el bosque y
desaparecer. Tenía en su bolsillo documentación de Fermín en la que se leían
claramente sus datos junto su dirección. Y eso, una vez más, agradó a Artan.
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