Soy
un hombre casado, aunque joven todavĂa, con mis frescas veintinueve primaveras,
me siento muy vital, y siempre he sido muy ardiente y fogoso en el amor.
Mi
esposa es poseedora de un cuerpo excepcional, naturalmente bella desde que
nació, con su cabellera rubia, sus pequeños ojos celestes de gata, que me
recuerdan a Judy Foster, y un cuerpacho por demás exuberante. Dotada de enormes
pechos por delante, como es de suponer (no es un fenĂłmeno de esa clase) Y un
enorme trasero respingón y firme como pocos. Redondo como un globo terráqueo,
limitado por dos enormes caderas cuya curvatura desafĂa las leyes más ortodoxas
de la geometrĂa. Y en el medio, como lo puedo expresar, como se puede definir
lo inconmensurable, lo sublime, esa tenue lĂnea delicadamente sombreada,
demarcatoria, limĂtrofe, entre dos clones perfectos, macizos, relucientes,
rebosantes, de una turgencia que sĂłlo sus pechos, podĂan hacerlos envidiar.
Y
por delante, primorosamente depiladita, y afeitada con un mechoncito rubiĂłn,
suave y enruladito, digno del más inspirado poema pasional, esta ella, su
conejito, su divina rajita, ese coñito totalmente adorable y tierno, fruto de
mis desvelos, artĂfice de mis mayores calenturas, merecedor de la mayor de mis
erecciones, obrero incansable de mi Ă©xtasis, artĂfice de mi embeleso, causante
de todos mis arrebatos, artesano de mi lujuria, y destinatario del producto de
mis mejores orgasmos. Ese es su coñito.
Qué
decir de su pecho, es tan endiabladamente lujurioso, que tiene dos. Dos pechazos,
dos pechugones, para hablar en plata dos tremendas tetas, que dejarĂan de boca
abierta al más pintado.
AsĂ
es mi esposa, y me la tengo que bancar. Lo que me banco es la envidia de todo
hombre que la conoce, o que al menos la ve pasar. Yo la tengo desnuda para mĂ
cada noche, o al menos eso fue asĂ durante un tiempo...los primeros tiempos.
Luego, paulatinamente y sin causa o motivo aparente ella se fue distanciando de
mĂ. No era algo obvio, ni por demás evidente, sin embargo, en pequeñeces, pero
yo lo percibĂa....
Nuestras
relaciones sexuales fueron espaciándose, haciéndose cada vez más esporádicas, y
más ausentes. Si al comienzo podĂa parecer recato, el hacer ascos cuando la
animaba tĂmidamente a practicarme sexo oral, ahora era capaz de vomitar en el
mismo lecho de haber insistido.
Su
trasero, ese trasero suyo que me hacĂa alucinar era virgen...muy a pesar mĂo.
Me
sentĂa rechazado y hasta humillado por su indiferencia sexual. Ante los demás
trataba de aparentar todo lo contrario, y hasta me ufanaba ante mis amigos de
las proezas sexuales que supuestamente lograba a diario en la intimidad de
nuestra alcoba.
Qué
vergonzoso hubiera sido que adivinaran aunque fuera una pizca de la verdad.
Les
he contado todo esto para que puedan comprender y puedan aceptar, los hechos
que les narraré de ahora en más...
Era
una noche como cualquier otra, o por lo menos era lo que hubiera dicho de
preguntármelo alguien hasta ese momento.... Llegué a casa como siempre cansado,
con deseos de cenar e irme a acostar, y tal vez mirar algo de TV antes de
dormir. Pero no encontré a Alicia, mi mujer, al entrar, como siempre.
Ella
suele salir al recibidor cuando me oye llegar, pero esta vez no fue asĂ. PensĂ©
que habrĂa salido y decidĂ prepararme algo de comer en la cocina.
Luego
de prepararme y saborear un liviano entremés, subà cansadamente las escaleras
en dirección al baño. Cuando pasé por la puerta cerrada de nuestra habitación
me pareciĂł sentir, murmullos pero no le di mayor importancia y proseguĂ mi
camino pensando que tonterĂas se me ocurrĂan, si Alicia estuviera en casa y con
alguien no serĂa precisamente en el dormitorio, sino que lo recibirĂas en la
entrada de la casa o lo harĂa pasar al comedor.
Para
cuando me hube duchado y cepillado los dientes ya habĂa olvidado totalmente el
incidente, pero cuando estaba por abrir la puerta del dormitorio sentĂ, esta
vez claramente el bullicio de dos mujeres cuchicheando y alguna risilla a media
voz...
Me
detuve inmediatamente, y dándome la vuelta decidà entrar por la otra puerta
lateral para sorprenderlas. Ya habĂa descubierto que la otra voz pertenecĂa a
mi hermana AlelĂ, y obviamente estarĂan enfrascadas en una intima conversaciĂłn
de mujeres, hasta tal vez Alicia le pudiera estar haciendo alguna confesiĂłn a
su cuñadita sobre nuestro problema. Todo y por lo cual entré a hurtadillas, extrañándome
sobremanera que estuvieran conversando totalmente a obscuras.
Las
voces provenĂan de nuestro lecho conyugal asĂ que aprovechĂ© la obscuridad
reinante y acostándome sobre la alfombre logré deslizarme debajo de la cama sin
ser visto ni oĂdo.
Yo
no era tan tonto ni ingenuo como para no darme cuenta que allĂ algo raro estaba
pasando. Recostarse para conversar de por sĂ, no era Ăndice de algo pecaminoso,
ya las habĂa visto en similares ocasiones, tampoco el que apagaran las luces
para hacerlo, (mi señora siempre habĂa tenido un sentido muy estricto del
ahorro). Pero por más ingenuo que yo fuera y por más enamorado de mi esposa que
estuviera, no podĂa dejar de darme cuenta que los gemiditos, risitas y suspiros
que sentĂa no eran parte de una conversaciĂłn normal entre cuñadas. Por otra
parte, y debido a la obscuridad reinante y a que yo venĂa de el exterior no
pude ver nada al entrar, desde el piso mientras me arrastraba no logré
divisarlas, el innegable crujido del colchón y elásticos delataba sin ambages
que los cuerpos allĂ acostados estaban en movimiento.
Lo
primero que hice cuando reaccioné a esta realidad choqueante, fue sacar la
cabeza para afuera y tratar de escuchar lo que murmuraban: -mmm..que rico, sĂ
asĂ...asĂ...sigue que me matas..- Te gusta mi coñito verdad mi amor...verdad...dilo..dilo-
-Siiii...Siii...- no pares nunca...ahhhh..- NotĂ© que el miembro se me habĂa
puesto tieso como nunca. Y eso que se trataba de mi propia hermana y de mi
esposa.
Nunca
habĂa presenciado una relaciĂłn lesbiana, (mi esposa no era lesbiana, de eso
puedo dar fe) de mi hermana no sabĂa, le habĂa conocido algĂşn novio o
festejante, pero nunca nada serio. Pero de cara a esta realidad me di cuenta de
que me faltaba por conocer facetas de mi propia libido. Porque no recordaba
haber tenido una erecciĂłn de la magnitud de la que estaba teniendo en esos
momentos.
Lo
que me desesperaba no era lo abyecto de la situaciĂłn que me parecĂa por demás
lujuriosa y excitante. Sino el tener que conformarme con oĂr y no poderlas ver.
AsĂ que aprovechando que la gruesa alfombra amortiguaba por completo el posible
sonido de mi arrastre, me deslicé hasta detrás de un gran ropero desde donde
subido a una banqueta comencĂ© desesperadamente a atisbar todo cuanto allĂ
sucedĂa.
A
medida que me fui acostumbrado a esa penumbra fui captando el perfil de ambos
cuerpos gloriosamente desnudos y libres de todo tapujo, ardorosamente
entrelazados como si fueran uno solo. A medida que los besos y caricias que se
prodigaban con esplendidez iban avanzado hacia los genitales, el sordo murmullo
de sus suspiros crecĂa en intensidad. La excitaciĂłn que me producĂa la escena
desbordaba todos los lĂmites. Me di cuenta de que no solo era debido, a la
abstinencia casi forzosa a la que me tenĂa acostumbrado mi esposa, sino a el
morbo que aquel par de cuerpos desnudos me provocaba, Y lo peor, era que ello
me excitaba mucho más aún por tratarse de mi propia hermana, a la que yo
secretamente habĂa deseado durante toda mi infancia, y mi mujer, la que era
objeto de mis deseos más morbosos y abyectos.
Mi
mano se deslizĂł involuntariamente hacia mi pantalĂłn, habĂa comenzado a acariciarme
por fuera sin ser consciente de lo que hacĂa. Cuando me di cuenta, reaccionĂ©,
primero pensé que no era correcto, pero luego, me dejé llevar por los instintos
naturales y comencé lentamente a masturbarme.
Luego
de besarse apasionadamente en la boca cuello y senos, lentamente mi hermana,
que era claramente la que llevaba la iniciativa, fue bajando en sus hĂşmedos
Ăłsculos hacia ese vientre que yo tan bien conocĂa, y deteniĂ©ndose lentamente en
su pequeño ombligo, prosiguió luego hacia los sensibles dominios que hasta
hacĂa poco me habĂan pertenecido en forma absoluta, adueñándose de ellos por
completo, a decir por los increĂbles gemidos de felicidad y placer que dejaba
escapar mi adorable Alicia.
Justo
cuando mi mujer habĂa concluido de gozar un extraordinariamente prolongado
orgasmo comenzĂł a sonar la campana de la puerta de entrada.
Yo
no me movĂ ni un milĂmetro y ellas aunque sobresaltadas en principio, estaban
muy en lo suyo como para tales distracciones, por lo demás sabĂan perfectamente
que yo tenĂa mis llaves y que nunca tocaba a la puerta. Pero fue tal la
insistencia de los timbrazos que se decidieron por fin a atender. Mi hermana le
dijo a Alicia que permaneciera en la cama que ella irĂa a ver quiĂ©n era y que
lo despacharĂa en un santiamĂ©n. Se puso una bata de su cuñada y bajĂł presurosa
a tal menester.
Yo
mientras acariciaba lentamente mi falo sin perder de vista el espectáculo de
aquel cuerpo que me parecĂa más lujurioso que nunca. Brillante de sudor
pasional, como nunca habĂa estado por causa mĂa.
Se
sentĂan voces abajo, de tres o cuatro personas, la Ăşnica femenina era la de
AlelĂ, sentĂ real curiosidad por saber que estarĂa pasando. Luego se escucharon
una tropelĂa de pasos en los alfombrados escalones, hasta que por fin
aparecieron las siluetas de cuatro individuos bastante mal trazados aĂşn sin
luz, y medio atrás sujeta por el último hombre mi hermana, que presa de un gran
susto y desesperaciĂłn intentaba gritar – haz algo Alicia,!! entraron
por la fuerza, y no lo pude evitar....no sé lo que quieren...-
Aunque
esto Ăşltimo era muy ostensible, debĂa ser la famosa Banda que estaba buscando
toda la PolicĂa y hasta Interpol. Pues se dedicaban a hacer copamiento de
viviendas, robando y desvalijando a cuanta mansiĂłn tenĂan acceso, se les
buscaba también en Francia e Italia por delitos similares. Su modus operandi
era el más sencillo pero efectivo tocaban el timbre, y según quien les
atendiera decidĂan en el momento si se introducĂan o lo dejaban para mejor
oportunidad. El hecho de ver a mi hermana en bata los decidiĂł de inmediato.
Yo
estaba totalmente paralizado, con el miembro en una mano atisbando a mi esposa
y a mi hermana no estaba en las mejores condiciones como para decir arriba las
manos. Asà que opté por quedarme los más silencioso posible y oculto de toda
mirada. Aunque podĂa cĂłmodamente atisbar todo lo que sucedĂa a travĂ©s de una
rendija del ropero.
Rápidamente
los maleantes tomaron el total control de la situaciĂłn. Uno de ellos, el que
parecĂa el Jefe se abalanzĂł prácticamente sobre mi mujer que habĂa comenzado a
lanzar gritos de auxilio y tapándole fuertemente la boca con una mano le indico
a uno de sus compinches que la amordazara, para lo cual rasgaron la funda de
una de las almohadas.
Una
vez que hubieron hecho esto, el mandamás, que también era el portavoz del grupo
les dijo a las dos indefensas mujeres que no se preocuparan que solo querĂan el
dinero.
Aunque
la idea que me atormentaba era que se les ocurriera aprovechar la impunidad de
la situación y abusar de ellas a su antojo. Al parecer ese temor también
cruzaba por la mente de AlelĂ y de Alicia, a juzgar por los lloros y cruce de
miradas entre ellas. Sobre todo que no habĂan tenido tiempo de vestirse, y su
desnudez (a AlelĂ se le habĂa abierto la bata con el forcejeo) era altamente
provocativa para estos individuos de baja ralea, fieros e inescrupulosos. De
gesto sombrĂos, barbudos, y mal trazados, con signos de estarla pasando bastante
mal, al tener que estar huyendo continuamente, sin poder relajarse nunca,
constantemente alertas y en guardia. Sin tiempo ni para conseguirse una
mujer... y allĂ tenĂan a dos, endiabladamente bellas, sensuales, y totalmente
desnudas. La provocaciĂłn y la oportunidad eran demasiadas para que las dejasen
escapar.
Comencé
a observar las miradas abyectas, sexuales, directamente explĂcitas, y explĂcitamente
libidinosas de esos guarros, desvergonzados y tunantes, sobre mis dos
mujercitas, que a esta altura se abrazaban gimoteando, para darse coraje
mutuamente, aunque temblaban visiblemente de terror...
Lo
del dinero pareciĂł olvidárseles pronto. TenĂan el dominio completo de la
situaciĂłn. Una mansiĂłn a su total disposiciĂłn, con su consiguiente alacena para
vaciar y dos increĂbles e indefensas damitas, a su entera disposiciĂłn para todo
lo que se les viniera en gana. No podĂan pedir más.
Mientras
uno fue a la cocina y trajo todo lo que encontrĂł en una enorme bandeja de
plata, los demás se dejaron despanzurrar por donde mejor les vino, y comenzaron
a hartarse de comida y bebida ya que otro habĂa descubierto el barcito que
tenĂa en mi estudio y habĂa traĂdo botellas para todos.
Una
vez que se hubieron hartado de comer y beber, bastante aguijoneados por el
alcohol volvieron su atenciĂłn a las dos mujeres.
Comenzaron
a decirles guarradas y todo tipo de improperios soeces, mientras Alicia y AlelĂ
intentaban desesperadamente permanecer juntas y abrazadas, pero pudo más la
fuerza bruta y finalmente entre dos de los individuos consiguieron separarlas.
Luego de lo cual el que sujetaba a mi hermana diestramente le arrebato la bata
de un solo tirón, dejándola completamente desnuda, lo cual arrancó gritos y
exclamaciones de jĂşbilo por parte de los cuatro compinches. Yo nunca habĂa
visto desnuda a mi hermana, y quedé totalmente atónito y embelesado con la
belleza y exuberancia de su cuerpo virginal, aunque tenĂa pocos años menos que
yo.
Tampoco
se les habĂa escapado a los cuatro forajidos, la perfecciĂłn fĂsica de esas dos
tremendas TĂas que eran Alicia y AlelĂ, y estarĂan agradeciendo en su interior,
al destino que los habĂa puesto en semejante trance.
Decidieron
pues, que primero atarĂan a una de las dos, mientras se divertĂan todos con la
otra por turnos, para luego intercambiarlas, y luego cuando las dos estuvieran
bien cansadas de tantas vejaciones y de intentar resistirse podrĂan soltarlas y
divertirse con las dos juntas, ese era el plan.
Pero
desgraciadamente para mà resbalé de la banqueta en la que estaba subido y fui
descubierto de inmediato. Se abalanzaron los cuatro sobre mà y golpeándome
fuertemente en la cara y costillas me interrogaron vivamente sobre quién era y
que hacĂa allĂ. Les tuve que decir la verdad acerca de quiĂ©n era y mi
parentesco con cada una. En cuanto a que hacĂa allĂ les mentĂ, pero descubrĂ en
la mirada de Alicia y AlelĂ, que ellas captaron la verdad en el primer instante
de verme.
Cuando
se enteraron de que era hermano de una y esposo de la otra comenzaron a reĂr
fuertemente y haciĂ©ndose bromas uno al otro se decĂan: - ahora sĂ que la
tenemos buena- -esto sĂ que va a ser diversiĂłn – decĂa otro. Se
reunieron por un momento para decidir lo que harĂan y luego me ataron a una
silla, ataron a mi mujer sentada en la cama y trajeron a mi hermana desnuda y
la obligaron a arrodillarse entre mis piernas.
Ahora
vamos a saber si eres tan buena como prometes, puta... le vas a chupar la polla
a tu hermano frente a los propios ojos de tu cuñada Jua..Jua..Jua ¡!!!
Las
risotadas de los cuatro retumbaron en la habitaciĂłn y a mĂ se me helĂł la sangre
en las venas, mi picha estaba hecha un desastre, empequeñecida a su mĂnima
expresiĂłn por el susto que tenĂa encima se habĂa perdido entre mis pantalones
hacĂa rato, por lo que nadie por suerte habĂa reparado en que tenĂa la bragueta
abierta.
AlelĂ
fue obligada a empujones y golpes a arrodillarse entre mis muslos y a mi mujer
le sostenĂan la cabeza derecha y levantada para que no se le escapara nada de
lo que iba a pasar, mientras la amenazaban con una lluvia de golpes si se
atrevĂa a cerrar los ojos o a mirar hacia otro lado.
Obligada
a golpes AlelĂ fue a abrirme la bragueta y cuando la encontrĂł ya abierta su
sorpresa fue grande. Su mirada se cruzĂł con la mĂa, y al instante supe que lo
adivinĂł todo. Su rostro se ruborizĂł más aĂşn al comprender que su hermano habĂa
estado masturbándose a sus costillas. Por lo que excitada con ese pensamiento
su labor no le fue tan desagradable. ComenzĂł lentamente a besarme el prepucio
en la punta y todo en derredor de la cabeza del pene, aunque sin descubrir el
capullo. Eran besos largos, hĂşmedos, calientes, con la punta de su lengua entre
sus labios, haciendo que rozara mi hipersensible piel y que me estremeciera a
cada contacto. Todos aplaudĂan y vociferaban entusiasmados al constatar cĂłmo se
me habĂa parado, les daba gusto que su plan rodara de maravillas. MirĂ© de
soslayo a mi mujer y adiviné en su mirada la tortura por la que estaba pasando.
Entretanto,
mi hermanita sin que le dijeran nada, habĂa descubierto totalmente mi glande y
apretándolo fuertemente con los labios habĂa comenzado a introducĂrselo lenta
pero progresivamente en el interior de su boca hĂşmeda y caliente, haciendo que
un grito de placer brotara de mis doloridos pulmones.
Ya
no me animé más a mirar a Alicia. Lo que recuerdo después fue una inmensa
venida que tuve en el rostro y boca de mi hermana. Ella me mirĂł con una cara de
fierecilla salvaje que nunca le habĂa visto. Pero sĂ sĂ© que fue un polvo
espectacular, tal vez el mejor de mi vida, y que ello se debiĂł a como me excitaba
que mi propia hermana me practicara una felaciĂłn tan completa y apasionada, que
a su vez la disfrutara como yo, y que para colmo todo esto fuera realizado en
la misma cara de mi mujer.
Pero
la diversión recién comenzaba para el grupo de malvivientes y asà lo dijeron,
entre risotadas, y reuniĂ©ndose otra vez, deliberaron sobre cuál serĂa el prĂłximo
paso a seguir.
Cuando
llegaron por fin a un acuerdo, resolvieron que esta vez, yo serĂa el testigo,
mientras me reponĂa y me obligarĂan a presenciar la consecutiva violaciĂłn de mi
mujer, por toda la Banda de forajidos. Y asĂ lo hicieron, mientras era sujetada
entre dos, y el tercero la obligaba a abrirse bien de piernas, el de turno la
penetró fuertemente y sin aviso, haciéndoles escapar un alarido de dolor, ya
que era el más armado de los cuatro, con un miembro realmente descomunal. Ella
trataba de rehuir mi mirada, pero era obligada al
igual
que yo a mirarnos a los ojos mientras era poseĂda endiabladamente por ese
repelente y maloliente sujeto. El TĂo le propinaba flor de empellones con su
vástago desplegado al máximo, a lo cual mi mujer no podĂa menos que gemir, y
aunque no lo hacĂa adrede esos gemidos encendĂan más a los cuatro salvajes que
apuraban al de turno para que les cediera el privilegio al son de: -Vamos
hombre, apura ya eso, que con ese trinquete que tienes nos la vas a dejar que
ni pa consuelo...- Y asĂ arreciĂł el depravado sujeto en sus arremetidas
logrando arrancarle un manojo de orgasmos que la hicieron templar de punta a
punta como un tendal. –Aahh está gozando, está gozando!- repetĂan
babeándose los puercos individuos con los ojos inyectos de lascivia.
Cuando
el primero termino, y tuvo un enorme y prolongado orgasmo en el interior de mi
mujer, se tomó su tiempo disfrutándolo, moviéndose lentamente mientras la
miraba a los ojos con una sonrisa puerca y burlona, y se dio vuelta a mirarme a
mĂ, y me dijo – Y, que te está pareciendo, la puta de tu mujercita?
Goza o no goza, jua jua jua...- Y todos coreaban sus rizas burlonas, mientras
yo me sentĂa explotar de rabia y deseaba matarlos a todos, uno por uno, pero
primero torturarlos y hacerlos sufrir como ellos lo hacĂan con nosotros.
Pero
muy en el fondo sabĂa que la escena me habĂa resultado increĂblemente morbosa y
excitante, era la expresiĂłn más cabal de mis más recĂłnditas fantasĂas sexuales.
SentĂ
como mi miembro retomaba su brĂo al ver prepararse al que tomarĂa el segundo
lugar en el "becerro" o Gang Bang como lo llaman los norteamericanos.
Mientras para mayor diversiĂłn habĂan obligado a mi hermana a chuparle los
pezones a Alicia antes y durante las prĂłximas penetraciones. Los pezones de mi
esposa comenzaron a agrandarse notoriamente y a endurecerse quedando bien
paraditos como dos puntitas duras, dos carocitos, dos cerezas apetitosas que no
demoraron mucho en paladear los dos que esperaban turno, mientras le sobaban
fuertemente ambos senos. Entretanto a Alicia la mandaron al piso sobre la
alfombra e hicieron colocar a AlelĂ de manera que le pudiera estimular el
clĂtoris con la lengua mientras su cuñada era penetrada vaginalmente al mismo
tiempo que sus senos eran succionados fuertemente por los otros dos individuos.
Esta despiadada estimulaciĂłn de todas sus zonas erĂłgenas a un mismo tiempo
provocĂł que Alicia tuviera una serie continua de orgasmos que parecĂa no
terminar nunca y que la hacĂan gritar y retorcerse de placer, no pudiendo más
soportar el peso de mi mirada.
Luego
de esta serie la dejaron descansar un poco y cuando tomĂł fuerzas, la obligaron
a darse vuelta boca abajo, y mientras uno se sentaba en un sofacito y sacaba su
miembro ya erecto para afuera los otros la obligaron a arrodillarse frente a Ă©l
con las piernas bien abiertas y hacerle una mamada, al mismo tiempo, que el
restante del equipo se ponĂa en cuclillas por detrás y la penetraba por el ano
lentamente al comienzo, sodomizándola brutalmente luego, a lo cual para mi
sorpresa mi esposa no parecĂa disgustarle demasiado, ni dolerle mucho, pues si
bien ahogaba un grito de vez en cuando, la mayor parte del tiempo acompañaba el
movimiento de su diestro y brutal jinete. Siempre sin dejar de tragarse hasta
los huevos la pija de ese depravado y vil individuo que tenĂa sentado enfrente
a su cara, y hacĂa amplios movimientos de sube y baja con la cabeza,
descubriéndola toda, y volviéndola a sumergir hasta su garganta, con los ojos
cerrados y una expresiĂłn de lujuria en su rostro que nunca me hubiera ni
imaginado, que podĂa poner. El hombre abrĂa los ojos de vez en cuando para
mirarla, y volvĂa a cerrarlos con una expresiĂłn de gozosa satisfacciĂłn. Hasta
que por fin no pudo aguantarse más y profirió un desgarrador alarido pero de
placer, al descargarse completamente en la boca y cara de mi mujer, que quedĂł
literalmente bañada en semen.
-Ahora
le toca nuevamente a él - gritó el Jefe, mientras me señalaba, y a mi miembro
que sin darme yo cuenta estaba nuevamente en pié de guerra, al estar tan
concentrado en todo los que hacĂa y le hacĂan a mi mujer.
No
sabĂa lo que me tocarĂa hacer esta vez, hasta que vi que hacĂan ponerse a
Alicia en cuatro patas en el mismo lugar que habĂa estado AlelĂ, el mandamás se
sentó en el sofá esta vez y obligaron a mi hermanita a ponerse en posición para
chupársela y que yo a mi vez me la clavara por el culo.
El
culo de mi hermana era una cosa que siempre me habĂa tenido caliente, desde
niño. HabĂa crecido viĂ©ndola jugar desnudita y luego en polleritas, que apenas
le tapaban las braguitas estando parada, cuando se agachaba, aquel culito
redondo y regordete quedaba totalmente expuesto a mis deseosas miradas
fraternales. Ahora, por obra y gracia de estos maleantes iba a poder concretar
esa fantasĂa de toda mi vida follarme a AlelĂ por el culito, no lo podĂa creer.
Con este pensamiento en mente y luego de todo lo que habĂa vivido en esa Ăşltima
hora, y la excitaciĂłn de haber visto violar repetidamente a mi mujer por cuatro
individuos distintos, ver como la sodomizaban salvajemente, y como ella no
obstante ello lo gozaba y lo disfrutaba todo, inclusive dándole placer a ellos
bucalmente, recibiendo sus eyaculaciones en la boca y tragando sus leches
aunque las podĂa haber escupido. Eso me puso es miembro de tal tamaño, y tan
duro que yo mismo lo desconocĂa. Alicia lo miraba de vez en cuando mientras era
follada a mansalva y sus ojos se agrandaban de asombro y deseo.
Mientras
tanto, los dos salvajes que habĂan realizado las primeras faenas, ya estaban
deseosos nuevamente, excitados por su misma depravaciĂłn, y por la orgĂa que
estaban presenciando y protagonizando, en papeles estelares podrĂa decirse. AsĂ
que, decidieron mientras morboseaban con la idea, de penetrar a Alicia
doblemente y a un mismo tiempo. Luego que decidieron quien irĂa por delante y
quien por detrás, lo pusieron en práctica, acomodándose a tal propósito
acostados de lado sobre la gruesa alfombra que cubrĂa toda la estancia. Yo ya
habĂa visto escenas de doble penetraciĂłn en algĂşn film pornográfico, pero nunca
antes lo habĂa visto realizar en aquella posiciĂłn, los tres acostados sobre un
costado, cual gigantesco sándwich, donde mi esposa, simulaba ser el jamón del
medio. Y ver como gozaban los dos con tan pervertida posiciĂłn, me excitĂł hasta
la locura, sobre todo porque se notaba que Alicia no lo estaba pasando nada
mal, sino por el contrario, aunque frecuentemente el dolor le hacĂa morderse
los labios, toda la expresiĂłn de su cara traslucĂa la impresionante calentura
que tenĂa en esos momentos, y lo mucho que la cachondeaba sentir como era
martillada, y doblemente taladrada, al mismo tiempo en ambos sentidos,
opuestos, siendo solo ella la Ăşnica receptora de tales embestidas.
Un
tercer verdugo, se habĂa entre tanto puesto frente a mi hermanita que estaba
frente a mĂ, en cuatro patas zarandeándome su culito de lado a lado como
provocándome. Y poniéndole toda su tripa gorda en la boca la obligó a
mamársela, mientras le hacĂa llevar el ritmo con una mano en la nuca.
Todo
eso era demasiado fuerte para mĂ, y mi pene parecĂa que iba a explotar, nunca
lo habĂa visto tan duro ni tan grande, y pensar que justo ahora se lo iba a
tener que meter en el virgen culito de mi querida hermanita. Le puse bastante
saliva a la cabeza y al dedo que primero le introduje con precauciĂłn, sintiendo
como ella en lugar de contraerse se relajaba, aflojando su esfĂnter y glĂşteos
como toda una experta, asĂ que despacio y con mucho cuidado le puse mi capullo
en la entrada de su ano y comencĂ© a moverlo lentamente, mientras ella hacĂa
otro tanto con sus caderas ayudando, cuando hubo comenzado a penetrar flexionĂł
sus rodillas viniéndose hacia mà de un golpe con lo que la penetración fue
completa, y de ahĂ en más sentĂa claramente cada vez que mis testĂculos
golpeaban contra ella, y sentĂa sus gemidos de dolor pero con mucho de placer.
Al tiempo que le podĂa ver la cara en el gran espejo que habĂa en la pared y
tenĂa el rostro totalmente enrojecido de calentura y apretaba los dientes mientras
reculaba para sentirme bien adentro suyo sodomizándola yo, su hermano.
Y
yo rayaba en la demencia follando ese culo sublime, bestial, salvaje, mientras
veĂa como mi hermana chupaba y rechupaba esa enorme polla venosa y reluciente
que tenĂa entre los labios, a la cual acicalaba constantemente, volviendo a
ponerle saliva para proseguir en su recorrida desde el glande hasta el escroto,
una y otra y otra vez, solo deteniéndose a lamer por fuera de vez en cuando y
succionarle los testĂculos, cosa que parecĂa agradarle al depravado sujeto,
dado los gemidos que lograba arrancarle.
A
todo esto mi mujer nos miraba, ya no habĂa miedo ni dolor reflejados en su
rostro tampoco celos...no podrĂa luego de todo lo que le hicieron en mi
presencia. De solo pensar que a mĂ me hacĂa ascos si le pedĂa que me la
chupara....
SeguĂ
bombeando a mi hermanita hasta que le saquĂ© chispas a su culo, lo tenĂa
hermoso, suave, terso y redondo como siempre lo habĂa soñado, y ahora lo estaba
haciendo mĂo.... en una follada sin igual.
SentĂ
venir el orgasmo y no me resistĂ, unos largos latigazos de semen se hicieron
sentir en su interior, por un momento sentĂ pasar mi vida frente a mis ojos,
como lo que experimentan los que están por morir. Pero yo no estaba muriendo,
muy por el contrario estaba renaciendo en el culo de mi hermana, un culo, que
ya no era virgen gracias a mĂ....
Feliz,
pero agotado miré a mi esposa, y en su mirada baja descubrà todo el dolor de su
impotencia. HabĂa sucumbido al deseo y al placer en su forma más brutal y
licenciosa, habĂa muerto de celos, y renacido en su propia lujuria y
promiscuidad. HabĂa pasado por todas estas experiencias extremas en un escaso margen
de tiempo, era demasiado para cualquiera.
Pero
el tiempo cura las heridas, esa pesadilla necesariamente tendrĂa un final, y
nosotros una vida de esperanza por delante.
Juntos,
y mucho más unidos que en el pasado, con una futura relación sexual mucho más
abierta y sin tapujos, por fin llegarĂamos a ser felices....
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