VIOLACION PLACENTERA




Soy un hombre casado, aunque joven todavĂ­a, con mis frescas veintinueve primaveras, me siento muy vital, y siempre he sido muy ardiente y fogoso en el amor.

Mi esposa es poseedora de un cuerpo excepcional, naturalmente bella desde que nació, con su cabellera rubia, sus pequeños ojos celestes de gata, que me recuerdan a Judy Foster, y un cuerpacho por demás exuberante. Dotada de enormes pechos por delante, como es de suponer (no es un fenómeno de esa clase) Y un enorme trasero respingón y firme como pocos. Redondo como un globo terráqueo, limitado por dos enormes caderas cuya curvatura desafía las leyes más ortodoxas de la geometría. Y en el medio, como lo puedo expresar, como se puede definir lo inconmensurable, lo sublime, esa tenue línea delicadamente sombreada, demarcatoria, limítrofe, entre dos clones perfectos, macizos, relucientes, rebosantes, de una turgencia que sólo sus pechos, podían hacerlos envidiar.

Y por delante, primorosamente depiladita, y afeitada con un mechoncito rubión, suave y enruladito, digno del más inspirado poema pasional, esta ella, su conejito, su divina rajita, ese coñito totalmente adorable y tierno, fruto de mis desvelos, artífice de mis mayores calenturas, merecedor de la mayor de mis erecciones, obrero incansable de mi éxtasis, artífice de mi embeleso, causante de todos mis arrebatos, artesano de mi lujuria, y destinatario del producto de mis mejores orgasmos. Ese es su coñito.

Qué decir de su pecho, es tan endiabladamente lujurioso, que tiene dos. Dos pechazos, dos pechugones, para hablar en plata dos tremendas tetas, que dejarían de boca abierta al más pintado.

Así es mi esposa, y me la tengo que bancar. Lo que me banco es la envidia de todo hombre que la conoce, o que al menos la ve pasar. Yo la tengo desnuda para mí cada noche, o al menos eso fue así durante un tiempo...los primeros tiempos. Luego, paulatinamente y sin causa o motivo aparente ella se fue distanciando de mí. No era algo obvio, ni por demás evidente, sin embargo, en pequeñeces, pero yo lo percibía....

Nuestras relaciones sexuales fueron espaciándose, haciéndose cada vez más esporádicas, y más ausentes. Si al comienzo podía parecer recato, el hacer ascos cuando la animaba tímidamente a practicarme sexo oral, ahora era capaz de vomitar en el mismo lecho de haber insistido.

Su trasero, ese trasero suyo que me hacĂ­a alucinar era virgen...muy a pesar mĂ­o.

Me sentía rechazado y hasta humillado por su indiferencia sexual. Ante los demás trataba de aparentar todo lo contrario, y hasta me ufanaba ante mis amigos de las proezas sexuales que supuestamente lograba a diario en la intimidad de nuestra alcoba.

Qué vergonzoso hubiera sido que adivinaran aunque fuera una pizca de la verdad.

Les he contado todo esto para que puedan comprender y puedan aceptar, los hechos que les narraré de ahora en más...

Era una noche como cualquier otra, o por lo menos era lo que hubiera dicho de preguntármelo alguien hasta ese momento.... Llegué a casa como siempre cansado, con deseos de cenar e irme a acostar, y tal vez mirar algo de TV antes de dormir. Pero no encontré a Alicia, mi mujer, al entrar, como siempre.

Ella suele salir al recibidor cuando me oye llegar, pero esta vez no fue así. Pensé que habría salido y decidí prepararme algo de comer en la cocina.

Luego de prepararme y saborear un liviano entremés, subí cansadamente las escaleras en dirección al baño. Cuando pasé por la puerta cerrada de nuestra habitación me pareció sentir, murmullos pero no le di mayor importancia y proseguí mi camino pensando que tonterías se me ocurrían, si Alicia estuviera en casa y con alguien no sería precisamente en el dormitorio, sino que lo recibirías en la entrada de la casa o lo haría pasar al comedor.
Para cuando me hube duchado y cepillado los dientes ya habĂ­a olvidado totalmente el incidente, pero cuando estaba por abrir la puerta del dormitorio sentĂ­, esta vez claramente el bullicio de dos mujeres cuchicheando y alguna risilla a media voz...

Me detuve inmediatamente, y dándome la vuelta decidí entrar por la otra puerta lateral para sorprenderlas. Ya había descubierto que la otra voz pertenecía a mi hermana Alelí, y obviamente estarían enfrascadas en una intima conversación de mujeres, hasta tal vez Alicia le pudiera estar haciendo alguna confesión a su cuñadita sobre nuestro problema. Todo y por lo cual entré a hurtadillas, extrañándome sobremanera que estuvieran conversando totalmente a obscuras.

Las voces provenían de nuestro lecho conyugal así que aproveché la obscuridad reinante y acostándome sobre la alfombre logré deslizarme debajo de la cama sin ser visto ni oído.

Yo no era tan tonto ni ingenuo como para no darme cuenta que allí algo raro estaba pasando. Recostarse para conversar de por sí, no era índice de algo pecaminoso, ya las había visto en similares ocasiones, tampoco el que apagaran las luces para hacerlo, (mi señora siempre había tenido un sentido muy estricto del ahorro). Pero por más ingenuo que yo fuera y por más enamorado de mi esposa que estuviera, no podía dejar de darme cuenta que los gemiditos, risitas y suspiros que sentía no eran parte de una conversación normal entre cuñadas. Por otra parte, y debido a la obscuridad reinante y a que yo venía de el exterior no pude ver nada al entrar, desde el piso mientras me arrastraba no logré divisarlas, el innegable crujido del colchón y elásticos delataba sin ambages que los cuerpos allí acostados estaban en movimiento.

Lo primero que hice cuando reaccioné a esta realidad choqueante, fue sacar la cabeza para afuera y tratar de escuchar lo que murmuraban: -mmm..que rico, sí así...así...sigue que me matas..- Te gusta mi coñito verdad mi amor...verdad...dilo..dilo- -Siiii...Siii...- no pares nunca...ahhhh..- Noté que el miembro se me había puesto tieso como nunca. Y eso que se trataba de mi propia hermana y de mi esposa.

Nunca habĂ­a presenciado una relaciĂłn lesbiana, (mi esposa no era lesbiana, de eso puedo dar fe) de mi hermana no sabĂ­a, le habĂ­a conocido algĂşn novio o festejante, pero nunca nada serio. Pero de cara a esta realidad me di cuenta de que me faltaba por conocer facetas de mi propia libido. Porque no recordaba haber tenido una erecciĂłn de la magnitud de la que estaba teniendo en esos momentos.

Lo que me desesperaba no era lo abyecto de la situación que me parecía por demás lujuriosa y excitante. Sino el tener que conformarme con oír y no poderlas ver. Así que aprovechando que la gruesa alfombra amortiguaba por completo el posible sonido de mi arrastre, me deslicé hasta detrás de un gran ropero desde donde subido a una banqueta comencé desesperadamente a atisbar todo cuanto allí sucedía.

A medida que me fui acostumbrado a esa penumbra fui captando el perfil de ambos cuerpos gloriosamente desnudos y libres de todo tapujo, ardorosamente entrelazados como si fueran uno solo. A medida que los besos y caricias que se prodigaban con esplendidez iban avanzado hacia los genitales, el sordo murmullo de sus suspiros crecía en intensidad. La excitación que me producía la escena desbordaba todos los límites. Me di cuenta de que no solo era debido, a la abstinencia casi forzosa a la que me tenía acostumbrado mi esposa, sino a el morbo que aquel par de cuerpos desnudos me provocaba, Y lo peor, era que ello me excitaba mucho más aún por tratarse de mi propia hermana, a la que yo secretamente había deseado durante toda mi infancia, y mi mujer, la que era objeto de mis deseos más morbosos y abyectos.

Mi mano se deslizó involuntariamente hacia mi pantalón, había comenzado a acariciarme por fuera sin ser consciente de lo que hacía. Cuando me di cuenta, reaccioné, primero pensé que no era correcto, pero luego, me dejé llevar por los instintos naturales y comencé lentamente a masturbarme.

Luego de besarse apasionadamente en la boca cuello y senos, lentamente mi hermana, que era claramente la que llevaba la iniciativa, fue bajando en sus húmedos ósculos hacia ese vientre que yo tan bien conocía, y deteniéndose lentamente en su pequeño ombligo, prosiguió luego hacia los sensibles dominios que hasta hacía poco me habían pertenecido en forma absoluta, adueñándose de ellos por completo, a decir por los increíbles gemidos de felicidad y placer que dejaba escapar mi adorable Alicia.

Justo cuando mi mujer habĂ­a concluido de gozar un extraordinariamente prolongado orgasmo comenzĂł a sonar la campana de la puerta de entrada.

Yo no me moví ni un milímetro y ellas aunque sobresaltadas en principio, estaban muy en lo suyo como para tales distracciones, por lo demás sabían perfectamente que yo tenía mis llaves y que nunca tocaba a la puerta. Pero fue tal la insistencia de los timbrazos que se decidieron por fin a atender. Mi hermana le dijo a Alicia que permaneciera en la cama que ella iría a ver quién era y que lo despacharía en un santiamén. Se puso una bata de su cuñada y bajó presurosa a tal menester.

Yo mientras acariciaba lentamente mi falo sin perder de vista el espectáculo de aquel cuerpo que me parecía más lujurioso que nunca. Brillante de sudor pasional, como nunca había estado por causa mía.

Se sentĂ­an voces abajo, de tres o cuatro personas, la Ăşnica femenina era la de AlelĂ­, sentĂ­ real curiosidad por saber que estarĂ­a pasando. Luego se escucharon una tropelĂ­a de pasos en los alfombrados escalones, hasta que por fin aparecieron las siluetas de cuatro individuos bastante mal trazados aĂşn sin luz, y medio atrás sujeta por el Ăşltimo hombre mi hermana, que presa de un gran susto y desesperaciĂłn intentaba gritar – haz algo Alicia,!! entraron por la fuerza, y no lo pude evitar....no sĂ© lo que quieren...-

Aunque esto último era muy ostensible, debía ser la famosa Banda que estaba buscando toda la Policía y hasta Interpol. Pues se dedicaban a hacer copamiento de viviendas, robando y desvalijando a cuanta mansión tenían acceso, se les buscaba también en Francia e Italia por delitos similares. Su modus operandi era el más sencillo pero efectivo tocaban el timbre, y según quien les atendiera decidían en el momento si se introducían o lo dejaban para mejor oportunidad. El hecho de ver a mi hermana en bata los decidió de inmediato.

Yo estaba totalmente paralizado, con el miembro en una mano atisbando a mi esposa y a mi hermana no estaba en las mejores condiciones como para decir arriba las manos. Así que opté por quedarme los más silencioso posible y oculto de toda mirada. Aunque podía cómodamente atisbar todo lo que sucedía a través de una rendija del ropero.

Rápidamente los maleantes tomaron el total control de la situación. Uno de ellos, el que parecía el Jefe se abalanzó prácticamente sobre mi mujer que había comenzado a lanzar gritos de auxilio y tapándole fuertemente la boca con una mano le indico a uno de sus compinches que la amordazara, para lo cual rasgaron la funda de una de las almohadas.

Una vez que hubieron hecho esto, el mandamás, que también era el portavoz del grupo les dijo a las dos indefensas mujeres que no se preocuparan que solo querían el dinero.

Aunque la idea que me atormentaba era que se les ocurriera aprovechar la impunidad de la situación y abusar de ellas a su antojo. Al parecer ese temor también cruzaba por la mente de Alelí y de Alicia, a juzgar por los lloros y cruce de miradas entre ellas. Sobre todo que no habían tenido tiempo de vestirse, y su desnudez (a Alelí se le había abierto la bata con el forcejeo) era altamente provocativa para estos individuos de baja ralea, fieros e inescrupulosos. De gesto sombríos, barbudos, y mal trazados, con signos de estarla pasando bastante mal, al tener que estar huyendo continuamente, sin poder relajarse nunca, constantemente alertas y en guardia. Sin tiempo ni para conseguirse una mujer... y allí tenían a dos, endiabladamente bellas, sensuales, y totalmente desnudas. La provocación y la oportunidad eran demasiadas para que las dejasen escapar.

Comencé a observar las miradas abyectas, sexuales, directamente explícitas, y explícitamente libidinosas de esos guarros, desvergonzados y tunantes, sobre mis dos mujercitas, que a esta altura se abrazaban gimoteando, para darse coraje mutuamente, aunque temblaban visiblemente de terror...

Lo del dinero pareció olvidárseles pronto. Tenían el dominio completo de la situación. Una mansión a su total disposición, con su consiguiente alacena para vaciar y dos increíbles e indefensas damitas, a su entera disposición para todo lo que se les viniera en gana. No podían pedir más.

Mientras uno fue a la cocina y trajo todo lo que encontró en una enorme bandeja de plata, los demás se dejaron despanzurrar por donde mejor les vino, y comenzaron a hartarse de comida y bebida ya que otro había descubierto el barcito que tenía en mi estudio y había traído botellas para todos.

Una vez que se hubieron hartado de comer y beber, bastante aguijoneados por el alcohol volvieron su atenciĂłn a las dos mujeres.

Comenzaron a decirles guarradas y todo tipo de improperios soeces, mientras Alicia y Alelí intentaban desesperadamente permanecer juntas y abrazadas, pero pudo más la fuerza bruta y finalmente entre dos de los individuos consiguieron separarlas. Luego de lo cual el que sujetaba a mi hermana diestramente le arrebato la bata de un solo tirón, dejándola completamente desnuda, lo cual arrancó gritos y exclamaciones de júbilo por parte de los cuatro compinches. Yo nunca había visto desnuda a mi hermana, y quedé totalmente atónito y embelesado con la belleza y exuberancia de su cuerpo virginal, aunque tenía pocos años menos que yo.

Tampoco se les habĂ­a escapado a los cuatro forajidos, la perfecciĂłn fĂ­sica de esas dos tremendas TĂ­as que eran Alicia y AlelĂ­, y estarĂ­an agradeciendo en su interior, al destino que los habĂ­a puesto en semejante trance.

Decidieron pues, que primero atarĂ­an a una de las dos, mientras se divertĂ­an todos con la otra por turnos, para luego intercambiarlas, y luego cuando las dos estuvieran bien cansadas de tantas vejaciones y de intentar resistirse podrĂ­an soltarlas y divertirse con las dos juntas, ese era el plan.

Pero desgraciadamente para mí resbalé de la banqueta en la que estaba subido y fui descubierto de inmediato. Se abalanzaron los cuatro sobre mí y golpeándome fuertemente en la cara y costillas me interrogaron vivamente sobre quién era y que hacía allí. Les tuve que decir la verdad acerca de quién era y mi parentesco con cada una. En cuanto a que hacía allí les mentí, pero descubrí en la mirada de Alicia y Alelí, que ellas captaron la verdad en el primer instante de verme.

Cuando se enteraron de que era hermano de una y esposo de la otra comenzaron a reĂ­r fuertemente y haciĂ©ndose bromas uno al otro se decĂ­an: - ahora sĂ­ que la tenemos buena- -esto sĂ­ que va a ser diversiĂłn – decĂ­a otro. Se reunieron por un momento para decidir lo que harĂ­an y luego me ataron a una silla, ataron a mi mujer sentada en la cama y trajeron a mi hermana desnuda y la obligaron a arrodillarse entre mis piernas.

Ahora vamos a saber si eres tan buena como prometes, puta... le vas a chupar la polla a tu hermano frente a los propios ojos de tu cuñada Jua..Jua..Jua ¡!!!

Las risotadas de los cuatro retumbaron en la habitación y a mí se me heló la sangre en las venas, mi picha estaba hecha un desastre, empequeñecida a su mínima expresión por el susto que tenía encima se había perdido entre mis pantalones hacía rato, por lo que nadie por suerte había reparado en que tenía la bragueta abierta.

AlelĂ­ fue obligada a empujones y golpes a arrodillarse entre mis muslos y a mi mujer le sostenĂ­an la cabeza derecha y levantada para que no se le escapara nada de lo que iba a pasar, mientras la amenazaban con una lluvia de golpes si se atrevĂ­a a cerrar los ojos o a mirar hacia otro lado.

Obligada a golpes Alelí fue a abrirme la bragueta y cuando la encontró ya abierta su sorpresa fue grande. Su mirada se cruzó con la mía, y al instante supe que lo adivinó todo. Su rostro se ruborizó más aún al comprender que su hermano había estado masturbándose a sus costillas. Por lo que excitada con ese pensamiento su labor no le fue tan desagradable. Comenzó lentamente a besarme el prepucio en la punta y todo en derredor de la cabeza del pene, aunque sin descubrir el capullo. Eran besos largos, húmedos, calientes, con la punta de su lengua entre sus labios, haciendo que rozara mi hipersensible piel y que me estremeciera a cada contacto. Todos aplaudían y vociferaban entusiasmados al constatar cómo se me había parado, les daba gusto que su plan rodara de maravillas. Miré de soslayo a mi mujer y adiviné en su mirada la tortura por la que estaba pasando.

Entretanto, mi hermanita sin que le dijeran nada, había descubierto totalmente mi glande y apretándolo fuertemente con los labios había comenzado a introducírselo lenta pero progresivamente en el interior de su boca húmeda y caliente, haciendo que un grito de placer brotara de mis doloridos pulmones.

Ya no me animé más a mirar a Alicia. Lo que recuerdo después fue una inmensa venida que tuve en el rostro y boca de mi hermana. Ella me miró con una cara de fierecilla salvaje que nunca le había visto. Pero sí sé que fue un polvo espectacular, tal vez el mejor de mi vida, y que ello se debió a como me excitaba que mi propia hermana me practicara una felación tan completa y apasionada, que a su vez la disfrutara como yo, y que para colmo todo esto fuera realizado en la misma cara de mi mujer.

Pero la diversión recién comenzaba para el grupo de malvivientes y así lo dijeron, entre risotadas, y reuniéndose otra vez, deliberaron sobre cuál sería el próximo paso a seguir.

Cuando llegaron por fin a un acuerdo, resolvieron que esta vez, yo sería el testigo, mientras me reponía y me obligarían a presenciar la consecutiva violación de mi mujer, por toda la Banda de forajidos. Y así lo hicieron, mientras era sujetada entre dos, y el tercero la obligaba a abrirse bien de piernas, el de turno la penetró fuertemente y sin aviso, haciéndoles escapar un alarido de dolor, ya que era el más armado de los cuatro, con un miembro realmente descomunal. Ella trataba de rehuir mi mirada, pero era obligada al
igual que yo a mirarnos a los ojos mientras era poseĂ­da endiabladamente por ese repelente y maloliente sujeto. El TĂ­o le propinaba flor de empellones con su vástago desplegado al máximo, a lo cual mi mujer no podĂ­a menos que gemir, y aunque no lo hacĂ­a adrede esos gemidos encendĂ­an más a los cuatro salvajes que apuraban al de turno para que les cediera el privilegio al son de: -Vamos hombre, apura ya eso, que con ese trinquete que tienes nos la vas a dejar que ni pa consuelo...- Y asĂ­ arreciĂł el depravado sujeto en sus arremetidas logrando arrancarle un manojo de orgasmos que la hicieron templar de punta a punta como un tendal. –Aahh está gozando, está gozando!- repetĂ­an babeándose los puercos individuos con los ojos inyectos de lascivia.

Cuando el primero termino, y tuvo un enorme y prolongado orgasmo en el interior de mi mujer, se tomĂł su tiempo disfrutándolo, moviĂ©ndose lentamente mientras la miraba a los ojos con una sonrisa puerca y burlona, y se dio vuelta a mirarme a mĂ­, y me dijo – Y, que te está pareciendo, la puta de tu mujercita? Goza o no goza, jua jua jua...- Y todos coreaban sus rizas burlonas, mientras yo me sentĂ­a explotar de rabia y deseaba matarlos a todos, uno por uno, pero primero torturarlos y hacerlos sufrir como ellos lo hacĂ­an con nosotros.

Pero muy en el fondo sabía que la escena me había resultado increíblemente morbosa y excitante, era la expresión más cabal de mis más recónditas fantasías sexuales.

Sentí como mi miembro retomaba su brío al ver prepararse al que tomaría el segundo lugar en el "becerro" o Gang Bang como lo llaman los norteamericanos. Mientras para mayor diversión habían obligado a mi hermana a chuparle los pezones a Alicia antes y durante las próximas penetraciones. Los pezones de mi esposa comenzaron a agrandarse notoriamente y a endurecerse quedando bien paraditos como dos puntitas duras, dos carocitos, dos cerezas apetitosas que no demoraron mucho en paladear los dos que esperaban turno, mientras le sobaban fuertemente ambos senos. Entretanto a Alicia la mandaron al piso sobre la alfombra e hicieron colocar a Alelí de manera que le pudiera estimular el clítoris con la lengua mientras su cuñada era penetrada vaginalmente al mismo tiempo que sus senos eran succionados fuertemente por los otros dos individuos. Esta despiadada estimulación de todas sus zonas erógenas a un mismo tiempo provocó que Alicia tuviera una serie continua de orgasmos que parecía no terminar nunca y que la hacían gritar y retorcerse de placer, no pudiendo más soportar el peso de mi mirada.

Luego de esta serie la dejaron descansar un poco y cuando tomó fuerzas, la obligaron a darse vuelta boca abajo, y mientras uno se sentaba en un sofacito y sacaba su miembro ya erecto para afuera los otros la obligaron a arrodillarse frente a él con las piernas bien abiertas y hacerle una mamada, al mismo tiempo, que el restante del equipo se ponía en cuclillas por detrás y la penetraba por el ano lentamente al comienzo, sodomizándola brutalmente luego, a lo cual para mi sorpresa mi esposa no parecía disgustarle demasiado, ni dolerle mucho, pues si bien ahogaba un grito de vez en cuando, la mayor parte del tiempo acompañaba el movimiento de su diestro y brutal jinete. Siempre sin dejar de tragarse hasta los huevos la pija de ese depravado y vil individuo que tenía sentado enfrente a su cara, y hacía amplios movimientos de sube y baja con la cabeza, descubriéndola toda, y volviéndola a sumergir hasta su garganta, con los ojos cerrados y una expresión de lujuria en su rostro que nunca me hubiera ni imaginado, que podía poner. El hombre abría los ojos de vez en cuando para mirarla, y volvía a cerrarlos con una expresión de gozosa satisfacción. Hasta que por fin no pudo aguantarse más y profirió un desgarrador alarido pero de placer, al descargarse completamente en la boca y cara de mi mujer, que quedó literalmente bañada en semen.

-Ahora le toca nuevamente a él - gritó el Jefe, mientras me señalaba, y a mi miembro que sin darme yo cuenta estaba nuevamente en pié de guerra, al estar tan concentrado en todo los que hacía y le hacían a mi mujer.

No sabía lo que me tocaría hacer esta vez, hasta que vi que hacían ponerse a Alicia en cuatro patas en el mismo lugar que había estado Alelí, el mandamás se sentó en el sofá esta vez y obligaron a mi hermanita a ponerse en posición para chupársela y que yo a mi vez me la clavara por el culo.

El culo de mi hermana era una cosa que siempre me había tenido caliente, desde niño. Había crecido viéndola jugar desnudita y luego en polleritas, que apenas le tapaban las braguitas estando parada, cuando se agachaba, aquel culito redondo y regordete quedaba totalmente expuesto a mis deseosas miradas fraternales. Ahora, por obra y gracia de estos maleantes iba a poder concretar esa fantasía de toda mi vida follarme a Alelí por el culito, no lo podía creer. Con este pensamiento en mente y luego de todo lo que había vivido en esa última hora, y la excitación de haber visto violar repetidamente a mi mujer por cuatro individuos distintos, ver como la sodomizaban salvajemente, y como ella no obstante ello lo gozaba y lo disfrutaba todo, inclusive dándole placer a ellos bucalmente, recibiendo sus eyaculaciones en la boca y tragando sus leches aunque las podía haber escupido. Eso me puso es miembro de tal tamaño, y tan duro que yo mismo lo desconocía. Alicia lo miraba de vez en cuando mientras era follada a mansalva y sus ojos se agrandaban de asombro y deseo.

Mientras tanto, los dos salvajes que habían realizado las primeras faenas, ya estaban deseosos nuevamente, excitados por su misma depravación, y por la orgía que estaban presenciando y protagonizando, en papeles estelares podría decirse. Así que, decidieron mientras morboseaban con la idea, de penetrar a Alicia doblemente y a un mismo tiempo. Luego que decidieron quien iría por delante y quien por detrás, lo pusieron en práctica, acomodándose a tal propósito acostados de lado sobre la gruesa alfombra que cubría toda la estancia. Yo ya había visto escenas de doble penetración en algún film pornográfico, pero nunca antes lo había visto realizar en aquella posición, los tres acostados sobre un costado, cual gigantesco sándwich, donde mi esposa, simulaba ser el jamón del medio. Y ver como gozaban los dos con tan pervertida posición, me excitó hasta la locura, sobre todo porque se notaba que Alicia no lo estaba pasando nada mal, sino por el contrario, aunque frecuentemente el dolor le hacía morderse los labios, toda la expresión de su cara traslucía la impresionante calentura que tenía en esos momentos, y lo mucho que la cachondeaba sentir como era martillada, y doblemente taladrada, al mismo tiempo en ambos sentidos, opuestos, siendo solo ella la única receptora de tales embestidas.

Un tercer verdugo, se había entre tanto puesto frente a mi hermanita que estaba frente a mí, en cuatro patas zarandeándome su culito de lado a lado como provocándome. Y poniéndole toda su tripa gorda en la boca la obligó a mamársela, mientras le hacía llevar el ritmo con una mano en la nuca.

Todo eso era demasiado fuerte para mí, y mi pene parecía que iba a explotar, nunca lo había visto tan duro ni tan grande, y pensar que justo ahora se lo iba a tener que meter en el virgen culito de mi querida hermanita. Le puse bastante saliva a la cabeza y al dedo que primero le introduje con precaución, sintiendo como ella en lugar de contraerse se relajaba, aflojando su esfínter y glúteos como toda una experta, así que despacio y con mucho cuidado le puse mi capullo en la entrada de su ano y comencé a moverlo lentamente, mientras ella hacía otro tanto con sus caderas ayudando, cuando hubo comenzado a penetrar flexionó sus rodillas viniéndose hacia mí de un golpe con lo que la penetración fue completa, y de ahí en más sentía claramente cada vez que mis testículos golpeaban contra ella, y sentía sus gemidos de dolor pero con mucho de placer. Al tiempo que le podía ver la cara en el gran espejo que había en la pared y tenía el rostro totalmente enrojecido de calentura y apretaba los dientes mientras reculaba para sentirme bien adentro suyo sodomizándola yo, su hermano.

Y yo rayaba en la demencia follando ese culo sublime, bestial, salvaje, mientras veía como mi hermana chupaba y rechupaba esa enorme polla venosa y reluciente que tenía entre los labios, a la cual acicalaba constantemente, volviendo a ponerle saliva para proseguir en su recorrida desde el glande hasta el escroto, una y otra y otra vez, solo deteniéndose a lamer por fuera de vez en cuando y succionarle los testículos, cosa que parecía agradarle al depravado sujeto, dado los gemidos que lograba arrancarle.

A todo esto mi mujer nos miraba, ya no habĂ­a miedo ni dolor reflejados en su rostro tampoco celos...no podrĂ­a luego de todo lo que le hicieron en mi presencia. De solo pensar que a mĂ­ me hacĂ­a ascos si le pedĂ­a que me la chupara....

Seguí bombeando a mi hermanita hasta que le saqué chispas a su culo, lo tenía hermoso, suave, terso y redondo como siempre lo había soñado, y ahora lo estaba haciendo mío.... en una follada sin igual.

Sentí venir el orgasmo y no me resistí, unos largos latigazos de semen se hicieron sentir en su interior, por un momento sentí pasar mi vida frente a mis ojos, como lo que experimentan los que están por morir. Pero yo no estaba muriendo, muy por el contrario estaba renaciendo en el culo de mi hermana, un culo, que ya no era virgen gracias a mí....

Feliz, pero agotado miré a mi esposa, y en su mirada baja descubrí todo el dolor de su impotencia. Había sucumbido al deseo y al placer en su forma más brutal y licenciosa, había muerto de celos, y renacido en su propia lujuria y promiscuidad. Había pasado por todas estas experiencias extremas en un escaso margen de tiempo, era demasiado para cualquiera.

Pero el tiempo cura las heridas, esa pesadilla necesariamente tendrĂ­a un final, y nosotros una vida de esperanza por delante.


Juntos, y mucho más unidos que en el pasado, con una futura relación sexual mucho más abierta y sin tapujos, por fin llegaríamos a ser felices....

Unknown

Escritor, recopilador, sexĂłlogo, psicĂłlogo y filĂłsofo. Amante de las mujeres.

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